1

19 2 2
                                    

Facundo

Cuando vi el sobre con mi nombre, no entendía qué estaba pasando, no había remitente ni señas de quién podía ser, al menos por fuera. Cuando lo abrí, había una carta manuscrita con una letra bastante estética. Me dio intriga hasta que leí el nombre de Sebastián. No tenía ni idea que ese pendejo tenía tan buena letra. Seguí leyendo la carta, dentro de dos meses cumplía los dieciocho años, iba a hacer su fiesta y quería que fuera. Abajo de todo me dejaba su celular como si fuera a hablarle. Después de dos años, seguía odiándolo por lo que él y su hermana le habían hecho a Gabo. Aunque él y Manuel se habían mudado ya a Bahía Blanca, seguía flotando el rumor por el barrio sobre el cura que fue "pervertido" por un sodomita, seguía alimentándose gracias a ese par de estúpidos y a sus padres, que siempre desviaban el tema a ellos cuando no querían hablar de lo que había hecho su hijita, la casta y pura. Fui a mi cuarto, dejé el sobre y la carta en el escritorio, les saqué una foto para mandársela a mi amigo.

"¿Pensás que quiere hacerte algo?"

—"No va a poder. Además, ni nos cruzamos desde que te fuiste".

"Qué raro. ¿Será que quiere algo?"

—"Que quiera todo lo que se le dé la gana, yo no le pienso dar ni la hora".

Miré la carta de nuevo. No podía dejar de pensar qué era lo que quería después de dos años de vernos entre poco y nada. Solamente cuando nos cruzábamos alguna vez en la calle. Pensé que quería tomar revancha de lo del video en la parroquia, pero habían pasado dos años y dudaba realmente que fuera tan inteligente como para pensar todo este tiempo en algo que no fuera intentar agarrarme a trompadas. Sin contar que, desde que trabajaba con mi tío, tenía dinero suficiente para ir al gimnasio para no morir de aburrimiento sin Gabo acá, con el peso que levantaba todos los días era capaz de desaparecerlo de una cachetada. Él ni siquiera había llegado a crecer hasta mi altura. Pensé que podría haber planeado agarrarme con una patota, estaba seguro que era así de cobarde, no había dudado un segundo en pegarle a Gabo con sus dos lame bolas. Solté un suspiro intentando dejar de sobre pensar todo, más que nada porque me daban ganas de romperle la cara cuando pensaba en todo lo que le había hecho pasar a mi amigo, por su culpa y la de su hermanita, él no podía volver al barrio. Me senté en la cama y miré la hora, faltaba un rato para que tuviera que ir a la casa de Nuria. Decidí entrar a redes a ver qué hacía la gente a la que seguía. Gabi había subido un par de fotos con Manuel, parecía que estaban tranquilos ahora. Sonreí. Sabía todo lo que habían sufrido para tener un final feliz y me alegraba que pudieran tenerlo. Seguí deslizando el dedo distraído, no estaba mirando en realidad, solamente quería que pasara el tiempo para arreglarme e ir a la casa de mi hermana. No me acordaba muy bien cuando empezamos con la tradición de vernos todos los sábados para almorzar, pero estaba seguro que fue cuando ya no tenía a quién más ver.

Me pasé cerca de una hora dando vueltas por mis redes sociales antes de empezar a vestirme para ir a la casa de mi hermana. Le mandé un mensaje avisándole que salía para allá, me puse una campera y salí por fin. Fui hasta la parada de colectivo silbando distraídamente hasta que lo vi, ahí estaba con Pablo y Martín. Sebastián me miró, su semblante, que hasta hacía dos segundos había sido uno sonriente, se puso serio. Hizo un gesto con la cabeza como si nunca me hubiera llevado una carta hasta mi casa invitándome a su cumpleaños dos meses antes de que fuera la fiesta. Pensé en la frase que tanto le gustaba a Nuria: valiente hijo de puta. Después de leer un libro, se la pasó diciéndolo por un tiempo y, hasta ahora, no le había dado sentido. Seguí mi camino hasta la parada del colectivo, todavía rumeando la frase. Pensando bien como había actuado, no era tan valiente, pero seguía siendo un hijo de puta para mí. Ahora era un cobarde hijo de puta. Me mantuve todo el viaje así, pensando en eso, en la carta, en su cara de piedra para mirarme como lo hizo. No quería darle tanta importancia, pero mi cabeza no me lo permitía, me obligaba a volver al tema una y otra vez como en un bucle infinito. Por fortuna, llegué a la casa de Nuria sano y salvo, el camino se había vuelto automático en ese punto y no tenía problemas para llegar sin estar pensando en el camino. Toqué la puerta y esperé, ni tardó en aparecer mi hermana con una sonrisa en la cara, me abrazó antes de invitarme a pasar.

—¿Cómo estás?

—Bien —respondí—. Tengo algo que contarte.

—¿Una noviecita nueva?

—Ojalá. Se trata del hermanito de Isabel.

—¿Qué hizo ahora?

—Me mandó una carta diciendo que en dos meses me quería ver en su cumpleaños de dieciocho. Me dejó hasta su número. Gabo dijo que por ahí quería hacerme algo.

—¿Y si no?

La miré, no me esperaba esa respuesta de mi hermana.

—Nuria, hablamos del mismo pibe que me quiso cagar a palos por defender a mi amigo.

—Bueno, pero era chico.

—¿Y? ¿Le perdonamos que sea un pelotudo porque tenía dieciséis años? No jodamos, Nuria, era un hijo de puta y no creo que haya cambiado en estos dos años.

—Dale el beneficio de la duda, no seas tan jodido.

Me indicó con la mano que me sentara en la mesa del comedor mientras ella ponía a calentar agua en la pava.

—No sé, Nuria, no me convence tu argumento de redención.

—¿Redención? ¿Desde cuándo usás palabras tan complejas? —dijo con un tono burlón.

—Pesada. —Le sonreí—. Le saqué foto a la carta, ¿la querés ver?

Asintió, pero no se movió de al lado de la cocina. Una vez que vino a sentarse conmigo con el termo en una mano y el mate en la otra, busqué rápidamente la foto que le había sacado a la carta y se la mostré.

—Ah, bueno, hasta el celular te dejó. Yo creo que hasta quiere que te quedes cerca.

—Para mí que quiere joderme.

—Facu, hermanito, ¿no te parece que se toma muchas molestias para terminar jodiéndote? Hacerte una carta escrita a mano...

—Mejor pasame un mate y dejá de defender a ese pelotudo.

Mi hermana puso los ojos en blanco y me cebó un mate. Decidí cambiar de tema preguntándole sobre su trabajo, ella era estilista en una peluquería en Pilar. También le pregunté por Andrés, su novio, sabía que le encantaba hablar de él todo el tiempo que le dejaran. Y aunque no la dejaran, lo haría de todas maneras. Me gustaba ver la sonrisita que le aparecía en la cara cada vez que le preguntaban por él. Desde el principio se habían llevado bien, apenas peleaban; podía contar con la mano la cantidad de veces que me había contado que discutieron por alguna razón, eran casi una pareja perfecta. Me alegraba que fuera así, había pasado por tanto en Villa del Carmen, ella también merecía un final feliz. A mi mente volvió Sebastián, él específicamente y no su dichosa carta. Por muchos años mi hermana tuvo que lidiar con boludos como él, no podía pensar que simplemente había decidido que iba a ser buena persona de la noche a la mañana. Algo en mi interior me decía que era una pantalla, había algo más atrás de eso. 

**

Muy buenas~ acá traigo el primer capítulo del primer anexo de Pecado. Sí, vamos a contar con dos anexos, el segundo será una sorpresita para después, por ahora disfrutemos de conocer lo que pasa entre Facundo y Sebastián. Sé que alguno todavía lo odiará, pero les juro que va a valer la pena ver su mundo interior ahora. Si les gustó este primer capítulo, por favor voten, comenten y compartan, todo apoyo se les agradece muchísimo. 

No te odio [Anexo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora