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Charles apresuró el paso cuando se acercaba a Gerhard's. Estaba empezando a nevar. Había esperado que el frío lo calmase un poco, pero seguía en estado de
shock y lo único que podría ayudarlo en ese momento era una reunión con los chicos.

Abrió la puerta de Gerhard's y se quitó la bufanda, aliviado al ver a sus amigos al fondo del local.

Todos lo abrazaron y, por fin, Charles se dejó caer sobre una silla al lado de Sergio, que lo miraba con cara de
preocupación.

–¿Qué ocurre, Charlie?

–Aún no se lo he contado a nadie.–Charles suspiró–.Tal vez me esté adelantando, pero necesitaba hablar con ustedes.

–Dios mío, ¿qué pasa? –exclamó Lance.

George frunció el ceño. Era él más serio del grupo y siempre el más práctico. Charles estaba seguro de que él podría aconsejarlo.

–Creo que podría estar… en fin, existe una posibilidad de que esté embarazado.

–¿Qué? –exclamaron sus cuatro amigos al mismo tiempo.

–¿Estás seguro? –le preguntó Sergio.

–No, no estoy seguro, pero mantuve relaciones ayer… con Carlos. Me llevó a su casa y nos acostamos juntos.

Sergio se había quedado sin palabras y George seguía con el ceño fruncido, como si fuera su madre. Claro que su madre no frunciría el ceño.

No, Pascale lo felicitaría por haberse quedado embarazado de un millonario y luego sugeriría que le sacara todo lo que pudiese. No era un monstruo, ni siquiera era una mala madre.

Sencillamente, era una persona superficial y mercenaria. En realidad, casi debería admirarla por ser tan implacable en las relaciones. Pascale Leclerc solo estaba interesada en el dinero y no le pedía
disculpas a nadie por ello.

–No lo entiendo –dijo Lance–. Si tuviste relaciones ayer, ¿cómo puedes pensar que estás embarazado?.

–Porque uno de los preservativos se rompió y, lamentablemente, era el peor momento. –respondió Charles.

–¿Carlos? –repitió Sergio cuando recuperó el habla–. ¿Carlos y tú? ¿De verdad?

–No pongas esa cara, no es tan raro. La atracción fue mutua, te lo aseguro.

Sergio, de inmediato contrito, abrazó a su amigo.

–Sí, claro, ya me lo imagino. Pobrecito…

–No podía haber ocurrido en peor momento –siguió Charles–. Además del posible embarazo, resulta que no van a alquilarme el local. No tengo sitio para abrir mi café, no tengo seguro médico y no estoy preparado para ser padre. Me dan ganas de llorar, pero eso no resuelve nada.

–Llora si quieres, cariño –lo animó Pierre–. Ya encontraremos una solución.

–Tú sabes que haríamos cualquier cosa por ti –dijo Sergio–. Todos me ayudaron muchísimo cuando rompí con Max… nunca se los podré recompensar.

Charles intentó contener las lágrimas.

–No tienes que agradecer nada, tú sabes que te queremos mucho.

–¿Cuándo te acostaste con él? –le preguntó George, siempre tan práctico.

–El sábado por la noche… y hasta la madrugada.

–Deberías ir al ginecólogo para pedirle consejo.

–Yo pagaré la consulta –se ofreció Sergio–. Y te llevaré yo mismo.

Deshecho [Charlos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora