Capítulo 11 ⏳

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Capítulo 11
Los deseos que nunca pedí y se cumplieron

Canción:You Are In Love (Taylor's Version)
Taylor Swift

Debería sentirme nerviosa, con la sensación de tener un nudo en el estómago, y también debería contener la respiración

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Debería sentirme nerviosa, con la sensación de tener un nudo en el estómago, y también debería contener la respiración. Mi cuerpo tendría que estar cargado de tensión. Sin embargo, Salvador tuvo sobre mí el efecto contrario desde la primera vez que lo vi: afloja los tornillos mentales que me mantienen unida, apaga todas las alertas de emergencia, calla cualquier pensamiento.

Con él no tengo que pensar. Para una persona cuya ansiedad controla cada célula de su cuerpo, para esa que vive bajo el estrés y la presión de no cometer errores, es un soplo de aire fresco.

Dejo salir cualquier preocupación en un suspiro que acaricia sus labios por lo cerca que está. Su mirada delinea mis labios y sube hasta mis ojos. Nos miramos tanto rato en silencio que mis latidos se apaciguan.

—Delilah… —susurra en lo que suena una súplica.

—¿Sí?

Alcanza un mechón de mi cabello y lo sostiene un momento, frotándolo entre sus dedos como si quisiera comprobar qué tan real soy. Luego lo acomoda detrás de mi oreja.

—¿Puedo besarte?

—¿Puedes nunca dejar de hacerlo?

Desliza la palma hasta mi nuca y mi necesidad de besarlo me transforma en su reflejo. Mi mano ahueca su cuello mientras acortamos la distancia. Las pestañas le rozan los pómulos cuando ancla las pupilas dilatadas en mi boca antes de volver a subir. Me mira por última vez, en una petición de permiso a pesar de que ya se lo di.

No resisto. Soy la responsable de extinguir el espacio.

He leído suficientes libros para nunca carecer de palabras, pero si mi vida dependiera de ello en este momento, moriría solo sabiendo pronunciar su nombre. Es lo único que se materializa en mi mente. Es lo único que siento en el cuerpo. Es lo único que me hace pensar que quizás el presente no es un mal lugar donde habitar.

El roce de los labios no es tímido, sino lento y provocador: una pequeña dosis que funciona como advertencia de lo difícil que será detenernos si dejamos de lado las formalidades y nos besamos como lo hemos imaginado cada noche desde el instante que pusimos los ojos sobre el otro.

Cuando presiona su boca contra la mía para ahogar un gemido sé que cualquier consecuencia valdrá la pena.

Le devuelvo el beso con la misma fuerza y enreda sus dedos en mi cabello con suavidad, inclinando mi cabeza para tener acceso a cada parte de mí: entreabre mis labios y reclama mi atención con la lengua.

La magnitud física con la que se mide el tiempo se desvanece cuando me besa.

En lugar de recorrerme un escalofrío, mi cuerpo se deshace contra el calor del suyo. Siempre dudé que existiera el alma, pero con este beso es como si algo cargado de energía me atravesara el pecho y echara raíces alrededor de mi corazón, extendiéndose por cada pulgada y recoveco del que estoy hecha. Como una pieza de rompecabezas que encuentra su lugar. Como un hueco que ya no está vacío. Como un cuadro en el que al fin vierten colores.

El amor que detuvo todos los relojesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora