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ㅡSí ㅡafirmó Rosé

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ㅡSí ㅡafirmó Rosé. ㅡQuiero saber cuánto antes, todo lo que puedas conseguir. Cualquier información ㅡdemandó. Tenía al alfa en frente. ㅡNecesito absoluta discreción, nadie tiene que saber absolutamente nada. Lo que sea que averigües es conmigo. Y únicamente conmigo con quién tienes que hablar.

Su tono era severo. No había juegos, no había sutilezas. Soobin, el alfa que era bajo para su casta, asintió sin emitir ninguna palabra. Rosé sabía. Confiaba en que pudiera llevar a cabo lo que le había mandado a investigar; la familia de Jennie.

La rubia, desde hace unos días viene recabando información sobre la familia de su omega. Algunas preguntas, algún nombre o lugar. Pudo sacarle algo, Jennie es un poco reacia a hablar de ellos, pero por las noches, cuando la oscuridad las cubre con su manto de protección, luego de oírla sollozar en silencio, es cuando la menor habla. Cuando cuenta, cuando se quiebra, y es cuando Rosé lo hace por dentro, también.

Necesita hacer algo. Lo que sea. Aun qué sea saber sobre ellos, qué fue o, que hicieron. Así que ahora, con una persona de confianza como Soobin y con los recursos de la empresa, pueden hallar un lugar. Un número de teléfono, una dirección. Lo que sea, Rosé está desesperada por calmar el dolor de Jennie.

Suspiró. Miró a su alrededor.

Se encontraba tapada de trabajo. Literalmente. Su escritorio había dejado de ser ese pulcro lugar, reluciente, para pasar a ser uno lleno de trabajo atrasado. Documentos que revisar, que releer, que reescribir y firmar.

Estaba cansada. Quería volver a su casa. Al que ahora era su hogar.

Sonrió.

Eran las 10 de la mañana, y quería el aroma de su hermosa omega. Quería esa esencia dulzona, esa que se queda impregnada detrás de su paladar cuando la besa, o cuando lame su cuello por las noches para que logre dormir, porque ahora le duelen los pies, y también la espalda. Y que llora porque su ropa no le queda, y tiene hambre a las 2:50 de la madrugada y no la quiere despertar. Que se contenta con cualquier cosa para comer a esa hora que Rosé, con amor, se lo prepara.

Y es que ahora, con tres meses y medio, su pancita se nota más. Está más grande, y ya empiezan las molestias. Y sonríe, porque Jennie la mira con ese amor bajo sus pestañas, y la mira como nadie nunca antes, como si fuera un súper héroe y Rosé se siente así cuando la mira de esa forma porque no quiere que la mire de otra distinta, nunca jamás en la vida.

Bendice a las hormonas del embarazo que la ponen tan sentimental, porque la omega se deshace bajo su toque y es toda una mimosa andante y le demanda su cariño y si pudiera le daría la vida porque no se merece absolutamente nada menos que eso.

No puede más, necesita hablar con ella. Escuchar su voz y entonces decide llamarla. Toma su celular, y va directo a su contacto.

Tres tonos y Jennie atienden su propio celular, y si, uno que Rosé le compró para poder mandarse mensajes cuando están desocupada, o algún que otro audio. La omega es de los vídeos, y Rosé ama que se grabe cocinando y se lo mande, que se grabe tocando el piano que le regaló y se lo mande, o que le hable desde el nido, lugar donde se pasa la mayoría del tiempo entre los cojines, y las colchas, los acolchados. De variados colores, y tamaños, donde se pierde entre los pliegues.

burdel ↬ chaennieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora