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No debería haberle sorprendido encontrar a Carlos esperando en la puerta. Charles miró su reloj, preguntándose si habría perdido más tiempo del habitual mientras volvía a casa andando. Pero no, aún no eran las seis.

Carlos tenía el pelo mojado por la lluvia. Estaba muy serio, pero su expresión se suavizó al verlo. Incluso podría jurar que veía un brillo de alivio en sus ojos.

–¿Has venido andando? –le preguntó.

Charles abrió la puerta de su apartamento, que daba directamente a la calle, y se quitó el abrigo, haciéndole un gesto para que hiciese lo  mismo.

–¿Has venido andando? –repitió Carlos–. Hace un frío terrible.

–Solo son diez manzanas. Sergio me llevó en coche a tu oficina y luego tomé un taxi para ir al restaurante a comer. No tenía sentido tomar otro sólo para diez manzanas.

Carlos se dejó caer en un sillón. Parecía nervioso.

–Sé que he llegado temprano, pero tal vez entiendas mi impaciencia – dijo Carlos–. Tenemos que solucionar este asunto.

–No sé qué quieres decir con eso. No es algo que vayamos a «solucionar».

Él se echó hacia delante, tenso e impaciente.

–Me gustaría saber cuáles son tus planes.

–Acabo de enterarme esta mañana.

–¿Pero vas a tener el bebé?

–Sí –respondió Charles–. He estado dándole vueltas durante estas semanas y, aunque ahora estoy estresado y asustado, voy a tener a mi hijo.

¿Era un brillo de alivio lo que veía en sus ojos?

No era fácil saberlo, porque parecía tan abrumado… Incapaz de soportar la tensión un segundo más, Charles se levantó.

–No tengo ningún plan. ¿Alguien puede tener un plan para algo como esto? Evidentemente, voy a necesitar tu ayuda. No tengo seguro médico en este momento…

–Tendrás los mejores cuidados médicos –se apresuró a decir él.

–Gracias. Estoy intentando levantar mi negocio y el seguro médico es uno de esos detalles que aún no he logrado solucionar.

-No tendrás que preocuparte por eso. Quiero que tú y nuestro hijo tengan los mejores cuidados.

Muy bien, tal vez no sería tan difícil. Carlos parecía estar tomándoselo muy bien.

–No espero que me mantengas, por supuesto. Que te hagas cargo de los gastos médicos es más que suficiente. Yo tengo algunos ahorros y puedo aguantar con ellos hasta que mi negocio empiece a funcionar.

Lo último que deseaba era que Carlos pensara que quería dinero.

–Podemos llegar a un acuerdo amistoso –siguió Charles–. A algunos hombres no les gusta ir al ginecólogo con sus parejas y no me importa, de verdad. Puedo hacerlo sólo.

Lo más curioso era que cuanto más hablaba, Carlos parecía más enfadado.

–Yo quiero estar involucrado en este embarazo, tengo derecho a estarlo.

–Bueno, muy bien. No estoy diciendo que no lo tengas. Pero había pensado que tal vez no querrías.

–Pues te equivocas –dijo Carlos.

Charles suspiró.

–Estoy intentando cooperar, pero tienes que ayudarme. Estás ahí, mirándome con esa cara…

Deshecho [Charlos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora