Capítulo 5 ⏳

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Capítulo 5
El peligro de un chico apuesto y agujereado

Canción:
Long Story Short
Taylor Swift

La luz del sol es recortada por las formas de las hojas y las sombras se agitan suavemente en el rostro de Zigler

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La luz del sol es recortada por las formas de las hojas y las sombras se agitan suavemente en el rostro de Zigler. No sé qué busca cada vez que observa el cielo, pero a veces espero que jamás lo encuentre porque me gusta quedármelo mirando.

Me derrite que su piel pálida contraste con sus gruesas y abundantes pestañas oscuras. Es injusto que sean naturales y que la mayoría de los chicos tengan el efecto que ni el rímel logra en mí. También desconozco cómo tiene un cutis tan perfecto cuando es probable que se seque la cara con la misma toalla que se seca el trasero.

—Zig, ¿usas la misma toalla para el rostro que para la retaguardia?

—Sí, pero primero me seco la cara y después el culo.

Algo es algo, supongo.

Delilah, cuyo regazo uso como almohada, se muerde el interior de la mejilla para no reír, sin despegar la vista de su libro. Le pellizco la cintura para recordarle que puede soltar la carcajada antes de volver a mirar a Zig. Con una mano sobre su abdomen y otra detrás de su cabeza, se tiró sobre el césped sin importarle poner su abrigo debajo.

Siempre que el día esté soleado nos ahorramos la cacería de una mesa vacía en la cafetería y aprovechamos el horario del almuerzo para sintetizar vitamina T.

¿O es la D?

No interesa. Lo que importa es que este es uno de mis momentos favoritos del día, porque solo somos los sándwiches a medio comer, mi mejor amiga y mi otro mejor amigo, el cual miro y quiero besar desesperadamente, pero como no puedo, me limito a mirar.

Hasta que alguien me obstruye la visión.

—Delilah —llama una voz masculina.

Cuando alzo la mirada lo primero que noto es el brillo que capta el piercing de su nariz. «Genial, un delincuente sin futuro», diría mi abuela si siguiera viva.

—Quiero hablar contigo —insiste.

En su casa no le enseñaron que debe preguntar en lugar de exigir. Me incorporo hasta apoyarme sobre mis manos al tiempo que oigo a mi amiga cerrar el libro de un chasquido suave.

—Se dice «hola» primero —señalo un poco irritada.

Sube las cejas. ¿Bajo el cuello de su camisa leñadora acabo de notar un tatuaje? La abuela acaba de persignarse en el cielo.

—¿Según quién?

—Las normas de conducta llamadas modales.

Hace un ademán con el mentón a mi falda plisada.

El amor que detuvo todos los relojesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora