CAPITULO 40 -NOCH PRIZRAK

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Vladimir.
Catorce años atrás.
Soy un leoncillo feliz, mi padre me adora, mi madre me ama y de grande seré el heredero de la Bratva, ya que según el abuelo, los Romanov venimos de un antiguo Dios muy fuerte, aguerrido y poderoso. De ahí viene el cabello dorado que me llega a los hombros y el respeto de las otras familias que conocen mi origen.
Hoy papá tiene que irse a estudiar su Doctorado y la tía Sasha ya me advirtió que tardará en volver, ya que debe consolidarse como un hombre de “Negocios”. Y no sé qué es eso, pero mi tía dice que toma tiempo. No quiero que se vaya porque no podré ver cómo se prepara para ser el nuevo Boss.
Lo abrazo, él se levanta a acariciar a mi madre y medio toca a Maxi antes de partir.
Madre está feliz debido a que su familia se ha mudado a nuestras tierras y dice que ya no se sentirá tan sola. Ella me consiente mucho a mí y a mi hermano, pero a mí me da más besos cuando papá no está.
Me baña, me cuida, me defiende y me trata con amor.
Duerme conmigo y en la mañana recojo mis juguetes preparándome para ir a conocer a la familia de madre que nos reciben a Maxi y a mí en la granja con un caluroso abrazo.
«No me gusta como huelen», pero madre se ve dichosa y, por ello, yo también. El abuelo me da un beso en la boca y los demás tocan mi cabello diciéndome que soy hermoso.
— Maxi también —digo señalando a mi hermano.
— Pero tú más —insisten y me siento diferente entre ellos que se ven opacos, sucios y no son como la familia de papá a la que le luce la ropa bonita.
No brillan como yo, no ríen como yo, pero eso no importa porque madre no deja de verse feliz.
— Ve a las piernas del abuelo —pide y me niego, pero se enoja borrando la sonrisa—. Ellos también son tus parientes y te quieren como los
Romanov, así que ve.
Hago caso dejando que el abuelo me reciba y éste besa mis mejillas antes de abrazarme.
— Este será mi nieto favorito —asegura y mamá vuelve a estar feliz bebiendo con sus hermanos.
—¿Viste Vlad? Serás el consentido aquí también.
Me miro en el espejo paseando las ruedas de mi auto en él y siento que brillo con el regalo de papá que conoce a mi Dios mitológico favorito después de él. Maxi llora porque no tiene una túnica y yo me niego a quitármela en todo el día siendo un niño diferente entre los que juegan conmigo.
— Dejalo hoy, Sonya —pide el abuelo y mamá como siempre no refuta.
Solo se va a tomar la bebida feliz con sus hermanos.
Maxi ya está dormido y termino de jugar subiéndome a la cama para quitarme las sandalias, no puedo y el abuelo entra a ayudarme.
— Me quieres, ¿Vlad? —pregunta y asiento.
— Yo también.
Planta los labios en mi boca y me muevo incómodo cuando tarda demasiado deslizando sus manos por mis piernas subiendo mi túnica. Trato de apartarme, pero vuelve a besarme como papá besa a mamá.
— Estoy cansado —le digo.
— Pero el abuelo quiere jugar con su nieto favorito demostrando lo mucho que lo quiere —dice—. A Sonya también le gustaba este juego y le alegrará saber que te lo enseñé.
Me voltea paseando su tacto por mi cuerpo, posa mis manos en la cama y baja su pantalón subiendo mi túnica dorada.
— Te quiero mucho, Vlad —dice posando algo duro atrás y lloro con el dolor que desencadena cuando me maltrata.
— No me gusta este juego —digo.
— Ya luego te va a gustar —sigue empujando y lloró más fuerte—. Sólo ten tu hermosa túnica.
Estrujo la tela contra mi pecho apretando mis párpados con fuerza, quiero irme a casa porque duele demasiado.
Sus gruñidos me dan miedo y algo se entierra dentro de mí cuando no se quita y me lastima mientras no paro de llorar . «El abuelo Akin no juega así», el abuelo Akin me cuenta leyendas y me sienta en sus piernas, pero no me toca como el abuelo Lazareva.
Empuja más fuerte, algo caliente invade mis piernas a la vez que percibo como abre la piel de mis caderas y me siento sucio. Deja un beso en mi cabeza y me acuesta en la cama asegurando que le gustó jugar.
— Ya es un hombre —le dice a mamá que se sienta a mi lado oliendo a su bebida feliz—. También jugábamos así, ¿Cierto, Sonya?
“ Maxi no juega porque él no es el miembro favorito”, “El no es tan bonito como tú”. Eso dice la tía Tonya y los primos de mamá cada que empieza el juego que ya no duele al repetirlo tantas veces cada vez que los visito, solo siguen ardiendo los cortes en mi piel y mamá me baña advirtiendo que no le diga nada a nadie, ya que le harán daño al no saber entenderlo.
Papá me llama todos los días, pero no le cuento que el abuelo me compró un vestido de niña y jugó conmigo con él puesto, no le digo que la tía Tonya pintó mis labios e hizo que la lamiera en sus partes mientras ella besaba a su novio que luego jugó conmigo también. Tampoco le hablo sobre los cortes que me hacen cada que termina el juego.
No le confieso que ya no me gusta mirarme al espejo porque no veo mi brillo. Ya no me siento como el Dios que nombra el abuelo Akin.
No quiero que entren a mi alcoba de forma silenciosa cada que me quedo y que su sombra se vea como espectros nocturnos que llegan de a dos pidiéndome que me levante quitándome los boxer de superhéroe que le pedí a papá.
Arruinan mi ropa porque ya no la veo igual cada que la untan.
— Vlad, eres tan bello —puja el hermano mayor de mamá en mis oídos y me lastima tanto que me sumo. Aprieto los ojos razonando y entendiendo que solo jugamos, porque quien me quiere nunca me haría daño como dice mi madre, sin embargo, el corte aún duele.
Mis carros de carrera quedan de lado, mis disfraces, pelotas, mis juguetes.
Ahora solo juego con adultos que se reúnen para que luzca los vestidos que me traen y mamá se une a ellos oliendo a su bebida feliz mientras sus primos, tíos y hermanos se divierten conmigo metiendo cosas dentro de mí.
Duele tanto que cada que pasa cierro los ojos y repito “es un juego” que ahora me enferma, me hace caminar lento y que no me gusta recordar.
¡Papá volvió! Y me siento tan feliz de verlo. Me abre los brazos cuando me ve dejando que me lance a su pecho y mientras yo tiemblo llorando, él se queda inmóvil y siento que he apagado la alegría que traía.
Busca mis ojos y me limpio las lágrimas abrazándolo otra vez, «Estos abrazos sí me gustan».
—¿Qué tienes? —pregunta.
— Estoy muy feliz de verte —confieso—. No vuelvas a irte.
Se levanta y mamá lo recibe, pero parece que he hecho algo mal porque papá no deja de mirarme y preguntarme qué he hecho en todo este tiempo, por qué he bajado de peso, pero siempre le contesto que jugar con la familia que me quiere mucho mostrándole los juguetes que me han dado los Lazareva.
Madre siempre nos interrumpe cuando estamos solos, ya no me lleva a la casa de su familia y siempre me advierte que no diga nada sobre su forma de quererme, pero mamá no sabe que mientras ella me habla yo siento la presencia de mi padre cerca, acechando, porque a él le gusta acechar en silencio sin que nadie lo vea.
Padre no es el mismo. Desde que volvió parece no querer a mamá porque no le gusta que lo toque, ella intenta besarlo y él la aleja haciendo que discutan.
Los recuerdos de la granja toman mi cabeza cuando duermo y me veo golpeando la mesa donde me tiran bajando mi overol mientras lloro. Grito y vuelvo a mojar la cama en la mañana.
Salgo de ella rápidamente queriendo esconder las sábanas para que la empleada no le diga nada a papá, pero él entra reparando lo que hice y me pongo a llorar pidiendo perdón al sentirlo enojado.
Se acerca a quitarme la ropa, pero me rehúso como me lo advirtió mamá y me termina sacando la playera revisándome y hallando las marcas del juego. No dice nada, pero lo siento otra vez más enojado.
— Explicame cómo es ese juego —pide, pero yo solo le digo que no me acuerdo.
Viaja conmigo ese mismo día mientras mamá atiende sus asuntos y en el camino me indica que ya debo empezar a prepararme para ser un Underboss como él y por ello debe llevarme al doctor de la Bratva para que me revise, asiento y entramos al consultorio donde él responde varias preguntas.
La doctora es amable conmigo por ser su hijo, pero yo no dejo que me toque la pretina de mi pantalón.
