XXIII

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El Barón Vladimir Harkonnen estaba de pie junto a una de las lucernas del transporte ligero que había decidido usar como puesto de mando

Afuera podía ver la llameante noche de Arrakeen, su atención se centró en la lejana Muralla Escudo, donde estaba operando su arma secreta...la artillería pesada, los cañones arrasaban las cavernas donde los hombres del Duque habían encontrado refugio para una última y desesperada resistencia

Lentos y medidos relámpagos de luz anaranjada, lluvia de rocas y polvo entrevistos por breves instantes a la luz de las explosiones… y los hombres del Duque sitiados por siempre allí dentro, destinados a morir de hambre, cazados como animales en sus madrigueras

Alicee oía el distante retumbar… el martilleo incesante que le llegaba en vibraciones transmitidas por el metal de la nave, Bruuum… bruuum y luego ¡BRUUUM!

La chica se encontraba cerca de uno de los pilares que había en el gran comedor, uno de los muchos guardias que había en el lugar se quedó a su lado para vigilarla

Alicee aún tenía la mirada perdida, aún estaba en shock, sus ojos estaban entre cerrados, su espalda estaba ligeramente encorvada,sus manos y pies aún atados, menos su boca

Una puerta se abrió detrás de ellos, El Barón estudió el reflejo en la oscura lucerna antes de volverse

Piter de Vries avanzaba a través de la cámara, seguido por Umman Kudu, el capitán de la guardia personal del Barón, al otro lado de la puerta se movían más hombres, su guardia, cuyos rostros adoptaban prudentemente la expresión de carneros en su presencia, El Barón se volvió

—Buenas noticias, mi Señor, los Sardaukar han traído hasta aquí al Duque —mencionó Piter—

—Por supuesto que lo han hecho —gruñó el Barón—

El Barón dirigió su atención hacia el capitán de su guardia, Umman Kudu, una mandíbula firme, unos músculos faciales tensos, un mentón como la puntera de una bota…un hombre en el que se podía confiar ya que sus vicios eran bien conocidos

—Ante todo, ¿Dónde está el traidor que me ha entregado al Duque?—preguntó el Barón—Debo entregarle al traidor su recompensa

Piter giró sobre la punta de sus pies e hizo un gesto a los guardias del exterior, hubo algunos oscuros movimientos, y Yueh avanzó, sus gestos eran rígidos y tensos, el bigote casi le cubría los empurpurados labios, sólo sus viejos ojos parecían vivos

Yueh dio tres pasos dentro de la cámara y se detuvo, obedeciendo a un gesto de Piter, y miró fijamente al Barón a través de la vacía distancia

—Ahhh, doctor Yueh

—Mi señor Harkonnen

—Me habéis entregado al Duque, por lo que he oído

—Era mi parte del trato, mi Señor

El Barón miró a Piter y este asintió

—El Barón miró de nuevo a Yueh—El trato al pie de la letra, ¿eh? Y yo…—escupió las palabras—¿Qué debía
hacer a cambio?

—Lo recuerda perfectamente, mi Señor Harkonnen

—¿De veras?—dijo el Barón—

—Prometisteis librar a mi Wanna de su agonía

—El Barón asintió—Oh, sí, ahora lo recuerdo...eso dije, esa fue mi promesa, así es como conseguimos vencer el Condicionamiento Imperial, No podías soportar ver a tu bruja Bene Gesserit retorcerse en los amplificadores de dolor de Piter, bien, el Barón Vladimir Harkonnen mantiene siempre sus promesas, te dije que la libraría de su agonía y que permitiría que te reunieras con ella, así será

Levantó una mano hacia Piter, sus azules ojos de Piter destellaron con una fría mirada, su movimiento fue fluido, el cuchillo brilló como una garra en su mano antes de hundirse en la espalda de Yueh. El anciano se puso rígido, sin dejar de fijar su atención en el Barón

—¡Ahora reúnete con ella!
—gritó el Barón—

Yueh permaneció en pie, vacilante, sus labios se movieron con lenta precisión, y su voz resonó con una extraña cadencia

—Usted…creé…que…me…ha… destruido...Usted…creé...que… yo…no…sabía…que…me… había…comprado…por…mi… Wanna

Cayó sin doblarse ni derrumbarse, cayó como un árbol cortado por su base frente a Alicee que aún tenía su mirada perdida, algo de sangre salpicó en la ropa y rostro de la chica

—Reúnete con ella —repitió el Barón, pero sus palabras parecían un débil eco

Yueh había suscitado un presentimiento en él, sus ojos se fijaron en Piter, que limpiaba la hoja con un trapo, y observó una profunda satisfacción en sus azules ojos

—¿Nos ha entregado realmente al Duque?—preguntó el Barón—

—Ciertamente, mi Señor—dijo Piter—

—¡Entonces, tráelo aquí!

Piter miró al capitán de la guardia, que se volvió para obedecer, El Barón bajó sus ojos hacia Yueh, por la forma como había caído, uno podía sospechar que todos sus huesos eran de duro roble

—Nunca confiaré en un traidor—dijo el Barón—Ni siquiera si el traidor lo he creado yo

Miró a la noche al otro lado de la lucerna, aquel gran saco de oscuridad, allí afuera, era suyo, pensó, ya no se oía el martillear de la artillería contra las cavernas de la Muralla Escudo, las bocas de las madrigueras habían quedado selladas bruscamente, el Barón no llegó a concebir nada más hermoso que aquella absoluta oscuridad de allí afuera

El Duque Leto Atreides apareció en el umbral, sus brazos estaban atados con cadenas, su rostro de águila manchado de polvo, su uniforme estaba desgarrado allí donde alguien había arrancado su insignia, otros desgarrones en su cintura indicaban los lugares donde había estado fijado al uniforme su cinturón escudo, los ojos del Duque eran vidriosos, su mirada la de un loco

—Y bien…—dijo el Barón—

Vaciló e inspiró profundamente, se dio cuenta de que había hablado con una voz demasiado alta, aquel momento, tanto tiempo esperado, había perdido algo de su sabor

El Barón le hizo una señal al guardia, este tomó a Alicee en sus brazos y la puso en el suelo, frente a la silla en dónde estaba el Duque

—Haz que despierte su querida hija —El Barón sonrío mostrando sus dientes, haciendo que sus mejillas se mirasen más llenas—

—Mi señor...la chica está en trance...¿Y si utiliza la voz en algún momento?

—La chica no puede hablar idiota, ella es muda por lo que Mohiam me reveló

El guardia levantó su rostro para que mirase el estado de su padre, Alicee tenía la mirada perdida, fija en su padre pero sus ojos todavía no captaban lo que había a su alrededor

La voz era muy lejana, Leto podía sentir las cadenas, el dolor en los músculos, sus labios cortados, sus ardientes mejillas, el áspero sabor de la sed que resonaba como un desafío en su boca, pero los sonidos le llegaban blandos, como a través de una espesa capa de algodón y sólo podía distinguir formas inciertas a través de esta capa

𝓣𝓱𝓮 𝓬𝓱𝓸𝓼𝓮𝓷 𝓸𝓷𝓮𝓼 (⊃∪∩⪽)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora