Capítulo 1 ⏳

2.5K 351 683
                                    

Capítulo 1
Fórmula infalible para arruinar una amistad

Canción:
Hopeless Valentine
Dazeychain

Al no tomar una decisión estamos tomando una, porque lo que decidimos no cambiar es lo que elegimos seguir viviendo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al no tomar una decisión estamos tomando una, porque lo que decidimos no cambiar es lo que elegimos seguir viviendo.

El problema es que los cambios requieren valentía y Fanny Shapiro está hecha de puros miedos.

Mejor dicho, de absoluta cobardía.

Alguien puede temer e incluso así hacerle frente a una situación. En cambio, yo esquivo el problema como si fuera alguien con quien no quiero toparme en la calle: prefiero tomar el camino más largo en vez de saludarlo.

Frunzo el ceño hacia el vapor que desprende mi taza de té. ¿Por qué no puede Fanny Shapiro decir un simple "Hola" en lugar de hacer una sesión de ejercicio cardiovascular innecesario? ¿Por qué no puede Fanny Shapiro confesarle a su mejor amigo que quizás siente más que amistad por él?

—¿Por qué no puede Fanny Shapiro dejar de pensar en tercera persona? —Estiro la pierna y apoyo el talón en la silla vacía a mi lado.

—Porque está a punto de reprobar literatura y debe practicar las personas gramaticales.

Echo la cabeza hacia atrás. Mamá entra a la cocina y se inclina para besarme la frente. Su brillo labial es pegajoso y suelto el aire, irritada.

—Las adolescentes promedio no estamos interesadas en la escuela. —Me froto el lugar donde me besó—. Solo tenemos espacio mental para pensar en la agonía del amor y One Direc...

—Claro que no. —El abuelo se entromete al servir una taza de té desde la mesada—. No volveré a llevarte a otro concierto de los Direction One. Casi me aplasta una horda de jovencitas. Y una me mordió para adelantarse en la fila.

No me lo perdonará jamás. La chica usaba frenos.

—One Direction, papá —lo corrige mi madre—. Y la banda se desintegró hace tiempo.

—Gracias a Dios. Cantaban horrible. —Le pasa la taza.

Se despliega el desayuno y la mesa se convierte en un laberinto de migas cuando traen las tostadas. Mamá toma mi tobillo y lo levanta para sentarse, luego vuelve a dejarlo sobre su regazo; el abuelo olvida endulzar su café como todas las mañanas y arruga su ya lo suficientemente arrugada cara al primer sorbo. Frente a mí ―hay cuatro sillas a pesar de que en casa solo vivimos tres personas― se sienta el gato de la familia, que observa con interés el plato de huevos revueltos.

—¿Cómo sabes que estás enamorado? —suelto.

El debate que tenían acerca de la sobrevaloración de mi banda favorita muere. Se miran con las tazas y los tenedores suspendidos en el aire. Hemos estado en esta situación muchas veces, como cuando pregunté de dónde venían los bebés o qué era un beso negro. En ambas ocasiones desataron una tensa guerra de miradas que, a pesar del silencio, decía mucho: "contéstale tú", "te toca a ti", "es tu hija", "es tu nieta", "hazlo y lavaré los platos durante un mes".

El amor que detuvo todos los relojesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora