CAPITULO 26- PLACERES ODIOSOS

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Emma.
Hablar con un familiar sería algo para emocionarse, para alegrarse, sin embargo, no siento eso al saber que dicha persona es mi cuñado. No hay de que emocionarse porque él fue claro al decirme que tenía que matar al Boss y no lo he logrado todavía. Por ende, su llamada es otra condena al fallar con el cometido que, para estas fechas, debí haber logrado por medio de las manos de Vladimir.
«Pero me ha quedado grande».
Anhelo una charla de adultos con una de esas personas que no tienen pelos en la lengua a la hora de hablarte. Necesito que alguien me diga qué me pasa, porqué no me entiendo a mi misma y a este despiadado sentimiento el cual me derrite ante el hombre que debo detestar.
Mis paredes se abren sentada sobre su miembro y como si no fuera tortura suficiente, la funda que lo cubre dispara espinas estimuladoras que se entierran en mi carne a la vez que el aparato del piso se enciende aumentando la angustia de no poder controlar mi propio cuerpo.
— Contacto en 6, 5, 4, 3, 2…
—Lo notan y lo lamentas…
La advertencia llega con la luz de la habitación que se ilumina y las manos del ruso quedan sobre mi cuello haciéndole frente al coronel que se voltea. Trato de no respirar y el Boss mueve la pelvis sincronizándose con las vibraciones que emite su miembro.
—Descubierta la noticia supongo que viene la persecución —la voz gruesa y rasgada es otro estimulador para mi oídos. «Es mi victimario», tiene que darme asco, pero en vez de eso dilato mis paredes con el brincoleo de su verga dentro de mí.
El arma está cerca, él mantiene el contoneo sutil y mi fuerza de voluntad es un conteo regresivo con el miedo que me provoca el ponerme en evidencia con su aliento en mi mejilla.
—Dile a Rachel que su hermanita es muy resistente —el ruso me sujeta la cara subiendo el nivel con el control que tiene abajo y el respingo se me  sale solo con el movimiento violento de las espinas que me vuelven un río
—. Demasiado diría.
La vibración empieza a erizar mis pezones a la vez que mi boca se llena de saliva. Un gemido intenta salir y…
—¡Ya basta! —lo disfrazo con el forcejeo ganándome que en menos de nada sujete su arma dejándola bajo mi mentón y ni la frialdad de mi cuñado me desconcentra de los temblores que liberan excitación en forma de agua.
—¿Por qué no la matas ya y te dejas de tanta pendejada? —hablan al otro lado y aprieto los ojos con ese nuevo dardo que me grita ¡A nadie le importas!
—¿Cuál es el afán?
— Saciate de una puta vez —contesta el coronel—. Cometela…
—¿Que me la qué…?
Su verga palpita y se engrosa más haciendo que mis dientes choquen unos con los otros en tanto mi boca se sigue llenando de saliva y en mi garganta se atascan chillidos involuntarios que me cuesta contener.
— Que te la comas viva como lo haces con todas tus víctimas. Es lo único que te da paz y yo espero que lo hagas ya, porque si vuelves a atacar a Rachel te juro que…
—¿Me juras que? —replica el Boss subiendo el nivel que hace que arañe la mesa— Yo daño a mi modo y me está gustando este maldito modo… Así que si esto es psicología inversa déjate de idioteces que no aceptaré negociaciones de rescate.
Mis jugos se extienden y ruego por un sí, por un déjala ir y sacale la maldita verga rusa que me perfora abajo.
— Está allí porque yo quiero, ¿Qué te hace creer que la quiero rescatar?
—el aura fria se toma la conversación— De querer ya lo hubiese hecho, pero como te conozco le doy el borrego al león para que sacies tu maldita venganza y dejes de joder a mi mujer, ¡Pero le estas dando vuelta al asunto sin tener claro que es su sangre por la de ella!
La susceptibilidad suelta el llanto cargado de rabia el cual le cuestiona al creador el que me haya hecho nacer para morir pagando una deuda ajena.
—¡¿Quien te crees tú para decidir cuál de las dos es la que debe morir?!
—responde el ruso— Siento que estás definiendo precios, y cuidado
Christopher que a mí me encanta cerrar bocas a la hora demostrar lo mucho que se equivoca la gente….
— Las cosas como son, Ilenko —responde el coronel—. Tu ruleta la marcó y las culpas de Rachel quedan lavadas con ella, así que ten palabra y conformate con lo que te tocó. Son códigos criminales que aunque no nos conformen tienen que bastar.
Alzo la mirada encontrándome con los ojos grises que proyecta el holograma. Para el mundo soy un maldito borrego de sacrificio y tal cosa me tiñe el alma cargándola de ira.
— Odiame —espeta el coronel—. Pero ellos son tres, tú una…
—¡Eres un hijo de puta! —manoteo el arma acabando con todo lo que hay sobre la mesa— ¡Un hijo de puta!
Amo a mi hermana, pero odio que el mundo solo se desvive por ella.
Nadie da una maldita solución, nadie se preocupa por intentarlo y mientras me ofrecen estoy siendo penetrada por el incipiente tronco que se me clava en lo más hondo cuando el ruso se viene contra mí en busca del control que consigue rodeándome con un solo brazo.
—Es tuya —culmina el coronel—. Tu presa, tu venganza.
Siento como el Boss se engrandece a mi espalda bajando los labios a mi coronilla en un beso sutil que no tiene nada de inocente con lo clavada que me tiene.
— Я собираюсь разделить ее —dice en su idioma antes de que la conexión se rompa.
El brazo ejerce fuerza a la vez que sus sonoras exhalaciones hacen eco en mi sistema auditivo sacando el miembro que ahora queda contra mi espalda.
—No van a venir por ti —su mano recorre la parte trasera de mi muslo tomando la pierna que encarama en el escritorio—. Eres una niñita abandonada.
Lo dice en una forma tan rara que me hace asentir de inmediato mientras sus dedos recorren mis medias bucaneras metiéndose en el borde. Los párpados se me cierran solos queriendo entender lo que me despierta.
«Odio».
Aprieta las medias a la vez que su otra mano se desliza desde mi abdomen hasta mis pequeños pechos avivando un miedo peor a morir y  es… Que pueda llegar a gustarme su cercanía, sus besos y su tacto deslizándose sobre mi abdomen.
—Quiere que te mate —susurra—, que des tu vida por la de tu hermana regalandote al peor de todos —sujeta mi mentón—. Y porque lo conozco te digo que cual sea el plan que tuvieran lo echó a la mierda al darse cuenta que no le funcionarias.
Oigo como se arranca la funda del pene antes de voltearme haciendo que junte las manos con los labios temblorosos. Podría aplastarme, podría destruirme, pero mi cerebro no considera nada de eso ya que está perdido en las ganas que me provoca el enemigo.
Me aferro al borde de mi falda y él se relame los labios como si estuviera ante el más delicioso postre. Se guardó el miembro y echa mi cabello hacia atrás detallando cada centímetro de mi cara.
—Y como que me dan ganas de matarte ya Ved´ma, a menos que…
—A menos que, ¿Qué?
Sus labios dibujan una macabra sonrisa la cual complementa con una perfecta dentadura. Aprieta mi garganta y una vez más me convence de que puede partirme el cuello en cualquier momento, su fuerza me asusta y…
—De que dejes de ser la esposa del Underboss —manifiesta— y te conviertas en la niñita del Boss…
Mi cerebro dice “Si” y la piel se me eriza con la mirada turbia que me dedica. «Pero no puedo dejar que entre a mi cabeza», ya que la cordura es una de las pocas cosas que me quedan. Su control sobre mí me asusta, en cómo mis brazos se levantan automáticamente cuando me saca el top dejando mis pechos expuestos.
Me dedica una mirada tan cargada de morbo que bajo la cara echando los hombros hacia adelante y en menos de nada tengo sus dedos enterrándose en el collar causando reacciones contradictorias en mi sexo.
—No…
Rápidamente me baja rodeando la mesa como si estuviera muy urgido.
Urgencia que no desaparece ni a la hora de buscar la cuerda con la que ata mis manos atrás antes de echarme sobre el escritorio de madera. Levanta mi  minifalda antes de sobar y pasar las manos por mis nalgas las cuales escupe esparciendo antes de palmetear.
—Deja de ser la esposa del Underboss —repite en un tono dominante— y conviértete en la niñita del Boss…
Sacudo la cabeza. No me gusta tenerlo cerca, no me gusta lo que me causa y esa barbarie cargada de depravación. Miro por encima de mi hombro viendo cómo alcanza una de las varas que están colgadas y otro objeto que no alcanzo a ver qué es exactamente. «Un plug», lo identifico cuando lo clava en la mesa.
—Sé mía…
—Tengo 18…
— Y yo 36 —estrella la vara en mis glúteos—. Tengo a la Bratva.
Lanza cuatro varazos que me hacen chillar cuando los alterna en cada uno de mis glúteos a la vez que una espesa capa de humedad se apodera de mi sexo.
La vara arremete de nuevo y esta vez atinando a la raja de mis nalgas la cual queda ardiendo.
—La admiración —ataca endureciendo los azotes que van a cada uno de mis glúteos— y el respeto, porque lo que quiero lo consigo.
Esas palabras denotan tanto dominio logrando que mi cabeza proyecte la escena de él y yo donde soy la niña de un ruso. Me veo en sus piernas, a sus pies y tal cosa hace que mi clítoris lata incrementando el miedo a que esto se me salga de las manos.
«Lo odio». Mis chillidos no lo detienen, por el contrario, gruñe una y otra vez como si le provocara demasiado placer y lo peor es que cada estrellón libera gotas en mi sexo a la vez que un cosquilleo veraz me adormece la piel la cual muere por una caricia.
El próximo ataque curva mi espalda haciendo que atrape mi cuello dejando los dedos sobre mi garganta.
—¡Quiero a la cría James a mi merced ansiando a su amo! —confiesa—
Quiero que ni tú misma te reconozcas cuando veas el alcance que tiene el león sobre la presa, porque te juro Emma James que el mundo nunca olvidará lo que haré contigo.
Inyecta el plug en mi ano dándole una dolorosa vuelta sin dejar de apretarme la garganta mientras que mis muslos se mantienen untados como si me gustara ser su víctima, como si me encendiera con sus amenazas sucumbiendo al objeto extraño que se mantiene dentro de mí separando las plegaduras de mi recto.
—Ved´Ma…
Desliza los dedos por la cola del objeto que enterró en mi culo acariciándola como si fuera de verdad, como si en verdad fuera su presa a la cual le introduce el pulgar en la boca explorando mis cavidades.
—¿Vladimir o yo? —insiste— ¿Boss o Underboss?
Hace que le chupe el dedo.
—Hasta al victimario hay que saberlo escoger…
Tengo tanto miedo, tantas ansias y tantas inseguridades dudando de lo que debería estar claro, «Es el culpable de mis desgracias». Su yugo es cruel, clama la sangre de mi apellido y aun así, heme aquí, antojada de su cuerpo.
Me aleja de la mesa manteniendo el pulgar dentro de mi boca, nuestras miradas se conectan y nerviosamente mis rodillas empiezan a doblarse con la demanda que me grita su mirada. Siento la cola del plug tocando mis piernas con la punta aterciopelada que me hace sentir como un animal.
—Quiero lamerte y que me lamas…
Me niego a mirarlo, pero deja escapar una exhalación larga desenfundando el miembro robusto que me hace separar los labios cuando se acerca.
—Yo te alimentaré y tú la chuparas como chupabas esa paleta de caramelo —dispone introduciendola en mi boca sujetando mi cabeza con ambas manos como si en vez de agarrar mi cabeza sujetara mis caderas.
El capullo está salado, me deja sin aire y las arremetidas provocan el reflejo de deglución, pero entre más lo suelto más fuerte me la entierra atorandola en mi garganta al punto que no puedo respirar mientras me obliga a inhalar y exhalar oxigeno por la nariz aguantando el grosor.
—Buena chica, buena chica —palmea mis mejillas obligándome a que resista. Me cuesta tomar aire por la nariz en tanto varios hilos de saliva salen de mi garganta a la vez que las lágrimas me llenan los ojos.
La saca de golpe y la vuelve a meter haciendo que me duela la mandíbula al tener la boca tan abierta. El aire empieza a faltarme de nuevo, los gruñidos son inevitables y alzo la vista mirándolo a los ojos. El trozo de carne me sabe delicioso en tanto mi sexo se inunda y mi ano se expande con las caricias de él sobre mi cabeza, empujo más y ambos nos perdemos en el frenesi de mi ir y venir el cual le hace cerrar los ojos echando la cabeza atrás.
El glande toca un sinfín de veces mi campanilla y mi lengua la recorre moviéndose como puede dejando que me maneje a su antojo. Mi apodo sale de su boca y el líquido caliente llena mi boca a la vez que me sujetan por detrás alejándome de la verga del ruso y el tirón es tan fuerte que me tira atrás haciendo que me trague todo.
Mi cuerpo se estrella contra el piso y la sombra de Vladimir se cierne sobre mí con el haladie en la mano, veo como brilla cuando lo alza y automáticamente mi boca se abre para exclamar:
—¡Él me obligó, Vlad! —rompo en llanto como si supiera que esto es mi único salvavidas— ¡Siempre me ha obligado, te lo juro!
Baja el arma y la mirada oscura que iba dirigida a mí ahora se posa en su padre mientras yo no dejo de llorar en el suelo yéndome a sus pies y metiendome en la cabeza que soy la esposa del Underboss.

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