Capítulo 14

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Estaba en la definición del infierno de cualquier hombre en su sano juicio: una mujer lo arrastraba a comprar ropa, la cual él tenía que pagar, y para colmo, era la semana antes de Navidad y todo era un absoluto caos.

Entonces ¿por qué se estaba divirtiendo?

Al principio había tenido miedo de las miradas que les darían cuando los vieran juntos, el hombre mayor y feo con su joven y hermosa aprendiz, estaba anticipando el disgusto en los rostros de las personas cuando lo vieran como un viejo sucio y lascivo aprovechándose de la chica más joven.

Pero no hubo miradas de disgusto, de hecho, nadie les dedicó una segunda mirada. Incluso mientras ella pasaba su brazo por el de él y caminaba muy cerca. ¿Era porque ella parecía mayor de 19 años por la forma en que se vistió para su salida? Se veía tan sexy y sofisticada con pantalones, blusa y abrigo largo de invierno y la forma en que se comportaba con tal aplomo y gracia que estaba mucho más allá de la de sus compañeros.

O tal vez era la felicidad con la que ella sonreía, constantemente haciendo contacto visual con él mientras discutían numerosos temas a profundidad y a detalle, ella se reía de sus comentarios y se inclinaba hacia él y le sonreía con esa sonrisa luminosa que él no podía evitar devolver.

De hecho, las únicas miradas que parecía recibir eran... celosas... de unos cuantos hombres jóvenes, y de otros bastantes mayores, que lo miraban a él y a la joven sonriente de su brazo, y no podían ocultar sus celos. Y... casi creyó ver a un par de mujeres dándole miradas de celos a Hermione, pero tenía que estar equivocado.

Se encontró deseando que esta fuera una cita, que ella fuera su mujer, de su brazo, y no su aprendiz, ya que finalmente había admitido a sí mismo que disfrutaba inmensamente de su compañía.

Ella participaba tanto en la conversación, él nunca había conocido a nadie con quien pudiera tener discusiones tan intelectuales en igualdad de condiciones. Podían discutir cualquier cosa, pociones, aritmancia, política, teatro, historia... compartían tantos intereses y muchas aversiones, ya que a menudo se burlaban de las masas tontas, que prácticamente no pensaban en nada más que en quidditch.

Afortunadamente, no esperaba que él la ayudara en las tiendas de ropa en las que se habían aventurado, tanto muggles como mágicas; lo había dejado en el asiento asignado cerca de la entrada con los otros 'novios y esposos' mientras ella hacía las compras requeridas, simplemente entregándole la cuenta y las bolsas con una sonrisa.

Parecía que ella era extremadamente competente, o que otros hombres en general estaban exagerando sobre las inclinaciones de las mujeres a comprar, ya que incluso con rienda suelta tanto en su tarjeta bancaria muggle como en el acceso a su bóveda de Gringotts, ella no gastó una cantidad excesiva de tiempo ni de dinero como esperaba, nunca estuvo más de 40 minutos aproximadamente por tienda, y la mayor parte de eso podría explicarse por el ajetreo de los establecimientos.

Pasaron mucho tiempo en librerías, tanto muggles como mágicas, ya que ambos ampliaban sus vastas colecciones. Ella se había ofrecido a pagar por sus libros, afirmando que se sentía mal y que realmente no esperaba que él pagara todo hoy, pero él se había negado y le había asegurado que tener a Narcissa Malfoy como amiga significaba que esperaba que su factura fuera mucho mayor de lo que era hasta ahora, por lo que estaba más que feliz de comprarle los libros, y que si realmente le molestaba podía considerarlos como sus regalos de Navidad. Ella sonrió tímidamente y le dio las gracias y una vez más pasó su brazo por el de él.

Había descubierto que tenerla sonriente y feliz de su brazo era una de sus nuevas cosas favoritas en la vida, y no podía evitar inflar su pecho como un orgulloso pavo real cada vez que tenía a la joven bruja a su lado.

Comenzó con una patadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora