La vida de Luz Noceda, una estudiante de 15 años en la preparatoria Midtown, solía ser simple, centrada en sus estudios, pasatiempos y amistades. Sin embargo, todo cambia drásticamente cuando es mordida por una araña genéticamente modificada, transf...
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No pude olvidar aquella tarde... La escena en Horizon Labs se grabó en mi memoria con una intensidad que nunca podría describir completamente. Era como si el aire estuviera impregnado de una tensión abrumadora, tan espesa que costaba respirar, como cuando te encuentras frente a la oficina del director, anticipando una reprimenda inminente. Los pensamientos se arremolinaban en mi mente, llenos de rabia y frustración, pero, por más que intentara recordarlo, no podía precisar qué era lo que me tenía tan enfurecido.
El sillón de cuero rojo crujía bajo mi peso. Me levanté impulsivamente, decidido a hablar con mi tío y resolver lo que sea que me estaba atormentando. En el pasillo que conducía al laboratorio, me topé con Justin, su asistente, cuyo rostro lucía más pálido y tenso de lo habitual. Al verme, intentó detenerme, su voz temblorosa y llena de nerviosismo.
- Joven Hunter, el señor Wittebane nos pidió que... que no hubiera interrupciones mientras él... - Balbuceó, bloqueándome el paso con un gesto torpe.
No tenía tiempo para sus excusas. Empujado por una mezcla de furia y una inquietante sensación de que algo terrible estaba ocurriendo, lo aparté con brusquedad.
- Déjame pasar, Justin. Esto es entre él y yo.
Sin esperar una respuesta, me dirigí a la puerta del laboratorio y la abrí de golpe. Pero al cruzar el umbral, mi enojo se desvaneció, reemplazado por una ola de horror que me paralizó. La escena era algo sacado de una pesadilla: científicos rodeaban a mi tío, conectando cables y agujas en su cuerpo. El dolor estaba grabado en su rostro, distorsionando sus facciones familiares en una mueca aterradora de sufrimiento y determinación.
- ¿Qué está pasando aquí? - Murmuré, sintiendo un nudo en la garganta.
Wittebane levantó la vista, sus ojos brillando con una mezcla de furia y desesperación.
- ¿Qué rayos haces aquí? ¡Sáquenlo de aquí! - Rugió, su voz llena de autoridad, pero quebrada por el miedo.
Los científicos se miraron entre sí, tensos y vacilantes, pero Justin rápidamente tomó mi brazo, intentando arrastrarme de vuelta al pasillo.
- Vamos, Hunter, este no es el mejor momento - Me dijo, su voz en pánico, mientras la puerta automática se cerraba con un clic seco, sellándome fuera de aquel infierno.
Di unos pasos hacia atrás, todavía en shock. Pero, entonces, un grito desgarrador llenó el aire. No era humano; era un alarido monstruoso, una mezcla de agonía y rabia. El sonido me atravesó como una descarga eléctrica, helándome hasta los huesos. Sin pensar, volví a correr hacia la puerta, ignorando las protestas de Justin que intentaba detenerme.
La puerta se abrió a mi paso, y lo que vi al entrar me dejó petrificado. Allí, en el centro del laboratorio, estaba aquella la figura... o lo que fuera esa cosa. Su cuerpo se había transformado en algo grotesco, inhumano. De su cabeza emergían dos cuernos retorcidos y su piel parecía haberse estirado hasta adquirir una apariencia espectral, casi translúcida, como si su humanidad se hubiera desvanecido para dar paso a una bestia primitiva.
