La vida de Luz Noceda, una estudiante de 15 años en la preparatoria Midtown, solía ser simple, centrada en sus estudios, pasatiempos y amistades. Sin embargo, todo cambia drásticamente cuando es mordida por una araña genéticamente modificada, transf...
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La luz temprana del sol bañaba la cocina con un brillo melancólico. Camila y Eda estaban sentadas a la mesa, ambas rodeadas de una tranquilidad incómoda, como si el peso de cada día se hubiese asentado de golpe entre ellas. El olor del café recién hecho flotaba en el aire, pero su calidez no lograba disipar las sombras que rondaban el corazón de Camila.
Con las manos alrededor de su taza, Camila suspiró profundamente.
- Esto no va a volverse fácil, Eda - Dijo, su voz quebrada con un matiz de cansancio. Dio un sorbo al café, como si la amargura del líquido pudiera prepararla para el resto del día - Casi no tenemos dinero...
Eda frunció el ceño, apoyando un codo sobre la mesa. La mirada traviesa que solía llevar siempre estaba ausente hoy.
- Pero, Cami... Manny te dejó algo, ¿verdad? - Preguntó con suavidad, sabiendo que tocar ese tema era como pisar terreno minado.
Camila dejó la taza con un sonido sordo sobre la mesa y esbozó una sonrisa triste.
- Manny era muchas cosas buenas... pero no era un buen administrador - Respondió con un toque de nostalgia que escondía la amargura de los recuerdos. Cerró los ojos por un segundo, intentando controlar el nudo que se formaba en su garganta - Lo extraño tanto, Eda...
Por un momento, Eda pensó en soltar una de sus bromas habituales, tal vez algo que aliviara la atmósfera. Sin embargo, al ver la expresión de su amiga, optó por guardar silencio, ofreciéndole solo una sonrisa comprensiva.
Camila había logrado mantenerse a flote en los últimos cinco años, pero la carga de sostener una casa y criar sola a Luz se volvía cada día más pesada. La veterinaria donde trabajaba apenas cubría los gastos esenciales, y el futuro se sentía como un mar oscuro e impredecible.
Eda tomó aire y se inclinó un poco hacia ella.
- Déjame ayudarte, Cami - dijo con un tono suave pero firme - Tengo dinero de la cafetería. Podría echarte una mano, al menos hasta que las cosas se estabilicen.
Camila negó con la cabeza, sonriendo, aunque su mirada reflejaba una profunda preocupación.
- Gracias, Eda, de verdad... pero no puedo aceptarlo. No sería justo para ti. No quiero arrastrarte a este lío - Dijo, con esa calidez maternal que la caracterizaba, pero también con la terquedad de quien se ha acostumbrado a pelear sola sus batallas.
- Pero, Camila...
- Eda, no lo discutamos más - Interrumpió suavemente, apretando la mano de su amiga en señal de agradecimiento - He estado viendo algunas ofertas de empleo en el hospital general. Quizás, por fin, mi título en medicina sirva de algo.
Eda intentó sonreír, pero la preocupación seguía latiendo en su interior. Era difícil ver a una amiga tan fuerte y orgullosa enfrentarse sola a la tormenta.
