CAPITULO 32- LUCES, CAMARAS Y ACCION,

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Ilenko,
Ver y no tocar aumenta la ansiedad y tengo un horrible cosquilleo en la piel, en los dedos y en la boca, «Siempre he tocado lo que quiero». Puedo decir que soy un hombre el cual ha cumplido todas sus fantasías, desde la más turbia a la más sutil, pero ahora…
¿Qué me falta?
Salivo con la mujer que yace a mi lado con el león sobre las piernas y este conflicto me hostiga porque ya la tomé, ya la follé, pero siento que tengo más hambre y eso… eso es peligroso cuando aparte de ser el enemigo es una cría que tiene la mitad de mi edad.
La situación no se me puede salir de las manos teniendo las cosas claras.
El vehículo se detiene y me adelanto al ascensor con grandes zancadas. No me habla, no le hablo y no sé porqué no le coso el antifaz en la cara y así me evito todo este estrés.
Busco la licorera cuando las puertas se abren y me sirvo un coñac el cual abarca la mitad del vaso. Lo de Vladimir es otra cosa que me tiene con rabia, ahora está peor de dañado que antes, «En el fondo todos lo estamos», y a mi primogénito la pataleta le salió cara porque yo no sé perder y los otros tampoco, por ello me les burlo.
Christopher Morgan envió a Emma James para que me matara y le voy a demostrar como me limpio el culo con su maldito plan de porquería. «Detesto a ese imbécil y que crea que lo único bueno lo tiene él». Bebo dos tragos más antes de moverme al pasillo donde ella tiene la puerta abierta quitándose las medias en la cama, dejo de moverme cuando las desliza por sus muslos como si no quisiera dañarlas mostrando las piernas largas y bien cuidadas que…
«No me gusta, es una herramienta de negocio y la ficha principal de una venganza». Avanzo a mi alcoba con la cabeza ardiendo. Quiero contrarrestar lo que acabo de ver con la imagen de cómo se veía después del accidente .
El juego del desmembrado es un método de tortura psicológica que se usa en la Bratva y consiste en hacerle creer a la víctima que perdió una parte de  su cuerpo suministrándole un componente el cual quita todo tipo de sensibilidad.
Inmoviliza, hincha, enegrece y aumenta la hormona del miedo acorralando a la persona, ya que el cerebro se lo cree.
Y es tan eficaz que altera las glándulas sudoríparas y entre más llora o patalea la víctima más se siente el hedor que desprende y eso le hace creer pensar que se está pudriendo sin ser así. No saben que entre más patalean, sudan y lloran más aumenta el mal olor.
Hay gente que enloquece, otros se suicidan cuando la pierna, brazo o lo que sea tomó un tono nefasto. Suplican que se les corte para luego confesarles que era una mentira y que cayeron en la trampa al suplicar que se les mutilara.
La tortura concluye por dos motivos; porque la víctima cae en la jugada o porque el victimario suministra, «Rara vez pasa», el componente que absorbe el primer veneno logrando que la extremidad vuelva a ser la misma de antes en cuestion de horas.
Nadie se venga y tortura como yo porque amo jugar con los miedos de la gente. Me lanzo a la cama en boxer y el león da un salto ubicándose a mis pies.
Emma James patinando alimenta mi delirio sexoso solo con verla saltar, girar o flexionarse. «No voy a negar eso», sería mentirme a mi mismo. Paso la mano por el miembro endurecido. Si no la repudió el patinaje, yo tampoco ¿O con qué voy a entretenerme mientras la tengo?
He tenido mucho estrés y algo de provecho tengo que sacarle a esto y, por ende, me quedaré con los mejores espectáculos antes de matarla.
Cierro los párpados metiendo la mano bajo la tela. Tengo el falo caliente y abro las piernas recordando la presentación. «Perra maldita, lo hizo tan bien», está a unos cuantos pasos y por mi reputación, estatus y rol tengo que mantenerme aquí, porque si la tomo no la suelto.
Logré establecer el orden, pero si la vuelvo a tomar sé que me voy a empecinar peor que antes.
Procuro cerrar los ojos manteniendo la mano en el mismo sitio, pero el sueño no llega con la dureza que tengo; estoy demasiado caliente y un pajazo no creo que lo solucione.
Los minutos pasan, hago un nuevo intento por dormir que no funciona y me termino levantando por otro coñac. Trato de aclararme la vista mientras camino por el pasillo vacío, «hasta caminar es incómodo». Mando la mano queriendo acomodarme el miembro, pero…
Dan un salto atrás y retrocedo cuando Emma James escupe botando leche por la nariz al verme. Todas las luces se encienden y aparto la mano de donde la tengo cuando deja caer el vaso e intenta recoger los vidrios, pero es más importante mirarme la verga que se me dibuja.
—¡Largate a tu alcoba! —la regaño.
No hace caso y contengo el impulso de irme encima de ella, abrirla de piernas e introducir el glande grueso que la haría chillar.
Obedece rabiosa tropezandome cuando pasa por mi lado.
El tacto se queda en mi piel y me apresuro por el trago. Miro abajo y estoy como para partir algo, «Cría de mierda», me dañó la maldita noche, la semana y los meses anteriores. A cada nada me vive recordando que las James son una pesadilla.
Vuelvo a la cama y debo deslizar el anillo vibrador que me estimula toda la noche apaciguando las ganas, «Necesito una sumisa».
Amanezco con los muslos tensos y aliviar la tensión con agua fría es lo que hago.
Me recojo el cabello antes de vestirme con un pantalón ajustado y una camisa ocre a la que le arremango las mangas. Esparzo la loción, salgo y el recuerdo de lo que pasó ayer es lo primero que me golpea con la empleada limpiando la leche.
—Boss —miro a la izquierda. Domi está en la cocina con la cría y su sumiso.
La miro a ella y al rubio que le teje una trenza mientras no pierde la costumbre de mirarme a la cara como si no fuera el dueño de una organización criminal. La ignoro yéndome al comedor. «Solo es una ficha de juego en esto», me recuerdo acomodandome el miembro antes de sentarme
—Emma estará entrenando en una de mis academias —Domi se toma el comedor—. Hoy todo el día un experto en la materia la va a instruir en el  tema de las grandes ligas.
—¿Quién está diciendo lo contrario? —refuta— Pero sabes que no va a patinar por obra y gracia divina. Las estrellas tienen que pulirse todos los días o caen como meteoritos.
—Me vas a agradecer el resultado. Los patrocinadores se pelearán por tenerla, pero es nuestra —asegura—. La academia de Phoenix y los jueces que no la miraron se irán contra las paredes por no haber visto lo que vimos nosotros que somos expertos demostrando que la Bratva es la Bratva.
Los miembros de nuestra organización suelen tener relaciones con personas reconocidas; modelos, deportistas, cantantes, los cuales demuestran el poder y el peso del dinero. Domi es una de esas que le encanta untar a esa gente de lodo.
—Solo quiero mi dinero antes de que muera —dejo en claro—. Tanta pérdida me harta....
—A ti no te importaba Dante, de hecho, celebraste su muerte…
Se ríe. Dante Romanov desafío a Antoni Mascherano por el puesto haciendo que Rachel James tuviera una recaída con HACOC y obviamente le salió caro, ya que Christopher Morgan le pegó un tiro en la cabeza. «Me dio igual», se lo había advertido y yo no me lamento por lo que veía venir.
—. Siempre tan esquivo, ¿Estás de luto por lo de Zulima?
Ya ni me acuerdo de eso. He tenido demasiados asuntos que atender con la candidatura de la FEMF de por medio y las pataletas de Vladimir….
Miro a la mujer que come en la barra de la cocina y no es ahí donde tendría que estar alimentándose.
—¿Y a mí que me importa? —me levanto— Aquí hay normas Domi, no perderla de vista y ponerla a producir es una de ellas.
—Lo que diga el Boss —alza las manos a la defensiva—. Pero si quieres venderla yo te la compro.
—De 8 am a 6 pm —avisa.
—Cada cuatro horas quiero reporte de lo que está haciendo y sabes como.
Opto por conducir tomando uno de los tantos llaveros del perchero, si no despejo la cabeza voy a terminar ahogandome con todo el enojo que tengo atascado.
Me coloco los guantes de cuero antes de abordar la camioneta que me sumerge en las calles de Moscú con los hombres que se distribuyen a la hora de escoltarme.
Tengo acciones que abarcan más del 50% de las empresas de Rusia, tengo una gran participación en la rama gubernamental. Soy dueño de las petroleras más grandes de Asia, Europa y América, como también de las navieras que uso a mi antojo. A eso debo sumarle las adquisiciones que yacen en el extranjero y los negocios que son de la mafia rusa.
El 60% por ciento de las fábricas de armamento del mundo me pertenecen, «Excepto las que trabajan para la FEMF» y las pandillas y los grupos delincuenciales que yacen en las tierras de la mafia roja tienen que rendirme tributo dándome la mitad de todo lo que producen.
La mañana me absorbe, almuerzo en el centro de la ciudad y me muevo a la oficina que tengo en el último piso de Bashnya Federatsiya.
Uso las empresas que tengo como cortina de humo para lavar las exuberantes sumas de dinero que se mueven dentro de la Bratva. Me gustan los números tanto como matar.
Coordino aquí y allá, pero sigo con la cabeza caliente y termino recostado en la silla detallando la vista que me ofrece la ciudad.
Respiro hondo sacando el teléfono que tengo en el bolsillo izquierdo del pantalón, «El móvil de Emma James». Se lo quité a Vladmir después del accidente y solo basta verlo por encima para entender su nivel de inmadurez, «fondo de pantalla familiar», protector con lentejuelas y tema rosado.
De hecho, no ha recibido ni una desde que lo tengo. Solo hay uno que otro mensaje de Rick James con un “Cuota depositada a la casera”.
Reviso los chats y hay mensajes de un tal Tyler. La saluda casi todas las mañana y Vladimir le había explicado ya que no hay buena recepción.
Tiene que reportarse, así que busco el número de su madre y envío un “Hola mamá”. Espero la respuesta analizando los chat anteriores para saber cómo contestarle.
El aviso de visto aparece y tardo más de una hora con el teléfono en la mano, pero no responde. Intento con la hermana, pero esta también deja el mensaje en visto. Entro a sus redes notando que tiene videos donde los etiquetaba meses atrás, «Muy atrás», perdió la costumbre y ha de ser porque Rick James era el que le ponía uno que otro corazón.
Su madre y su otra hermana no se ven por ningún lado y los amigos lo tomaban más como burla donde ella seguía la corriente.
Termino más enojado, así que abandono el edificio adentrándome en la avenida que me lleva a Presnya. El tráfico está pesado y hago una llamada cuando estoy por llegar a mi destino.
—Saca a Emma James a la puerta que me la voy a llevar —le pido a Domi—. Ya.
No voy a entrar a la academia. El tráfico me suma minutos antes de llegar al sitio y a un par de metros la veo sobre la acera en vaqueros, con una mochila colgada atrás y una blusa ombliguera la cual tiene un gato estampado.
Mira a todos lados antes de moverse de su sitio.
«Ya va a empezar». Le pito al camión que se me atraviesa, tarda en moverse y ella sigue caminando calle arriba. Vuelvo a poner la mano en la bocina con más rabia, no sé para qué me afano si tiene un localizador que me permite hallarla en segundos, pero me enoja el tener que desgastarme con persecusiones que llaman la atención.
El camión se aparta y doy la vuelta a la cuadra, pero en vez de hallar a una puberta corriendo, hallo a una puberta caminando despacio mientras sujeta las asas de la mochila.
Observa el entorno y le mermo a la velocidad siguiéndola despacio, mis hombres también están en el área, ¿Por qué carajos no salgo y la subo a las malas? Aprieto la mandíbula cuando en vez de eso me fijo en como se le  pega la ropa; no es alta, tampoco es voluptuosa, ni despampanante. He tenido mejores mujeres y no entiendo qué es lo que tiene ella que hace que no pueda dejar de detallarla.
Se adentra en el parque que aparece y estaciono la camioneta colocándome los lentes. Camina despacio y yo también para que no note que la sigo.
Los comerciantes venden cosas en la calle y ella sigue observando distrayéndose con el entorno que está lleno de música.
El cabello negro luce más oscuro con el gorro de lana blanco que tiene en la cabeza, se queda quieta observando con duda y sigo el trayecto de sus ojos, ¿Helados? Mueve los dedos en el asa como si fuera un antojo…
El hombre del puesto le ofrece uno hablando en ruso y ella sacude la cabeza alejándose como un ser solitario que sigue apreciando lo que le rodea y yo atrás. Me reviso los bolsillos queriendo encender un puro, pero ella apresura el paso de un momento a otro y sabía que tanta tranquilidad no podía ser cierta.
Me muevo rápido, pero se sale del camino empedrado corriendo a los botes donde yace una pareja de la tercera edad a la cual le cuesta salir de la orilla. La anciana le advierte que se va a mojar, pero a ella no le importa meter los pies en el lago con tal de empujarlos.
¿Cuántas neuronas tiene?
Se ha metido con todo y zapatos y el agua le llega a las pantorrillas.
Empuja una vez más y le llega a las rodillas. La anciana sigue con la advertencia, «Obviamente no le entiende», pero termina agradeciendo y ella alzando la mano despidiéndose.
Sale con los zapatos empapados y se sienta en una de las banquetas a observar el lago. No voy a quedarme lejos como un acosador en potencia, así que me acerco tomando asiento a su lado.
No habla y de reojo detallo esa perfecta asimetría que en ocasiones la muestra como una figura de porcelana; tiene los labios rosados, las pestañas largas y los ojos como el color del cielo. «Quiero ponerle las manos en el cuello y no precisamente para ahorcarla».
—No me iba a escapar —se anticipa a mi regaño—. Vi tu camioneta, no es que pase desapercibida.
O sea que me hace seguirla como un pendejo a propósito. Calla y vuelvo a mirar la figura que forman sus labios.
—¿Quién es Tyler? —pregunto.
—¿Te gusta? —continúo.
— Es que ¿Qué?
Apoya las manos en la banqueta respirando hondo.
—Pensé que teníamos química y concretamos una cita, pero ambos estábamos incómodos porque papá le lanzó como cinco mil amenazas antes de dejarme ir —empieza—. Le alteró los nervios al pobre y eso apagó la magia.
—O sea, si tengo amigos de esos para arrumacos, pero Ty no hace parte de esa lista.
—¿Arrumacos? — entiendo su idioma a la perfección, pero quiero oír como me va a explicar esa palabra.
—Si, arrumacos, cuando te besas con alguien en una esquina y aparte de besarse dejas que te manosee en la oscuridad —la polla se me empieza a endurecer—. No se tiene nada serio y es como para bajar la calentura de la edad.
Asiento, “Calentura de la edad”. La vuelvo a recorrer con los ojos dejando el codo sobre la baranda del espaldar que tengo atrás.
—¿Te gusta que te manoseen en la oscuridad? — pregunto y se pone roja en cuestión de segundos— ¿Si o no?
—Si —trata de parecer segura, pero el color de sus mejillas dice lo contrario y eso amenaza con romperme la bragueta del pantalón—. Cuando es alguien que me gusta dejo que me besen mucho, porque los besos largos  son deliciosos y más cuando te llenan de caricias bonitas y te dan a entender que esa persona quiere que seas exclusivamente para él.
Se nota que no conoce del tema como para decir lo que es bueno realmente.
— ¿Y tú? En toda la experiencia que has tenido ¿Qué es lo que más te ha gustado?
—Que seguramente secuestraste porque su loro te caía mal y luego te diste cuenta que eres un mafioso de mierda —se levanta—. Excelente historia, pero ya me aburrí...
—Debes ir aprendiendo a medir esa boca, ya que no estás hablando con cualquiera—me levanto mirando el reloj—. Perdí casi una hora de mi vida aquí, ahora me debes más dinero porque mi tiempo vale oro.
—Eres un imbécil…
—Como digas —me acomodo los lentes echando a andar con las manos en los bolsillos.
Viene detrás de mí y respiro el aire fresco queriendo mermar el dolor que tengo en la cabeza del miembro, «Esta hija de perra ya arruinó este día también». Noto que deja de seguirme y me volteo dispuesto a llevarla a las malas, pero está frente al puesto de helados mordiéndose las uñas.
Empiezo a moverme con afán para que haga lo mismo y me termina alcanzando dejando la mano sobre mi brazo. Reparo las uñas pintadas y la cara con ojos grandes que me ponen más duro.
—¿Quieres un helado? —Dios, que maldita cara la de esta cría.
—Estoy salivando por uno.
Yo estoy salivando por otra cosa. Se devuelve al puesto y ya no sé ni cómo pararme.
Pide los sabores mientras saco mi billetera, pago y le entregan el cono que pone más raro el ambiente, «¿Qué diablos?». Lo lame frente a mis ojos saboreando la crema mientras se queja.
—Está muy grande y delicioso—dice y definitivamente me convenzo de que tengo que irme.
Salgo del parque y me pongo al volante esperando que suba al puesto del copiloto y no puedo arrancar con los lengüetazos que suelta mientras se saborea. «Este tipo de cosas trajo problemas la última vez»; murió Zulima y se rebeló Vladimir...
«Tengo que matarla cuando recupere mi dinero». Enciendo el motor y por más que trato de concentrarme en la carretera mis ojos buscan su boca. Los músculos se me tensionan, mi miembro palpita, la sangre se me calienta y mi cabeza advierte lo que pasará si cruzo el umbral de mi apartamento.
Empieza a chuparse los dedos, la ropa me estorba y le arrebato el helado tirándolo por la ventana, «No sé para qué lo compré». Que se quede con Domi, porque ella y yo en un mismo sitio solos es más que peligroso, porque como ya lo dije, si la tomo no la suelto.
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Soy como un cachorro prestado que viven trasladando de un lado a otro sin razón aparente y sin explicaciones. Domi es autoritaria, mandona y exigente, sin embargo, me agrada y Chip es dulce, por ello no me molesta que me traigan con ellos.
Espero a un lado de la sala fingiendo que no tengo interés en lo que dicen en ruso, ya que el mafioso y Domi están dialogando en su lengua materna y él, como cosa rara, siempre está serio usando un tono bastante intimidante.
Me concentro en el movimiento de sus labios y el porte recto, paseo los ojos por la espalda ancha y el cuerpo moldeado. Es que no puedo verlo sin imaginarlo semi desnudo, siento que este no fue el mafioso que me prometieron. Death advertía y advertía, pero no dijo nada de su físico, de su aura y yo me lo imaginaba de una forma muy diferente.
Pocas veces te topas con hombres de su tipo. Veo chicos como Vlad frecuentemente en la tele, en las revistas, en pinterest, porque es un joven apuesto.
Pero el espécimen del ruso es raro y más en el peligroso rol que desempeña, ya que eso lo empeora todo.
Domi se mueve y vuelve rápidamente con un abrigo, le da instrucciones a Chip y sale con el Boss que deja a sus hombres custodiando la casa.
—Tienes que irte a dormir temprano, mañana viajaremos.
Asiento reparando la casa. No soy ninguna pobretona, pero estos sitios tienen un aura tan fuerte que te sientes viviendo con iluminatis, ya que se respira poder, peligro y problemas.
—Ven a mi alcoba —me invita Chip y me pregunto por qué no duerme con Domi. En Alaska también dormían en habitaciones separadas.
Me pide que me siente en la alfombra y empieza a realizarme una limpieza facial dejando una mascarilla antes de alcanzar el móvil.
—Mira estos vestidos —muestra—. Tengo una idea y es elaborarte prendas exclusivas que den de qué hablar. Cuando entres a las pistas todos dirán, ¡Oh, de dónde sacó ese vestido!
Los trajes de patinaje que tenía no se comparan con los que me muestra.
—Debes esforzarte, entre mejor te comportes y ganes, más privilegios tendrás —asegura—. Los detalles cuentan; que paguen para entrenar en las mejores pistas con gente del mundo del patinaje, que tengas los mejores fisioterapeutas, masajistas y diseñadores.
—No —sonríe—. Caí en el radar de Domi que me enseñó su mundo y esto es tan adictivo que una vez que entras no sales. Estés en el papel que estés.
Me ofrece la mano para que me ponga en pie luego de quitarme la mascarilla.
—Ve a dormir o amaneceras cansada mañana.
Obedezco dejando que me lleve a la habitación de huéspedes.
Todavía no supero mi presentación y por ello sonrío cada vez que me acuerdo. Miro el techo y el recuerdo de mi presentación es reemplazado con la imagen del ruso en boxer y con un bulto enorme detrás de la prenda.
Cambio de posición. No entiendo qué es lo que me pasa, si no quiero ser su enemiga, pero algo raro surge cada que aparece. Las manos me sudan y mi pecho envía pulsaciones a los lugares equivocados, ¿Miedo?
¿Por qué froté con ansias mi clítoris anoche?
¿Por qué me empapé cuando me hizo preguntas en el parque?
Esas son cosas que no deben pasar y vienen pasando desde hace mucho, porque cuando lo vi por primera vez sentí esa cremosidad en mi entrepierna.
Sin conocerlo, sin saber quién rayos era o qué intenciones tenía. Entró mientras yo estaba desnuda y cuando levanté la vista encontrándome con su imagen se me alivianó la saliva, así como me erice la primera vez que lo vi azotando a Zulima. Pasó sin saber o tener idea de lo que me esperaba.
Dejo la almohada sobre mi cara, siento que mi pochola no está sintonizada con mi cerebro y el que tenga ganas ahora me lo confirma. Me sudan las manos, esto es un juego arriesgado el cual puede salirme caro si no me mido.
Permito que el sueño me venza y apague el cosquilleo que no desaparece desde que me trajeron a Moscú.
—De pie —Domi me quita las sábanas—. Nos están esperando y te necesito bañada, arreglada y dispuesta en doce minutos o no hay desayuno ni almuerzo.
Salgo a voladas lavándome los dientes y tomando una ducha antes de colocarme la ropa que me dejaron en la cama. Procuro que mi moño no se vea desordenado, no quiero que me castiguen ni me quiten nada.
—Saratov llevará a cabo el certamen del hielo con competidores prodigios que son y serán el futuro del patinaje artístico en los dos próximos años —explica Domi mientras la sigo a los vehículos—. Acabé de conseguir un cupo y necesito que entres con el pie derecho.
—Eres una novata que nunca ha pasado de las ligas menores, de hecho, ni de las ligas menores. Has estado en el subsuelo del patinaje, pero ahora es diferente —advierte—. Olvídate de tu presentación estelar y enfócate en que ahora eres una
competidora la cual tiene que sobresalir o sobresalir, ya que si fallas te vas a hundir en la maldita mierda.
Muevo la cabeza dándole la razón. Siendo sincera, los castigos de Domi me atemorizan ya que cada que no logro algo me deja vuelta papilla.
Abordamos una avioneta que nos lleva a la otra ciudad donde me entregan una sudadera con una corona estampada, Chip me recoge el cabello en un moño apretado antes de entregarme los lentes grandes.
—A nadie le vas a decir quién eres. El que se vaya a dirigir a ti tiene que hacerlo con tu seudónimo —indica Domi mientras salimos de la pista—. En los entrenamientos no te vas a quitar los lentes, yo me encargaré de mantener oculta tu identidad moviendo lo que tenga que mover, pero nadie sabrá que detrás del antifaz o los lentes está Emma James.
La ciudad es asombrosa y la dominatrix reserva una habitación de hotel antes de llevarme al centro del certamen.
—Son diez noches, diez concursos y hay una tabla con espacio para setenta participantes. Tienes que conseguir un cupo entre esos —explica Domi—. Brillar, lucirse y ganar son las únicas cosas que debes tener en la cabeza que aquí hay mucho dinero en juego.
Bajamos de la camioneta que nos mueve y una enorme edificación con fachada tipo coliseo se cierne sobre nosotros. Las puertas automáticas se abren y hay varios jóvenes con sus respectivos equipos a lo largo del vestíbulo donde no se respira el aire de compañerismo que había en las pistas de Phoenix.
Por el contrario, los huesos se me tensan con la forma que se evalúan todos con todos. Su postura corporal los hace ver como si estuvieran a la defensiva.
A partir de ahora entrarás a un nivel donde todos se codean, empujan y hieren—me explica dominatrix—. Esto es una batalla de hienas, nadie quiere perder porque se han matado desde niños con el único objetivo de triunfar.
Observo el panorama, hay gente de todas las etnias; africanos, asiáticos, americanos. rusos...
— Nadie compite sanamente, nadie es amigo de nadie y han de venderle hasta el alma al diablo con tal de tener feliz al que los patrocina, ya que la fama es algo que muchos quieren, pero muy pocos pueden alcanzar —sigue Domi tomándome del mentón para que mire a una concursante —. Saori Yoshida, sus padres ganaron el olímpico tres veces y antes de parirla ya  sabían lo que sería. Hace magia en la pista, es la favorita siendo señalada como la nueva gran estrella del patinaje —me mueve la vista a otro lado—.
Ava Clark, patina desde los tres y nunca se baja del primer o segundo lugar en las competencias. Ha estado entre las mejores y es otro prodigio del patinaje, así como lo son Onur Ibrahim, Sophie Clark y Camille Sotelo. Son los competidores más grandes, los cuales prefieren que le amputen los dedos a perder el puesto en el ranking de los diez mejores en el que tú tienes que estar.
—La vida no es justa, ellos y el resto del grupo de 10 ya está en los primeros lugares y ni siquiera ha empezado el certamen —explica—.
Obviamente nadie querrá caer, pero tú tienes que sacar a uno de esos para que el mundo te mire, porque ellos son y serán los grandes protagonistas de este deporte. Si no estás entre los diez mejores, ponte a vender abono que perderás el tiempo intentando lograr algo.
No sé qué da más miedo, si los concursantes o los entrenadores con la mala cara. Domi deja la mano en mis hombros llevándome con ella. El ambiente está tenso, hay gente sudando y calentando en grupos de diez.
—Hay 230 participantes y solo 70 quedarán en el concurso —me advierte Domi—. Si no pasas las pruebas te vas a quedar afuera y no solo del concurso, dormirás en la calle porque al hotel no te voy a dejar entrar, simplemente te mandaré a los prostíbulos subterráneos.
—Al hielo.
Me apresuro a cumplir las pruebas de velocidad, flexibilidad y equilibrio esforzándome por pasar los niveles y la dominatrix no tenga que tomar represalias.
—¡Grilletes! —exclama Domi— Tienes grilletes en los tobillos que en cualquier momento pueden devolverte.
El recuerdo del teaser contra mi piel me hace moverme a toda velocidad sin importarme a quien paso, solo le huyo al castigo, la reprimenda o lo que sea que me espere. La pista se me hace corta y el juez para el cronómetro anotando mi resultado.
—¡No se te ocurra caerte! —me grita Domi— Sabes que con la comida no se juega.
Los días sin cena le clavan una idea a mi cerebro y es no, «No falles porque nos pesa», «No falles porque no comemos». Cumplo todo al pie de la letra aunque esté bañada en sudor, aunque no pueda más y me duelan los tobillos, aunque el dolor en la espalda me esté matando. Hago todo porque necesito quedarme.
Un juez asiático evalúa la línea de competidores descartando y entregando puestos y yo me muerdo los labios ansiosa cuando se acerca a mi sitio, me da la mano entregándome una ficha y siento que el alma me vuelve al cuerpo.
—Gracias —indico.
«Estoy entre los 70». La primera noche llega y no me deja descansar, ya que debo preparar la coreografía. Termino con los pies metidos en hielo y a la mañana siguiente vuelvo a toparme con el grupo de 70 que me observa cuando entro con mi sudadera limpia.
—¡Anda, anda! —me grita Domi cuando estoy en el hielo— ¡Demuestra quién es la verdadera Reina de esto!
No lo soy, hay muchas mejores que yo, pero Domi se la pasa gritando lo contrario. El grupo selecto de diez deja más que claro que no se dejarán quitar el puesto.
—Tienes que estar entre ese grupo de hijos de perra —repite Domi—
¡Saca a uno!
Sigo pensando que está loca y no ve como lanzan volteretas que rayan a lo irreal. Además tienen coreografías limpias y entrenadores que son ex patinadores olímpicos.
Me ejercito en el gimnasio por cuatro horas seguidas y salto la cuerda por dos con los audífonos puestos. Domi no quiere que me desconcentre con los murmullos de otros.
Anochece otra vez y con ello llega la primera noche de concursos.
—Lorely Dubois, Marko Ferriani y Agna Wagner —me avisa Chip— son tus contrincantes, los que ganen se llevan los puntos que los suben en el tablero. Tienes que entrar al ranking Em, por puntaje o por eliminación, pero hay que entrar.
Se me llena la vejiga con lo nerviosa que estoy. Domi llega con el vestido dorado, el antifaz a juego y los patines del Boss. Antes de irme a la pista me llevan a una habitación aparte.
Es la enfermería, me dejan sola y a los pocos minutos aparece el ruso con dos voyeviki.«Como si no estuviera nerviosa ya», tiene un traje sin corbata, su presencia llena el sitio y está más serio que nunca. Mueve las manos y un verdugo se acerca abriendo el maletín lleno de billetes de alta denominación.
—Todo esto que ves aquí es lo que voy a apostar por ti —saca un fajo para que vea que es real—. Tres contrincantes, tres maletines los cuales se multiplicarán, ¿Cierto?
Es demasiado dinero y nadie debería tomar ese tipo de decisiones con una novata.
—Yo…
—Yo nada, Ved´ma —me acorrala contra la camilla sujetándome la cara
—. El negocio de las apuestas sabe que eres mi patinadora, los diamantes que cargas en los pies lo demuestran y ellos también tienen sus concursantes, pero resulta y pasa que lo mejor de lo mejor lo tengo yo y lo demostraré una vez más, ¿Está claro?
—Los socios que te vieron también entraron y esperan la victoria.
Asiento para que se aleje y lo hace cerrando el maletín. Los hombres se retiran. «Dios, iluminame» y ayúdame a que nadie me meta un tiro en plena pista.
Llega el momento de salir. Pasan las primeras parejas y no hay coreografía mala, los puntajes definen al ganador. La pantalla muestra mi nombre y el de mi compañera, pero ella pasa primero.
El jurado se muestra satisfecho con lo que hace. Bring Me to life es mi pista y salgo al ruedo haciéndolo lo mejor posible con giros, saltos y maniobras. Secuencias y aterrizajes limpios.
No me siento segura con el último salto y siento que eso daña toda la presentación. Chip me pide desde la tribuna que sonría, pero solo acomodo el antifaz mientras la otra patinadora entra.
Siento que sería lindo darle la mano, pero su actitud me dice que no y por ello actúo igual mientras la cámara nos enfoca a ambas. Los paneles con números aparecen mostrando los puntajes de las dos al mismo tiempo. Mi cara se adueña de la pantalla y aprieto el puño cuando mi puntaje arrasa con el suyo.
El público rompe en aplausos y celebro el mismo triunfo dos veces más a lo largo de la noche. Los asistentes enloquecen con la última presentación donde el nivel de mi contrincante me obliga a soltar el mortal hacia atrás para asegurar la victoria.
—¿Escuchaste esa ovación? —pregunta Domi enloquecida— Lo amaron, te amaron mi reina…
Sigo temblando, el último era un muy buen competidor y sentí que me iba a sobrepasar. Me colocan el abrigo y Chip, como siempre, guarda los patines y me ayuda con las bailarinas antes de salir.
—Mañana en la noche hay una fiesta “Selecta” de presentación en el hotel Real —avisa Domi en el auto—. Obviamente estás invitada, solo irán veinte concursantes.
—Gracias mi Reina —me tira un beso—. Conseguiré algo lindo para ti.
Ya no me siento como la peor de las James y eso es un arma de doble filo, porque me llena de más ganas de vivir, de brillar. Mis oídos recuerdan los aplausos que creí que nunca recibiría y recuesto la cabeza en el asiento evocando mi noche.
Empiezo la mañana con un nutritivo desayuno y mis vitaminas antes de someterme a cinco horas de entrenamiento en el gimnasio con Chip. Al mediodía estoy duchada y siendo movida a un centro comercial de lujo donde el sumiso se encuentra con el Boss.
—Necesita cremas, tobilleras, rodilleras y otras cosas más que iré diciendo —le dice Chip al ruso que rueda los ojos pegándose al celular.
Se queda en su auto mientras los voyeviki nos acompañan a las tiendas.
El rubio escoge lo que se requiere; articulos de patinaje, labiales, bases y maquillaje de las mejores tiendas.
—Necesitas ropa —indica—. No puedes andar con sudadera siempre, así que usaremos lo que queda del presupuesto.
La ropa es cara, pero hermosa y escojo varias prendas según mi estilo, «ombligueras, faldas cortas y medias de todo tipo».
Estoy mal de ropa interior y me enfoco en eso alzando el cachetero de encaje estirandolo para ver si me queda, pero lo termino bajando de golpe cuando entra el Boss clavando la mirada en lo que hago.
—Creo que ya —lo echo en la canasta.
—Ven a ver esto —Chip me lleva al maniquí—. Este vestido es perfecto para la fiesta de esta noche ¿Te gusta?
¿Gustar? Lo que me está mostrando no es un vestido, es una obra maestra de color blanco corto, con tull y pedrería plateada en el corset. No tiene tirantes y las rodillas me tiemblan de solo imaginar lo bien que se me verán las piernas con él.
—Necesito la otra ropa —busco la mejor excusa para desencantarme.
—¿Qué? —me alejo y se me viene detrás— No le voy a pedir nada, pensé cien mil veces en pedirle un billete que me alcanzara para un cono callejero…
—Em, está precioso —insiste— ¿Por qué no lo intentas?
—No...
—Mídetelo para ver que tal —insiste.
—Chip, me conozco, si me lo pongo me voy a encaprichar y…
—Hazlo y ya.
Me empuja al vestidor pidiendo la prenda. Si, no voy a negar que hacía esto con frecuencia cuando salía con mis amigas, pero este vestido es el tipo de cosas que ignoraba, ya que no me alcanzaba con la mesada.
Salgo a que chip me lo abotone atrás y me lleva al espejo gigante donde subo; me encanta, me encanta y lo amo.
Me queda super corto, pero es lo que más me atrae. Ensayo peinados como si lo fuera a comprar y el rubio se ríe insistiendo en que me queda hermoso.
—No tengo todo el día —aparece el ruso y se acaba la fiesta cuando me repara de arriba a abajo erizandome la piel.
—A Emma le gusta este vestido, Boss —habla Chip—. Y se lo quiso probar a ver qué tal…
¿Ah, yo? No lo voy a culpar, la verdad es que si me gusta y mucho. Por eso no me mido cosas, porque luego no quiero soltarlas.
—. El Boss es un hombre ocupado.
Obedezco de mala gana, «¿Para qué me lo medí?». Soy una idiota que ahora está rabiosa sin razón alguna. Caigo en cuenta que de seguro Domi ya escogió algo, pero yo ahora quiero este vestido y siento que con otra cosa no me voy a ver bien.
Chip está pasando las prendas por la caja. El ruso está adentro, sacó a todo el mundo de la tienda dejándola vacía.
Me acerco a la dependienta que está a pocos pasos del mafioso, ella alarga la mano para recibir el vestido, pero mis puños se cierran en él y…
—¿Me lo compras? —me vuelvo hacia el mafioso olvidándome de la dependienta.
—¿Disculpa? —se hace el idiota.
—Es que me gusta mucho —soy sincera quedando frente a él, debo alzar la cara para mirarlo y respiro hondo—. He patinado bien, he hecho las cosas bien y quiero que me lo compres porque he sido una buena chica.
Se queda en silencio y la dependienta nos mira raro, pero no me importa a la hora abrazar la prenda.
—¿Si? —insisto por última vez y me arrepiento de inmediato con la sonrisa sombría que me dedica «¿Pero cómo he de llamarme? ¿Emma Pendeja James?» Es obvio que se me va a…
Me da la espalda saliendo de la tienda y su voyeviki me quita el vestido llevándolo a la caja. Lo celebro con Chip y en la noche estoy más que animada para competir.
Mis patines brillan en la pista de hielo que recorro llena de fervor, la brisa fría me refresca y el ¡Oh! del público sorprendido me da vida.
«Esto es lo mío», lo que amo, lo que adoro y me hace sentir como un espécimen con alas el cual se eleva en el aire y aterriza en un solo pie manteniendo el equilibrio.
Sé que la velocidad es peligrosa, que las piruetas también, pero no me importa, porque si no me han matado los rusos, no me va a matar el patinaje.
—Se viene el triple axel…
Hablan en los altavoces y me impulso dejando los brazos contra mi pecho mientras me alzo y…
—¡Aterrizaje perfecto! —exclaman. El público aplaude y yo sigo con mi coreografía mientras me vanaglorian.
Tres contrincantes, tres triunfos que me mueven en el tablero y me dan el apoyo del público que se pregunta cómo me llamo, de dónde vengo y porqué no había venido antes.
Ya no paso desapercibida entre los concursantes que se callan cuando entro, pero no me importa, bastante que me preocupé por agradarle a mi familia como para desgastarme con gente a la que no le debo nada.
Reparan mis patines y en Chip, que actúa como si fuera un lacayo soltandolos mientras me coloco mi gabán. Espero no darme contra el suelo porque me está gustando esta seguridad que estoy adquiriendo.
—Mi reina, brillaste otra vez —Domi me besa la frente y me lleva donde un estilista que me prepara para la fiesta.
El antifaz combina con mi vestido y me dejaron el cabello suelto, las sandalias son del color del corset y entiendo a qué se refería Domi cuando dijo que era “Selecta”.
Hay varias figuras del patinaje, ex competidores y representantes de varias marcas como también hay ¿Miembros de la mafia? No sé, pero creo que ya puedo reconocerlos así estén vestidos de payasos y lo peor es que son padres de dos concursantes o esposos de entrenadores.
—Aquí no solo está metida la Bratva —explica Domi—. A la delincuencia le encanta competir y este deporte no es la excepción…
Bajo los escalones, la música está suave y los concursantes son presentados ante patrocinadores que los evalúan. Domi me presenta sonriente y recibo besos dobles mientras me adulan mostrando su admiración, en tanto Chip tiene que traducir los idiomas que me cuesta entender.
«Solo hablo inglés, francés y entiendo algo de italiano».
—Yo quiero a esta linda muñequita —un asiático me entrega una copa de champagne que no alcanzo ni a saborear ya que me la quitan.
—Lastima, tiene dueño y soy yo —el ruso aparece de la nada tomándose mi licor.
—Ilenko, dale gusto a este viejo amigo…
—En este mundo no hay amigos, Wang —responde el mafioso y el asiatico se encoge de hombros.
El hombre se retira y el Boss es quien recibe las adulaciones. No tiene que usar un traje para verse elegante, ya que solo tiene una camisa blanca y un pantalón de lino entallado que le resalta las piernas gruesas.
Domi me lleva a presentarme al resto de invitados, sin embargo, mi vista se queda en el hombre que es saludado por varias mujeres y eso me molesta, no sé porque, pero me molesta.
Siento que su mirada se compenetra con la mía cuando me observa como si no tuviera el antifaz. Intento tomar una de las copas que me ofrecen, pero esa misma mirada me ordena que no y me termina cabreando.
Lo ignoro tomando un vaso de todas formas, sin embargo, en menos de nada lo tengo al lado quitándome la copa.
—Esto no es para crías —se la bebe—. Pídete un soda….
Domi se ríe largandose con Chip a saludar no sé a quién mientras yo sigo cabreada.
—Soy mayor de edad —lo encaro o eso intento—. Deja de subestimarme creyendo que tengo doce años, que he demostrado lo contrario.
—Yo pienso otra cosa —contesta tomando otra copa.
Intento irme, pero me toma de la muñeca y me safo de inmediato con lo que desencadena.
— ¿Cuál es el miedo? Ya he tocado otras cosas —me dice en el oído antes de retirarse—. Lindo vestido.
Hay una cantante en la tarima y él se empina la bebida mientras ella deleita al público con su voz, pero su música en vez de alegrarme me da nostalgia.
Él se vuelve a alejar y yo sigo saludando a la prensa que ha venido a conocerme mientras Domi le dice a todo el mundo que soy una reina.
Me besan el dorso de la mano, recibo besos dobles y soy tratada como una criatura hermosa y, pese a que la gente me aturde, sigo sintiendo la mirada del ruso sobre mí, en tanto Domi se mantiene a mi lado.
—Reconozco esa mirada, el Underboss no me agrada, pero reconozco que Vladimir tenía razón en una sola cosa —comenta la dominatrix— y es que Ilenko es peligroso y con él no se tiene punto medio.
Acaricia mi rostro dejando un mechón de cabello tras mi oreja.
—Puede darte todo o dejarte sin nada, es así de sencillo—advierte.
La noche transcurre y Domi es la que interactúa. Ceno y no puedo dejar de ver las mujeres despampanantes que se acercan al mafioso. El juego de las miradas no cesa, miradas insinuantes que me alteran los nervios.
La humedad de mi zona íntima hace que me mueva incomoda, siento que tengo la cara ardiente y ya no sé ni con qué distraerme con las cosas que proyecta mi cerebro. Busco lo malo de todo esto y empiezo a hacerme preguntas que me ponen entre la espada y la pared mientras él me sigue comiendo con los ojos aumentando las ansias.
Mis bragas son un desastre y acomodo el corset cuidando de que mis senos no me delaten. Estoy caliente no tiene caso negarlo y mi cabeza sigue lanzando preguntas...
¿Me gusta?
Mi cerebro arroja una sola respuesta que me hace doler el cuello mientras mis ojos viajan a su sitio y me mira por última vez antes de buscar la salida.
Chip está en el baño, Domi atendiendo una llamada y sé que no debería hacer lo que haré, pero…
Me pongo en pie buscando la salida también, siento que las rodillas me tiemblan cuando tomo las escaleras del lobby por donde suben los voyeviki.
Observo la habitación a la que entra él y recuesto la espalda en la pared fría con los ojos llorosos porque no me estoy entendiendo y más que mentirle a otros siento que todo este tiempo me he mentido a mi misma y no está bien por mil y un motivos, pero quiero hacerlo.
Respiro hondo recorriendo el pasillo entapetado, los hombres rusos rondan la puerta desde lejos, saben perfectamente quien soy y no dicen nada cuando coloco la mano en el pomo que cede.
Está de espaldas sirviéndose un trago y se vuelve hacia mí con la camisa desencajada y abierta.
—Firmarás un pacto con el diablo si atraviesas ese umbral —advierte—.
Así que como lo dije una vez: Huye, porque si te atrapo no te suelto.
Sacude la cabeza cuando lo cruzo cerrando la puerta con pestillo, las ventanas del balcón están abiertas y por ella se filtra la notas musicales de la fiesta.
La erección es notoria por encima del pantalón y mis ojos se encuentran con los suyos cuando doy un paso más alzando la mano despacio con la que recorro el pecho marcado que se siente como terciopelo, «Demonios». Me gusta la sensación y aprieto mientras mi boca se va contra el pectoral que muerdo con fuerza antes de chupetear la piel que huele a loción viril.
Chupo más fuerte y se inclina el vaso de licor que se estaba sirviendo antes de aferrarse al cabello que nace en mi nuca echándome la cabeza hacia atrás en una clara orden de que lo suelte.
Su pulgar acaricia mi labio y acto seguido me besa dándome de beber el licor que se acabó de empinar. El líquido baja por mi garganta y creo que esas mínimas gotas, él y su fragancia me embriaga por completo.
Se queda en mis labios con besos diestros, maestros y calientes que envuelven mi lengua con la suya en un ardiente frenesí que pasa a mi garganta cuando se apodera de ella. Siento que ya no tengo labial y deja la mano en mi cabello mientras me hace retroceder a la cama.
—¿Quieres esto? —se pasa la mano por la entrepierna— ¿Qué te folle el Boss?
Asiento y tiemblo con la navaja que aparece de la nada quedando contra mi cuello, palidezco, pero el me sigue sujetando con firmeza antes de bajarla y pasearla por mi cuello, pecho y clavícula. Queda en el escote y ya no hay escote cuando lo corta acabando con el corset con un tajo limpio que no toca mi piel.
No tengo sostén, por ende, mis pequeños pechos quedan expuestos y a merced de su boca cuando me empuja a la cama y cae sobre mí sujetando mis muñecas mientras se lanza a devorarme los senos.
No tengo mucho, pero él los avasalla como si fueran enormes regocijándose con una fuerza tortuosamente placentera y no sé porqué me prende la idea de que el Boss de la mafia rusa me esté chupando las tetas con tanto empeño, con tanto brío.
Me está marcando, maltratando y deleitando con los dientes, pero no me importa porque la caricia de su lengua compensa todo. Su saliva brilla en ellas y las vuelve a estrujar, las palmea y muerde no sé con qué fin.
—Son pequeñas —digo mientras las lame.
—Como tú —sube a mi boca sin soltarme las muñecas y siento que explora cada recoveco de mi boca con el beso húmedo que solo hace que me mueva bajo su cuerpo mientras soba el miembro enfundado en los vaqueros contra mis pantis.
Se siente duro, grande y grueso.
—¿Te gustan las caricias bonitas? — pregunta con un tono que empapa.
Susurra en mi oído y asiento de forma automática ganándome besos húmedos en el cuello, pecho y abdomen.
—Mira esta —llega a mi sexo soltándome las manos y corre mis bragas abriendo los pliegues donde deja caer la saliva antes de empezar a lametear acelerándome el ritmo. «Dios».
La boca maniobrando allá abajo como si fuera el más exquisito manjar.
Me apoyo en los codos y él alcanza mis pechos mientras las notas musicales que vienen de afuera disfrazan mis jadeos con el oral que pone a vibrar todo mi sexo.
—Está dulce —lame más y me hubiese gustado que apagara las luces para no tener que ver como se come mi sexo.
Tengo ganas de llorar, pero a la vez quiero chillar con las sensaciones que desencadena el que chupe los pliegues rosados tragándose toda mi excitación y me da pena, pero a la vez quiero más de la boca que me está llevando al cielo o al infierno, no sé. Solo siento la fuerza de sus manos sobre mis pechos cuando se pierde y yo entierro los codos en la cama con los temblores del orgasmo que me roba la energía.
Vuelve a mi boca y siento el sabor salado de mi sexo cuando me unta de este y me gusta tanto que limpio el resto que quedó en el borde de sus labios mientras se saca la camisa y el pantalón.
Todo en él es tan grande que presiento que va a acabar conmigo con esa aura imponente y el cuerpo fuerte que me hace sentir como una nenita, la cual necesita que la besen mucho.
—Soy muy pequeña para ti —digo—. Me vas a partir.
—¿Pequeña? —la palabra se oye sexy en su boca— ¿Te sientes así con esto?
El grueso capullo de su miembro roza mis pliegues y muevo la cabeza en señal de asentimiento dejando las manos en los hombros entallados. Creo que está más que caliente ya que empuja con una fuerza bruta la cual me abre por completo, «Me va a romper».
El saco de sus pelotas queda contra mis glúteos y mis pliegues lo recubren mientras el miembro grande se resbala dentro y fuera cubierto con mi crema femenina. Las malditas luces juegan en mi contra ya que ver algo tan grande y grueso entrando y saliendo de mi interior hace que me moje más.
Me está empalando con su miembro y lo hace con una fuerza descomunal que merma las caricias tornándose brusco al punto de que me maltrata las muñecas con el agarre que ejerce.
—¿Si? —roza el mentón en mi mejilla y me contoneo en busca de más caricias así. Mis brazos rodean su cuello— ¿Duele?
Asiento y no me niega el acceso a su boca. Mordisquea mi barbilla, mi cuello y mis hombros sin dejar de moverse, sin dejar de soltar empellones duros y voraces.
La música sigue sonando afuera y el olor a loción mezclado con sudor se toma la alcoba.
—Ved´ma —susurra apretando mi cuello con una sola mano y siento que está conteniendo las ganas de matarme y por ello me vuelve a besar mientras aprieta la sábana que tiene abajo—, no tienes idea de lo que acabas de hacer.
Si, sé lo que hice y no me molesta porque me gusta y quería hacerlo. Mis piernas lo envuelve incitándolo a que no pare en tanto el sonido encharcado se compenetra con los jadeos de ambos cuando me sigue empalando, embistiendo, soltando palabras en su idioma que no entiendo, pero me prenden.
Mis uñas se entierran en su espalda y me da más duro soltanto el derrame que me llena y se desliza por la ranura de mis glúteos.
No se queda, se levanta desnudo dándome la espalda y yo me muevo a la orilla de la cama acomodando la tanga con la que me folló. Está llena de él y eso vuelve a encenderme y a hacer que frote por encima queriendo más.
Se pasa las manos por el cabello antes de voltearse perdiéndose en lo que hago.
—Dejaste mucho —las palabras se escapan de mi boca y su erección crece mientras se acerca nuevamente atrapandolo en su mano.
—¿Qué voy a hacer contigo?
—No sé, pero fóllame otra vez —se inclina a llevarme contra la cama y mis piernas se preparan para recibirlo.

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