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Sonia Silva

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Sonia Silva.

Sentirse mal está bien, es normal. Pero sentirse solo es lo peor que puedes llegar a experimentar. La gente dice que uno jamás estará solo, pero ¿cómo puedo hacerle entender a mi corazón que se siente apuñalado, por la gente, por la vida?

Bajo el agua tibia, el cuerpo se sumerge en busca de alivio, intentando olvidar la urgencia. La mente agitada lucha por encontrar la paz, mientras el silencio pesa como una losa tenaz. Ojalá algún día llegue la calma y pueda liberar las palabras atrapadas que me están consumiendo sin cesar.

En la penumbra del baño, el alma busca consuelo, anhelando liberarse del peso que lleva por desvelo. Los susurros del agua son un bálsamo en la oscuridad, mientras el corazón clama por encontrar su libertad.

—Ya tardaste demasiado allá adentro, Sonia — recalca Isa tocando la puerta.

—Ya voy — envuelvo mi pelo mojado en una toalla, mientras termino de ponerme la ropa que me había traído.

Salgo, ella me mira con una chispa de pena. Siente pena por mí. Me dejo caer en la cama, solo siento cómo ella se sienta en el borde, me observa, sin decir nada. Todo es un silencio, pero el silencio habla más que mil palabras.

—¿Ahora si piensas explicarme que sucede?

—He tenido presente a mi papá. Lo he visto en cada segundo del día, en cada amanecer, en cada atardecer, y en cada anochecer. Nunca lo había sentido tan presente, como si me quisiera decir algo — un suspiro salió de mi pecho, al igual que las lágrimas que empezaban a recorrer mis mejillas.

—Ay, sé que jamás podrás olvidarlo, pero es hora de que empieces a decirle adiós, porque no te hace bien. Sé que no deja de ser tu padre, pero mira cómo estás — soltó mi amiga sentándose a mi lado y abrazándome.

—Es que ese es el problema. No puedo olvidarlo. No quiero decirle adiós, menos ahora que lo necesito más que nunca — respondí, intentando calmar mi respiración.

—Debes vivir por él, disfrutar de la vida, porque créeme, eso es lo que él quisiera para ti. Empieza a vivir, Sonia — ojalá algún día deje de sentir que solamente estoy sobreviviendo.

—Isabella, me enamoré — susurré.

—¿De quién? — preguntó. Yo solo la miré, esperando que ella misma dijera ese nombre. —¿De Enzo? ¿Enzo Vogrincic?

Yo solo asentí con un movimiento de cabeza. Ella se levantó de la cama y empezó a saltar, como si estuviera feliz por la noticia, algo que yo no siento, no, no puedo sentirme feliz. Él no está interesado en mí, ni siquiera estoy cerca de lo que es su tipo ideal, y ni pintándome el cabello seré una rubia de la cual se fijaría.

—Él no siente nada por mí. Cuando intenté besarle, solamente volteó la cara — conté. Ella me miraba extrañada, o confundida.

—Pero él te presume, se nota que te quiere — ojalá.

𝑰𝑵𝑺𝑻𝑨𝑮𝑹𝑨𝑴 // 𝑬𝑵𝒁𝑶 𝑽𝑶𝑮𝑹𝑰𝑵𝑪𝑰𝑪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora