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El sol comenzaba a golpearme en el rostro, obligando a despertar de mi descanso. A regañadientes, me levanté y me dirigí al baño para una ducha rápida. Opté por un maquillaje natural, poco común en mí, pero esta vez tenía mis motivos, o más bien, un motivo particular: un reconocido actor uruguayo, treintañero... estoy bromeando, por supuesto...
Después de arreglarme, encontré un papel doblado en mi mesita de noche, una sorpresa que no esperaba. Cuando me disponía a leerlo, el teléfono sonó, interrumpiendo mi curiosidad.
—¿Quién llama? —respondí, sin prestar atención al nombre en la pantalla.
—Soy Isa. ¿Estás ocupada? —preguntó mi amiga al otro lado de la línea.
Consulté el reloj. Todavía tenía tiempo antes de encontrarme con los chicos en el lobby del edificio.
—Estaba a punto de salir con los chicos, pero tengo un rato libre. ¿Necesitas algo? —contesté, intrigada por su llamada a esta hora temprana.
—Dales un beso de mi parte. Algún día me los tendrás que presentar. Amiga, ¡es mucha carne para ti sola! Bueno, dejando de lado a Enzo, ese es para ti —sus comentarios siempre tan oportunos.
—¿Me llamaste solo para decir eso? Iré a tu casa esta noche. Allí hablamos —dije, cortando la conversación antes de que pudiera continuar con sus bromas.
Guardé el teléfono en mi bolso y desdoblé el pequeño papel para leerlo.
"Lo que estoy sintiendo no es normal. Conozco los caprichos y los sentimientos pasajeros, pero presiento que te amaré como a nadie y eso me tiene temblando".
¿Quién había puesto ese papel en mi bolso? ¿Cuándo lo hizo? ¿Y por qué escribiría algo así? Eran preguntas sin respuesta que rondaban mi mente.
—¿Acaso tenes novio y no me lo habías dicho? —La voz de Juani me sobresaltó, sacándome de mis pensamientos.
—No tengo novio. ¿De dónde sacas eso? —respondí, guardando el papel en mi bolsa mientras me ponía de pie, lamentando mi falta de tiempo para hacer ejercicio.
—Recibes una llamada y encuentras un misterioso papel. ¿Quién es el pobre e infortunado chico que se ha enamorado de ti? —preguntó Juani, con una sonrisa traviesa.
—Enamorarse de mí no debe ser tan malo. O al menos eso espero. Mejor nos vamos, que los chicos deben estar esperándonos —dije, tratando de cambiar de tema mientras nos dirigíamos al lobby.
Salimos del departamento y nos encontramos con los otros chicos, quienes estaban esperando impacientemente. Antes de que pudieran hacer alguna reclamación, decidí saludarlos uno por uno. Enzo, Agustín y Matías fueron los últimos en ser saludados, ya que estaban hablando a escondidas.
—Pensé que nunca despertarías —se burló Blas, revolviéndome el cabello.
—¿Quién quiere despertar a estas horas? —respondí, deseando que mis amigos no insistieran en hablar de mi vida amorosa.
