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El silencio se hizo presente ni bien arrancó a conducir por las calles de Londres

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El silencio se hizo presente ni bien arrancó a conducir por las calles de Londres. Rosé estaba conduciendo bastante rápido, sumida en sus pensamientos.

¿Qué hacía Jennie ahí? ¿Por qué estaba en medio de la acera con ese infernal frío? ¿Cómo podía alguien hacerle eso a una persona? Aunque ella no fuese su alfa, en su interior sentía que era incluso su culpa. Un cóctel de emociones trabajaba en su interior, sin prestar atención a la frágil y pequeña omega a su lado.

Dentro del coche, el calor se concentraba gracias a la calefacción, pero Jennie no se había quitado el abrigo que le había dado la alfa, en cambio se aferraba con más fuerza y se hacía más chiquita sobre el asiento de cuero. Pensaba en qué sería de ella, y el por qué su omega se alegró al percibir a la alfa, y más por qué permitió que la llevase de ese lugar.

Giró a penas el rostro, para encontrar una expresión tensa en la mayor. Un par de ojos marrones, que rugían con fiereza. Un poco se sintió intimidada, e inconsciente se le escapó un gemido lastimero gracias al fuerte aroma que desprendía la alfa. Su omega interna se desesperaba por calmarla, era su puro instinto, por hacer algo, pero el miedo la estaba paralizado.

Inconsciente empezó a temblar, pero no de frío.

Rosé frunció el ceño, dándose cuenta del cambio que nació en el ambiente y del aroma que ella misma estaba desprendiendo, puras feromonas de enojo. Miró de reojo a la omega, la expresión de miedo la paralizó un poco. Y se odió a sí misma. Mordió la parte interna de sus cachetes con fuerza, hasta que sintió el sabor metálico invadir su cavidad bucal.

Tragó, tratando de respirar calmada.

Inspiró, y sintió el olor que omega desprendía. Tenía miedo. Le dolió generar eso en la joven, le dolió y no sabía a qué se debía.

Disminuyó la velocidad. Buscó un lugar para estacionar, y se ubicó ahí. Intentó tranquilizar a su alfa interior que quería calmar a la omega, había oído el sonido lastimero que había hecho y todo se había desatado en su interior. Quería tranquilizar a la pequeña omega, quería marcarla con su aroma para que se sintiera mejor, pero no se animó a hacerlo. Quería lamer su cuello, tan mal. Eran tantas las ganas que tenía de hacerla sentir bien. Pero ese no era su lugar, lastimosamente pensó.

Los alfas hacían eso con sus omegas. Lanzaban sus feromonas para que se tranquilicen, besaban su cuello justo donde se encontraba la glándula que producía las feromonas y dónde se intensifica su esencia, o besar justo la base donde iban las marcas del lazo.

Pero Rosé no era su alfa. Jennie no era su omega, y no podía estar teniendo esos deseos increíbles de hacerlo, porque no debía. Porque dejar salir su lado más animal iba a significar asustar a la chica más de lo que ya estaba y eso no se lo podía permitir.

El coche quedó en marcha y ellas en silencio, Lisa no sabía si buscar la mirada de Jennie. Un silencio que perduró hasta que, al fin, Rosé giró sobre sí misma, despacio y con cuidado de no alarmar a la omega. El cuero debajo de su ropa rechina con el movimiento. Se enfrentó a una hermosa joven, con un profundo café en sus ojos y los labios no tan pálidos como lo había visto hace tan solo unos minutos. Un suave rosa cherry lo enmarcaba.

burdel ↬ chaennieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora