CAPITULO 34- PERVERSO.

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Ilenko.
Los voyeviki revisan los maletines llenos de dinero y desde la tribuna privada observo cómo sube el nombre a la doceava casilla del tablero después esclarecer la situación.
Los socios se levantan satisfechos dándose por bien servido, las apuestas son un entretenimiento pasajero para la Bratva, el cual se busca en cualquier tipo de actividad.
Mis hombres cuentan el dinero y les indico que agilicen la tarea saliendo al pasillo donde me topo con Domi, su sumiso y mi patinadora. Sigue con el antifaz puesto, solo se cambió luciendo una minifalda con medias hasta la mitad de los muslos.
—La pequeña estrellita —comenta uno de los miembros que viene atrás
— ¿Quieres ir a una fiesta privada?
La tomo del moño sujetándola con furia y ella se enoja de inmediato.
—¿Fiesta? Que vaya a dar el culo en los callejones por dinero, el cual contribuya a la deuda —ejerzo más fuerza avanzando con ella bajo la mirada de los socios mientras Domi alega:
Mi silencio es un claro no me interesa y bajo las escaleras sin soltarla metiéndola en la camioneta. Reniega quitándose el antifaz y mi chofer arranca acelerando cuando se lo exijo.
Acomodo el arma que tengo atrás, no se me ha quitado el mal sabor que dejó la escoria de juez que quiso verme la cara.
No le dije nada después de penetrarla, simplemente la bajé y me fui dejándola en la oficina con el muerto.
—No es verdad ¿O si? —insiste.
Reparo su atuendo, le gusta la ropa pequeña y tal cosa me hace mover el cuello. Se nota que está caliente con las manos entre las piernas.
—A lo mejor. Yo le saco provecho a todo y no está mal sacárselo a tus ganas de follar —confieso.
—Pero quiero follar contigo, no con otros —junta las rodillas y miro a la ventana con el calentón que me provoca.
Los hombres que me rodean manejan la ley del silencio, llegar a decir lo que hago es considerado traición, pero el que sean de mi entera confianza no quita que quiera darle una buena tunda a ella por boquisuelta.
La pista no está muy lejos del hotel y ella sujeta sus cosas siguiendome adentro. Estoy tan rabioso y acalorado que me saco la chaqueta y la camisa antes de arrancarle la ropa dejándola desnuda de la cintura para arriba. Mi instinto dominante quiere marcar y por ello saco la correa del pantalón.
—Asi es conmigo, así que quítate las bragas, ponte en cuatro y levanta esa falda —demando con firmeza— ¡Ya!
No tiene escapatoria y duda reparando el objeto que tengo en la mano.
—Al suelo, Ved´ma —le doy un tirón en el cabello y obedece sacandose la ropa interior. Adopta la posición dejando la falda sobre su cintura y hago sonar el cuero antes de lanzarlo a la piel marfileña de sus glúteos, brinca de inmediato mientras hago fuerza con los dientes antes de lanzar el otro.
El sonido que emite su garganta me da esa sensación de poder que todo amo quiere. Paseo la correa por su espalda y vuelvo a azotarle las nalgas mientras se mece lidiando con el ardor.
—¡Duele! —espeta y no me detengo.
Nunca establezco límites porque esa palabra no la asimila mi cabeza. Su culo se enrojece y sigo azotando dejando que los correazos hagan eco en mis oídos. Quiero concretar la fase, pero su falda me distrae y también el que sacuda los pies en el piso como si no supiera comportarse.
—¡Que te estés quieta! —esta niña siempre ha tenido problemas de disciplina y vuelvo a estrellar el cuero queriendo someterla…
—¡No más! —rompe en llanto— ¡No soy un animal! ¡No soy una sumisa! ¡Soy una cría!
Aprieto el cinturón. Cada vez que llora lo hace con respingos suaves y eso me pone más; ese llanto cargado de sentimientos que me dice que  muere porque la toquen, que muere por una caricia de alguien y yo quiero ser ese alguien.
—¡Bárbaro de mierda! —grita con el siguiente correazo.
El culo maltratado me hace soltar el cinturón dejando las rodillas en el suelo y posando ambas manos en los montículos que la inquietan con mi tacto. Sigue llorando aumentando la maldita sensación que no sé como describir.
—Ved´ma, no seas mimada —beso su espalda tanteando su sexo—. No he hecho nada todavía y lloras, pero estás goteando.
Deslizo los dedos en su sexo mientras mi lengua se pasea por la piel que tocó el cinturón, es consciente de que solo manejo sumisas y sigue soltando respingos mientras me adentro en la línea de sus nalgas sintiendo la pena que la toma y que a mi me gusta desencadenar.
Rápidamente abro el pantalón sujetando el tronco erecto que acerco a su entrada. Huele a mí por el derrame anterior y froto la cabeza con premura.
—¿Tomaste la píldora hoy, bebé? —pregunto y asiente obediente mientras me deslizo dentro de ella.
Emma... Tengo una forma tan rara de odiarla que al igual me satisface porque sé que va a sufrir conmigo en el aspecto que más duele a su edad y esto también es una tortura silenciosa que yo estoy ejecutando y ella está recibiendo.
Sobo su espalda antes de llevar la mano a su hombro atrayéndola contra mi pelvis con estrellones contundentes. Su mente no entiende lo perverso de su situación, ya que sí sabe que se está follando al enemigo de su hermana quien es el dueño de la organización criminal más sádica que existe.
Pero ser el Boss no es lo peor de mí, ya que también cargo un disfraz al igual que mis enemigos, máscara que desaparece cada que me buscan. Mi falo sale cubierto de su excitación e introduzco el pulgar en su estrecho culo sin dejar de arremeter…
Pobre mi pequeña, pobre mi niña inocente quien fue tirada a la jaula del león que no perdona.
Avivo los empellones mientras suelta el vomito verbal que quiere callar, sin embargo, no se puede contener y solo ladeo los labios captando como se desata sin poder controlarse mientras palmeteo con fuerza su glúteo  izquierdo para que se corra. Dice que no le gusta, pero sé que sí porque es lo único que ha recibido de mí y le satisface.
Su inglés americano es una cosa tan deliciosa como su canal y el que musite extasiada por la llegada de su orgasmo suelta mi leche dentro de ella.
Guardo mi verga poniéndome de pie y ella hace lo mismo tapándose los senos, pero me rehúso a que me prive de la vista.
Busco el sofá de la alcoba dejando que se quite los zapatos antes de sentarse en mis piernas, sigue desnuda de la cintura para arriba y paseo la nariz por su clavícula disfrutando su olor.
— ¿Qué quieres? —inquiero. Me quitó el cólera que dejó el juez.
—Comida estaría bien —contesta y le beso el borde del cuello alcanzando el teléfono que tengo a la derecha. La recepcionista contesta y se lo paso para que ordene a su gusto.
Se le nota la ilusión cuando lo hace, me gusta eso y termino con los dedos en su interior tocándola y quitando esa idea de que los arrumacos en la oscuridad son lo mejor de sexo.
—Con permiso —traen la comida y la mantengo contra mi pecho tapando su desnudez.
—Hace mucho que no comía pizza —comenta mientras destapo la caja que dejo en el brazo del sillón—. Huele delicioso.
—¿Sabes qué? Mejor no te doy nada. Te estoy mimando mucho con esto
—muerdo yo.
—No seas miserable —se desilusiona y le beso la mejilla dándole la rebanada mientras le acomodo el moño.
Parece que estuviera muerta de hambre con los tres pedazos que se come sin respirar pasándolos con la bebida.
—¿Cómo notaste lo del juez? —pregunta cuando termina.
—¿Ves todas mis presentaciones? —sube los pies abrazándose las piernas y dejo la comida de lado— O sea… No tengo conocidos que se emocionen en el palco. Domi y Chip se alegran porque soy su aprendiz, pero tengo la duda sobre si tú ves las flexiones y volteretas que he ido perfeccionando.
Me explica todo lo que ha hecho y confirmo que le gusta que la vea porque, aunque no lo note, siempre pasea la vista por toda la tribuna cuando entra a la pista, ¿A quién busca si sabe que su familia no estará?
—La pregunta no es si lo veo o no, es si te gusta que lo haga —la corto hablándole cerca— ¿Hay alguna diferencia si estoy o no en las gradas?
Duda dejando la cara sobre sus rodillas.
—Si, es que siento que como fanático del patinaje puedes apreciar los detalles que hacen la diferencia —confiesa—. Como un paso nuevo o cosas así y dirás que ese patinador no hizo tal cosa, pero Emma si.
—No veo a otros patinadores, solo te veo a ti —aclaro—. Y no soy fanático del patinaje, solo me gusta lo que haces tú.
No miento, solo me interesan sus presentaciones y es porque alimenta mis delirios.
—Y si lo hago mucho mejor con el fin de que te guste más —indaga con ilusión — ¿Me dejarías vivir solo para que lo siga haciendo? Porque si lo permites, si no me matas, te juro que te dedicaría todas mis presentaciones…
Poso el índice en sus labios para que se calle, sin embargo, eso no aniquila el que sus ojos me sigan suplicando.
—¿Recuerdas lo que te dije antes de entrar a la habitación? —inquiero y asiente— Sólo dejarás de pertenecerme cuando mueras. No te voy a soltar, no te voy a liberar y deja de engañarte, de pensar que eres capaz de escapar porque no será así. Ni cuando creas haberlo alcanzado, porque yo siempre estaré ahí —la traigo a mi boca— acechándote, lejos o cerca, pero acechándote.
Me superan las ganas de besarla y ella deja que le demuestre que está con un verdadero hombre y no con los pubertos con los cuales se dejaba toquetear. Acomoda las piernas mientras yo saco mi verga, pero impido que me monte corriendo sus caderas hacia atrás.
—Qué caliente andas —la abofeteo sujetando su moño y deja la mano en su rostro rabiosa— ¿Eres así con todos?
—No…
—No me mientas que te gusta que te manoseen — toco su otra mejilla y los ojos le brillan con las lágrimas trayendo las expresiones mimadas que  tanto me gustan— ¿Eres así de caliente con todos?
Atrapo su pecho y se aferra a mis hombros queriendo apaciguar el dolor que desencadeno.
—Solo contigo —afirma. Sigo apretando hasta que le tiemblan los labios y la vuelvo a besar atrayéndola a mi miembro.
Le beso las mejillas y ella jadea gustosa cuando la penetro mientras la lleno de besos diminutos que la desesperan.
—No seas así de brusco conmigo —suplica—. Soy menor que tú y no entiendo tu modo.
—¿Menor? —me adentro de un todo pasando los dedos por las medias—
Empiezo a moverla haciéndola saltar sobre mi miembro. Es tan liviana, tan manejable que con ella me siento más poderoso de lo que soy. Puedo moverla como me apetezca y siento que tiene un sabor especial, porque he probado todo, pero no el dulce sabor de la inexperiencia.
Reparte besos por toda mi cara y nuestras bocas se unen al final mientras no dejo de follarla. Mi miembro no se resiste y termino soltando todo llevándola a la cama cuando termina.
Me acuesto con ella, ambos de medio lado. Le dejé las mejillas encendidas, le paso los nudillos por la piel enrojecida y ella se pega más a mi pecho; no es más que una cría la cual le gusta que la consientan, así que la abrazo mal acostumbrándola más y termina cerrando los ojos antes de quedarse dormida.
Concilio el sueño por un par de horas, pero la vibración del móvil me despierta. Emma James está a mi lado y saco el aparato recibiendo la llamada que me acomoda en la cama.
No me gusta lo que me dicen, ya que es un patrón que vengo indagando hace mucho. Me ponen al tanto de los negocios que me requieren con urgencia. Salamaro cuelga y reviso las fotos que me envían trasladando la conversación al chat, las últimas imágenes me hacen levantarme; tengo que viajar a Alaska ya.
Me coloco la ropa y los zapatos rápido.
—Vístete —despierto a la mujer que duerme en mi cama—. Tienes que irte.
Hace caso mientras recojo mis cosas y pido que trasladen al león a mi punto, ella se arregla apresurada y yo recojo lo que me falta dejándola en la alcoba para que uno de mis voyeviki vengan por ella.
Abordo la avioneta que me lleva a Alaska donde esperan mis hombres con mi animal. Un barco con armamento zarpa a México y al ser una venta millonaria debo darle el visto bueno, ya que el negocio es con el cartel de Sinaloa.
La FEMF se la pasa derrumbando negocios y este no lo voy a perder, por ello le voy a seguir la pista hasta que se concrete. El móvil me vibra de nuevo e ignoro la llamada de Phillippe Mascherano.
Por más líder de la mafia que quiera ser para mí no es nadie y, por ende, no voy a ir a apoyarlo en sus reuniones, porque eso es lo que quiere; tener la certeza de que la mafia rusa lo respalda y no es así. Que solucione sus líos como pueda, yo solo necesito que un miembro de la pirámide gane las malditas elecciones del sistema judicial.
El armamento ruso es altamente peligroso y como los diseños más letales están hechos por mí, los envío a las industrias para que los fabriquen y sea yo quien los revenda. Doy la orden de zarpar antes de irme a Sodom.
Como siempre, se respira perversidad aunque sea de día, sobre todo en el club que mantiene a los amantes del Voyeur haciendo orgías BDSM donde se asfixian, azotan y amarran unos a otros.
—Mi amo, bienvenido —me saluda una de las sumisas y le acaricio el moño buscando mi oficina.
Sin Zulima están ansiosas para que las elija y he visto prospectos, pero todavía no me decido. Siempre me tomo mi tiempo para elegir a la correcta.
Aleska está a cargo del club con Salamaro y me adentro en la oficina donde espera Maricarmen informandome las cifras de todo con sumo detalle.
Era la secretaria de uno de mis socios (Un diputado que encerró la FEMF). Siempre era precisa con los cálculos y por ello la traje, sabe todo sobre mis negocios y lo mejor es que la mafiya se ha encargado de dejarle claro que si se equivoca, nos traiciona o filtra información, se va a la trituradora.
—Padre, buen día —entra Maxi—. Que alegría tenerte de vuelta.
Muevo la cabeza en señal de saludo.
—La mafia italiana te ha estado solicitando. Philippe y Dalila…
—No me interesan esos patéticos —dejo en claro—. Necesito que te hagas cargo de un asunto delicado, ya que Vladimir no está.
Escribo las instrucciones, deberes y exigencias para no darle larga a la cosa y él asiente cuando las lee.
—¿Estás interesado en guerrillas sudamericanas? —pregunta— Y confías en que yo te las traiga… Padre, gracias por creer en mí.
—Quiero ver qué tan rentable son y necesito que averigües viajando al Tapón del Darién. Debes ir solo para que no se pongan recelosos.
La conversación se daña en el acto.
—Según su enfermera no ha dejado de pedir que lo dejen hablar conmigo. La tiene amenazada o algo así y como noté que la mujer está tan desesperada accedí.
Mantengo la compostura como si no pasara nada, Vladimir se está equivocando.
—Bien —contesto—. El martes vamos temprano.
—Perfecto.
Rodea el puesto y viene a abrazarme mientras mantengo los brazos en la silla.
—Te veo en la fortaleza —Maricarmen se aparta de la puerta para que pase.
No le quito los ojos de encima mientras abandona la oficina. A Maxi y Vladimir les rinden respeto porque vienen del apellido más poderoso de la mafia roja. Los Romanov llevan décadas a la cabeza y por ello la organización siempre querrá que los guíen.
En la Bratva el puesto tiene que ganarse, pero a un Romanov nunca le quedará grande hacerlo, por eso desde que nacemos ya sabemos que seremos los herederos de este clan.
Durante las próximas cuarenta y ocho horas no hago más que hacerle frente a los negocios poniendo todo en orden; los clubes que hay alrededor del mundo, Sodom y el Gulag. Apuesto desde mi punto y aseguro el triunfo viendo la presentación en vivo desde mi móvil, sobando mi verga cada que aparece. Dejo el aparato de lado cuando termina.
El negocio con el cartel me mantiene ocupado. La mañana del martes llega con Maxi listo para la visita de Vladimir y esto es un contratiempo que me tiene estresado. Pongo al centro contra las cuerdas antes de llegar, ya que el Underboss no puede tener contacto con otro que no sea yo.
Quedan bajo amenaza, pero eso no evita que mi hijo menor quiera ver a su hermano.
Viajamos juntos y el centro de rehabilitación resguardado nos recibe. Es día de visita, pero la mía no se da en campo abierto como a los otros, ya que pido una alcoba aparte.
—Su hijo tiene un grado de perturbación bastante alto que no ayuda al proceso —me indican—. No avanza, retrocede y su estado mental tiene mucho que ver, ya que hasta despierto dice tener pesadillas.
—¿Por qué ha de estar perturbado con un simple accidente? —pregunta Maxi.
—Lo veré a solas yo primero —demando pidiéndole a la psiquiatra que se vaya—. Espera aquí.
—Si, padre.
Dejo que me guíen a la alcoba. El Underboss está bajo el cuidado de profesionales y su condición lo tiene como un paciente altamente agresivo.
Los gritos de amenaza se oyen desde mi punto al igual que los estrellones y las vociferaciones llenas de groserías.
Dejo a los voyevikis atrás indicando a la enfermera que no entre, ya que solo necesito que me abra la puerta.
La habitación permanece iluminada con los rayos solares y él está destrozando la mesa a punta de patadas que provocan una lluvia de astillas.
La acción se detiene cuando me ve retrocediendo de inmediato y tomando un afilado trozo de madera.
—¡Saquenlo! —empieza— ¡Saquenlo!
Retiembla asustado cuando cierro la puerta y el pánico es mucho más notorio ahora que está totalmente sobrio.
—Baja eso, Vlad —pido sereno y él lo alza sin dejar llorar.
Corre a la puerta pegándose a los barrotes de la ventana exasperado porque lo saquen.
—¡Ayuda! —exclama— ¡Ayuda!
Intenta abrir la puerta, pero no puede y lo termino tomando, sin embargo, el miedo es tanto que se congela con el mero tacto.
—¡Hay que buscarle una solución a esto! —lo centro—. Así que mírame…
Se niega, empieza a forcejear y lo termino tomando con más fuerza. El adiestramiento hace que lo ponga contra la pared, tiene bolsas moradas debajo de los ojos y aprieta los párpados negándose a mirarme.
—No lo imaginé, no lo imaginé —repite— ¡Así que suéltame y alejate!
No razona, simplemente intenta huir y lo termino abrazando a la fuerza.
—Eres mi hijo Vlad, deja de tenerme miedo y ayúdame con esto…
—¿Qué le hiciste a ella? —sigue temblando— ¡No quiero que te le acerques! ¡No quiero que la toques!
Se me suelta descontrolado negándose a razonar, se lleva las manos a los oídos fuera de control y no me queda más opción que irme topándome con Maxi que está afuera con el cejo fruncido.
—¿Hay algo que no sepa? —pregunta.
—No —me abro paso para que entre. Deja la puerta abierta, ya que es peligroso.
Avanza y espero recostado contra la pared fuera de la vista de Vladimir observando lo que hace.
Maxi habla y Vlad se voltea como si no creyera que está ahí, la expresión le cambia por un momento. Siempre he sabido que las peleas han sido más por Maxi que por el Underboss.
El castaño se mantiene serio y el rubio deja la mirada en la puerta sin disimular el miedo.
—¿Qué quieres? —pregunta Maxi.
—Verte. Estoy solo aquí —contesta el rubio hablándole de los asuntos que tenía pendiente como Underboss, pero se distrae a cada nada y sé que no es ningún idiota.
La conversación se alarga y le da vueltas a las cosas hasta que su hermano se cansa y termina poniéndose de pie alegando que tiene que irse.
El rubio asiente y el castaño está por salir, pero…
—Maxi —lo llama Vladimir acortando el espacio que los separa antes de abrazarlo.
El terror se le nota en la forma de estrecharlo mientras Maxi se mantiene estático y noto como el Underboss mueve los labios hablándole al oído antes de alejarse.
—Vámonos —salgo a la vista y el Underboss se vuelve a sumir en el pánico mientras me llevo a mi hijo menor.
Lanzo una nueva advertencia en el centro antes de irme y Maxi me espera en el auto que arranca mientras él no inmuta palabra por un buen rato.
—La abstinencia hace que la gente diga incoherencias, ¿Verdad? —me pregunta.
—Si, ¿Por qué?
Volvemos a la fortaleza e intenta abandonar el vehículo cuando frena.
—Cuánto afán —comento.
—Suerte.
—Gracias, padre.
Salgo por el otro lado, el león está jugando en la alfombra y ocupo la tarde trabajando en el despacho.
—¿Sbiten? —se asoma Tonya en la puerta y la dejo pasar.
Me traslado al sofá y ella, como toda sumisa adiestrada, se arrodilla en el piso dejándome en claro que es una de las que quiere el puesto de Zulima.
Y si que se asemeja a mi perfil, pero la detallo y algo se me mueve dentro con el parecido que tiene con Sonya.
—¿Cómo estuvo el día del amo? —pregunta— ¿Quiere que le sirva en algo más?
—En mi cama esta noche —contesto sin preámbulo y le gusta mi respuesta.
Pruebo la bebida que acaricia mi paladar y ella se muestra satisfecha con mi cara, ya que la ha hecho tal cual Sonya, que le daba detalles que hacían esto único. El pecho se me vuelve a mover y me bebo todo recordando a mi ex mujer.
Me acerco pero no la toco y mi mero aliento sobre su nariz es mi forma de despertar su deseo antes de incorporarme.
—¿El amo podría darle un premio a esta buena sumisa? —pide— Solo si al amo le apetece.
Se voltea manteniéndose en el piso. Conozco a los Lazareva, amé a una de ellas y su recuerdo sigue en mi cabeza a la hora de sacarme el miembro del pantalón. No oculta la necesidad y doy un paso adelante soltando la lluvia dorada que ella recibe plantando las manos en el piso gimiendo mientras la empapo.
Sus pezones se erizan, subo a su cara terminandola de humillar y sacudo mientras se pone la mano en el pecho.
—Gracias mi amo.
La dejo, una sumisa de antaño es capaz de correrse con un mero acto de degradación. No la toco, no la miro, solo me largo a concluir un tema que tengo pendiente y me cambio antes de salir a trotar con el león después de que Maxi se va.
Recorro los alrededores por largo tiempo, cada que Sonya aparece en mi cabeza se queda por largo rato. Sudo en medio de la nieve y tomo aire por la boca cuando mi cerebro trae algo más y es la imagen de la pequeña cría.
Dejo un caramelo en mi boca y para cuando vuelvo ya no hay empleados en la casa; hago la apuesta mientras camino a mi despacho y veo lo que quiero antes de proceder con lo estipulado.
Me coloco los guantes, apago las luces y bajo las escaleras adentrandome a los túneles que llevan a los pasadizos subterráneos. La mentes débiles son  muy obvias y predecibles al punto que al aplicar la lógica sabrás cómo van a proceder.
Sigo con el león a la persona que camina a través de los pasillos subterráneos sin que se dé cuenta, tiene afán caminando con la linterna sin saber que lo están acechando. Le cuesta hallar lo que busca deambulando aquí y allá, pero lo encuentra.
Forcejea con el candado al cual no le puse trabas para que pudiera acceder. Entra, avanza y el estruendo de la linterna llega con las luces y el estrellón de la puerta. Los chillidos de las ratas no se hacen esperar al igual que el suyo y siempre pasa lo mismo; suelta el lamento queriendo huir, pero atrapo la garganta del invasor.
—Padre...
Maxi no está drogado, no está ebrio y, por lo tanto, no lo puedo engañar.
Solo está blanco como el papel y llora mientras tiembla mirándome como si no me reconociera. Y es que a todos los asusto en este modo, donde la ira me avasalla negándome a soltar.
—Padre, suéltame por favor —suplica y me niego—. Padre, por favor…
Los lamentos son desgarradores y alborotan a los animales, sin embargo, no me conmueven, no me despiertan nada, tampoco apagan las ganas de lo que quiero hacer por muy hijo mío que sea y por ello lo arrastro a la trituradora industrial de piso que se abre con el botón que toco mientras él no deja de gritar.
—¡Padre! —se agarra a mis brazos fuertemente aferrándose a la vida, pero a mí hace mucho no me genera nada— ¡Padre, no me lastimes que tengo tu sangre! —implora— ¡Soy tu legado, padre!
Le acerco la cara a las hojas afiladas asustándolo más. Hay demasiados chillidos, demasiadas súplicas la cual deben ser el detonante de la piedad que todos tenemos, pero… El rencor, el odio y el resentimiento tiene mis moléculas, me tiene a mí y yo…
—¡Boss! —me llora— ¡No lo diré, no lo diré! ¡Te juro que callaré, que me iré!
—De este viaje no vuelves, hijo.
No sé ni qué chilla más fuerte cuando lo meto en el aparato que lo despedaza por partes frente a mis ojos, mientras los gritos de ayuda se pierden en las paredes insonoras expulsando los pedazos que se come el león, el cual se acostumbra a comer carne humana.
No toca ninguna fibra, ni cuando recuerdo su infancia y por ello tampoco hay ningún tipo de dolor.
—Desde los ocho no ha sido más que un becerro para el matadero —digo soltando el aire de mi puro mientras Koldum elimina la evidencia—. No me gusta que crucen los límites.
La máquina acaba con todo dejando una mínima parte de los restos en lo más hondo del subsuelo. Boto el puro cuando se acaba. La gente no aprende que no debe husmear lo que no le conviene y le echo un último vistazo a la alcoba antes de irme.
Cierro, aseguro y vuelvo a la fortaleza ideando la coartada sobre la muerte de mi hijo menor. Me encuentro con Akin que está siendo arrastrado por su médico quien no me mira a la cara desde que le corté la mano.
Tonya me está esperando en la alcoba con el atuendo de sumisa y la fusta es lo primero que tomo quitándome la playera, «Tengo que apagar la adrenalina». Me acerco apretando el mango, pero… el intento queda a medias cuando el móvil me vibra con la llamada de Domi.
—¿Qué? —contesto el aparato.
—Amo, ¿Todo está bien?
No doy justificaciones. Saco una de las mini ametralladoras que tengo en la cajonera, esta gente me colmó la paciencia. Una pandilla no puede ignorar las demandas de un Boss y ya que insisten con lo mismo los voy a mandar al otro lado de una vez por todas.
Me coloco el abrigo moviendo a los hombres que preparan el medio aéreo que me devuelve a Rusia en menos de nada. Lleno el arma de balas mientras me muevo al centro y me tomo el sitio vacío con mis hombres, pero no hay pandillas en la sala donde tienen a la menor de las James sentada sobre una mesa.
Domi está a su lado con su sumiso y paseo los ojos por el lugar asegurandome de que no me salgan con sorpresas.
—¿Dónde diablos están las pandillas?
—Sabes que esos cobardes te temen y no te van a enfrentar —se molesta Domi—. Solo dejaron esta nota advirtiendo que se llevarían a mi patinadora.
Le arrebato el papel leyendo la nota y el enojo empeora al punto que ni termino de leer.
—Fuera todo el mundo —demando quedándome con la esclava que mantiene las manos bajo sus muslos desnudandome con los ojos.
Mis ganas no se hacen esperar y suelto el arma acercándome a ella, todavía tiene el traje de patinaje puesto y luce un moño de bailarina en el cabello, «Hermosa como siempre». No me he terminado de acercar y ya la tengo encima besándome en la boca.
—¿Te amenazaron, Ved´ma? —le pregunto en un tono mimado y me hace caritas de inmediato.
—¿Si? —le niego el próximo beso— ¿Y te pusieron a escribir la nota?
Cree que soy idiota, se la tiro encima, obviamente es su letra. Nadie de una pandilla anda escribiendo mensajes de nenita, pero como Domi los odia no lo notó.
—Qué ridículo eres —me alega—. Pero al igual déjalo, este asunto tiene que resolverlo Vladimir, no tú…
Se baja rápido de la mesa y la tomo dejándola contra la pared. Quiero desechar el hecho de la muerte de mi hijo menor y esta me hace perder el tiempo.
—Déjate de jueguitos niñita —la amenazo—, que no soy uno de tus noviecitos pendejos como para que hagas que me mueva de Alaska a Rusia solo porque estás caliente.
Tengo más rabia conmigo mismo por caer en esta payasada, es una inmadurez lo que hizo ¿Qué tal que hubiese estado en algo importante?
—Sé una verdadera mujer que no soy quien para darte la atención que no te dan tus padres —recojo mi arma— ¡Madura y aterriza!
Me largo furioso. No sé ni porqué no analicé todo antes de venir, es obvio que las pandillas no van a amenazarme después de la última advertencia que les lancé.
—Boss —me alcanza Domi— ¿Estarás en la presentación especial de mañana? Son las semifinales y…
—No voy a estar en nada, solo encárgate de multiplicar mi dinero y ya está.
Estrello la puerta del auto pidiendo que me muevan a Moscú. Ya estoy aquí, qué más da.
Pongo la atención en los asuntos de mi organización, pero las mentiras de esa cría de mierda no dejan de hacerme eco en la cabeza aumentándome la rabia.
La mafia Italiana sigue haciendo reuniones que ignoro y en los tres días siguientes me enfoco en las petroleras. Me reúno con mis socios en los clubes nocturnos donde superviso el negocio y el tema de las apuestas.
Me niego a perder el tiempo viajando a la competencia, aparte de que su jugarreta todavía me tiene con ira. La pantalla le da inicio al evento y las camareras reparten una ronda de Vodka mientras fijo la atención en el evento final.
Quiero ahorcarla, pero verla sobre el hielo me fija los ojos en la pantalla y más en la última presentación cuando destaca con un vestido celeste con el que interpreta artísticamente una canción de Celine Dion.
Patina con fluidez soltándose en la pista y aprieto mi vaso cada vez que se eleva. Es como una pluma siendo movida por el viento. Tensa mi musculatura con cada aterrizaje y endurece otras partes cada que se dobla, cada que hace un paso extraordinario o un giro improvisado.
Dramatiza en el hielo con el antifaz puesto y la cámara la enfoca de cerca mientras da las vueltas como las muñecas de las cajas musicales. Su rutina no tiene fallas, no tiene errores. Queda demostrado con el choque de las palmas cuando termina y con los comentarios de los analistas.
Como de costumbre, recojo lo que me corresponde mientras el sitio se prepara para nombrar a los diez próximos talentos del deporte.
Pido que me llenen el vaso de Vodka. Mis objetivos están en juego otra vez, ya que fuera de los diez no tendré nada que presumir. Ha defendido el puesto que tenía los días anteriores, pero ahora le dan una sumatoria final y es el jurado quien decidirá si estará o no.
Llaman a los primeros mientras enfocan a los competidores que van saliendo uno por uno, el tercero se posiciona y…. Ella sale en el cuarto lugar con una arrasadora actitud dando gracias mientras se ubica en la línea de competidores.
Una vez más demuestro lo que quiero y lo celebro con los hombres que me acompañan, no sin antes exigir que la trasladen esta misma noche a Moscú.
El ambiente me sume entre números y novedades sobre las últimas reuniones en las que no he estado, sinceramente me molesta ver a los italianos como máxima cabeza de la mafia.
—Dalila Mascherano anda diciendo que te has convertido en el renegado de la pirámide —comenta uno de los miembros de la organización.
—Pueda que tenga razón —me niego a hacerle favores.
Para cuando quiero salir ya la luz diurna avasalla Moscú y me muevo a mi apartamento donde me topo con la patinadora estrella que no se ha quitado el listón que le dieron, pero sí se pone seria cuando me ve y tampoco oculto el enojo metiendome a bañar.
Tengo un par de asuntos pendientes y debo dejar todo en orden antes de irme a México. El concurso acabó y todo vuelve a ser como antes.
—Quiero mis comidas al día, calientes —le indico a la mujer que está refunfuñada en el sofá—. Dignas de mí, claro está. Ya que no hay madurez demostremos que el cerebro sirve para algo más que hacer tonterías.
Actúa como si no fuera con ella y me largo evadiendo las ganas de disciplinarla como se lo merece. La oficina me recibe y ocupo la mañana diseñando los próximos prospectos de armas que se le surtirán a mi organización. El mediodía llega y me traslado al escritorio principal a dar los últimos retoques…
—Señor —abren la puerta.
Levanto la mirada y tengo a un temerario voyeviki sosteniendo una lonchera térmica.
—¿De dónde sacaste eso? —pregunto. A mis 36 años nunca he usado una puta lonchera, ni cuando estaba en la universidad.
—La esclava dijo que usted lo había pedido y en la mañana lo demandó.
Me refería a la cena, el resto de las comidas siempre las como por fuera.
—Vete —exijo y deja la ridiculez que carga en la mesa.
Abro el maletín térmico sacando los recipientes y destapo el más grande donde empacó arroz con especias, «Tonta». En el otro hay pollo, en los demás echó ensalada, patatas, postre, jugo natural en un envase y… Una puta manzana.
«Cría tiene que ser». Lo botaría, pero huele bien, así que desenvuelvo los cubiertos volteando la silla hacia el ventanal comiendome todo, los recipientes quedan vacíos y vuelvo a mi trabajo hasta que anochece.
Le pido a mis hombres que recojan lo que me voy a llevar. Después de las diez iré al club del norte a bajar la calentura, pero primero me iré a mi casa.
Respiro hondo antes de entrar y como siempre paso de largo evitando a la puberta que está en la cocina, me baño y me visto. Tengo varias carpetas en la mesa de la sala, así que mi intento falla, ya que ella está arreglando la mesa.
—Pon dos platos —advierto molesto.
Tomo asiento, termino mirándola por más que me niegue. Deja las copas y la noto pálida y con poca energía, tiene el cabello recogido y una playera con pantalones de pijama.
Sirve desalentada y reviso el móvil ignorando lo mal que se ve con la nariz enrojecida. Me llevo los espaguetis a la boca alternando con el vino, pero ella no prueba nada, solo juega con los alimentos.
—¿Puedo irme a mi alcoba? —pregunta.
—No tengo hambre…
Le señalo el camino para que se retire. Acabo y faltando un cuarto para las diez me preparo para irme, sin embargo, ella ni se preocupó por cerrar su puerta, solo está acostada vuelta un ovillo desahuciado.
No me gusta su aspecto, entro a revisarla y está ardiendo en fiebre.
—¿Qué tienes? —ni cuando padece las penurias de la mafia se pone así.
—Estoy resfriada y quisiera dormir para que se me pase si no es mucha molestia —se voltea negándose a que la toque.
Sobre todo dormir con semejante temperatura... Salgo a buscar el botiquín donde hallo analgésicos, jarabe y sobres para la fiebre.
La obligo a incorporarse para que se beba el jarabe mientras hierve el agua para el sobre, le meto dos analgesicos en la boca y preparo lo que falta trayendo la bebida caliente.
—No te interesa y tampoco necesito que me des la atención que no me dan mis padres.
Los ojos se le humedecen de inmediato y termina con la bebida volviendo a la almohada.
—Y la nota sí me la enviaron, pero no es tu asunto, ya que no soy la anciana de tu amante de Sodom —reclama—. En fin, ya se me pasó el gusto, así que lárgate…
No me hace más que gracia y la desmiento enseguida besándole la mejilla mientras meto las manos bajo la sábana. Quiere patalear, pero soy rápido adentrándome en el short corto. Sus pataletas me ponen duro.
Se voltea rápido y me es inevitable sonreír a la mitad. Es la persona más inseria que hay.
—¡Vete! — me empuja y subo su pierna sobre mi cintura dándole paso a las ganas que me dejan sobre ella.
—Estás en mi casa, Ved´ma y la víctima no echa al captor…
Con afán suelto el vaquero sacando la cabeza del pene, le saco el short con todo y bragas sujetándole las manos por encima de la cabeza mientras la penetro y ella se contonea queriendo soltarse, pero le doy más duro mordiéndole los pezones por encima de la tela.
El resfriado le resta energía y le alzo la pierna buscando mi liberación, ya que su clímax llegó rápido, «Es adictivo el pequeño coño de esta  cría». Termino con los últimos empellones y me acomodo a su lado quitándome los zapatos mientras enciendo la pantalla del televisor.
—Supervisaré que no te mueras —canaleo—. Un resfriado no me va a quitar la dicha de hacerlo yo.
Tanta cosa me dio pereza y estoy cansado.
—Veamos una serie mientras supervisas que no me muera —sugiere quitándome el control. Revisa la plataforma virtual.
—A lo mejor esta te da ideas nuevas —elige una y blanqueo los ojos.
—Ya no tengo sueño.
Deja la cabeza sobre mi pecho y la mera intro de lo que eligió me hace arrugar las cejas. Pasan pendejadas absurdas que ni al caso y se termina enojando cada que le doy lógica a las cosas.
«Por suerte es corto».
—Pequeña ignorante —me le burlo acomodandola para follarla otra vez y accede gustosa como si ya no tuviera nada—, el sueño no te lo va a arruinar esa idiotez, te lo voy a arruinar yo cuando veas con tus propios ojos el cartel más peligroso de México.
Me sumo en ella y si, me apetece follarme su pequeño culo en latinoamérica.
Nota periodística.
Diario internacional deportista “The new World”.
El concurso internacional de prodigios sobre el hielo acabó el día de ayer con la nueva generación de artistas y lo mejor de esta próxima temporada es la sorpresa que apareció de la nada.
Una patinadora ha captado la atención de las cámaras de los medios deportivos y es que nos estamos preguntando de dónde surgió, ya que ha llegado con un estilo propio, rebelde y divertido el cual hace que no puedas dejar de mirarla.
¿Quién es ?
No sabemos, pero brilla con luz propia cuando sale a la pista. Está marcando la diferencia y no solo con la fuerza, velocidad, elegancia e innovación que demuestra en su rutina, la cual le ha dado el puesto número cuatro en el ranking del concurso posicionándose junto a figuras como Ava Clark, Saori Yoshida y Camille Sotelo, que ya tienen la atención de nuestro lente.
El público la adora y como no, si esta jovencita llegó dispuesta a atraer la atención de todos moviéndose en el hielo con los pies cubiertos de diamantes que son tan majestuosos como sus volteretas.
No quiere que sepan su nombre, no quiere que se interesen en ella, quiere que el mundo se interese en su talento y por eso cubre su rostro identificándose con un seudónimo y es: Queen.
Es una patinadora excelente, la cual queremos ver en las nacionales.

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