— No quiero jugar —digo y papá se acerca a hacerlo él dándome un poco de confianza a la hora desvestirme.
Papá está atento a todo y con cada cosa se enoja más.
La doctora me deja detrás del separador y bajo de la camilla asomandome por un lado queriendo decirle a papá que no esté más enojado, pero él está frente a la mujer; la palabra “Violaron” sale de su boca transformando a mi padre con una mirada que me aterra y me oculto a la vez que varios disparos tronan antes de que venga por mí alzándome y llevándome con él.
Siento sus latidos, su fuerza estrechándome contra él lleno de ira y no quiero que se sienta así. No quiero que respire como lo hace y no quiero que tenga la mirada que tiene ahora, la cual se ve más aterradora salpicado de sangre, tenso y desesperado sin saber dónde llevarme.
No es mi papá. Ahora es el hombre que entrena para ser el Boss, el cual se transforma cada que debe defender a la Bratva y sus exigencias autoritarias me estremecen tanto que termino explicando que solo jugábamos.
— Ellos me quieren, papá —le explico en el auto contando como fueron las cosas.
Le hablo de la tía Tonya con su novio, del abuelo manchando mi túnica, de los primos de mamá demostrándome su cariño y de madre siendo toda  una mujer de la Bratva haciéndome feliz.
No habla, solo escucha con la mirada fija en el vidrio y yo tomo su mano diciéndole que lo quiero, cosa que lo hace arrancar alegrándome, porque mientras llegamos a casa se va transformándose en él nuevamente.
Saluda a mamá con un beso que ella recibe alegre al verlo como antes de partir a la Universidad.
— No me has hablado de tu familia, Sonya —le pregunta en la cena y ella le habla de todos mientras él pone atención a todo lo que dice.
Volvemos a ser una familia como antes aunque ya no esté feliz, solo me siento bien cuando papá me lleva con él a todos lados, porque ya no me deja con mamá y ella le reclama que le está robando su tiempo, pero él insiste en que estemos juntos.
Visitamos a los Lazareva que idolatran a papá y le da la mano a todos amablemente halagando a sus hijos mientras se gana su confianza pidiendo que lo traten como uno más.
Les ofrece empleo reiterando que siempre podrán contar con él y pregunta qué Lazareva están fuera de Rusia con el fin de ayudarlos. Mamá no deja de darle las gracias y a cada nada le dice que lo adora, que tiene el mejor marido por ayudar a su familia.
Lo trata como un rey y papá a ella también diciéndole palabras que la ponen feliz, pero cada que se voltea le cambia la mirada a una que me aterra y temo a que la lastime. «Yo amo a madre», pero papá ha estipulado que la tía Sasha es quien me cuida ahora y cuando no estoy con él, estoy con ella.
Me quedo a dormir en su casa porque papá tuvo que salir de improviso con el abuelo y cuando estoy por cerrar los ojos entran por mí a la alcoba sacándome a las malas de la cama.
Llamo a mi tía, pero ella está en el suelo luchando con varios hombres tratando de impedir que me lleven a la cabaña cubierta de nieve donde me amarran.
— Mi bello sobrino —me acaricia el hermano mayor de mi mamá—, te echamos de menos en casa.
— No quiero jugar —digo con su tacto sobre mi piel.
Hay varios hombres que no conozco y mi tío dice que me extrañan en la granja reclamando el porqué de hacerle caso a mi papá. Pasa horas y horas  gritándome que no tenía que contar el juego hasta que llega mamá enojada.
—¿Le dijiste algo a tu papá? —me pregunta— Dime Vlad, ¿Le dijiste?
¿Por qué ya no te deja conmigo? Si yo te amo y tú me amas.
Huele a su bebida feliz al igual que su hermano.
— Mira lo que tenemos que hacer para que estemos a solas —insiste y su hermano la aparta diciéndole que ya lo dañó, que de seguro no supo encubrir nada y por ello la golpea salvajemente en el suelo y ella a él.
—¡Suelta a mi mamá! —le grito mientras ella se defiende como toda una guerrera, pero los desconocidos lo ayudan y la terminan atrapando mientras mi tío viene a mi puesto arrancándome la ropa— ¡No quiero jugar!
Me pone contra una mesa. Hay mucho ruido por los gritos y el aguacero de afuera.
— Hazlo Vlad o me van a matar. Déjalo jugar — pide mamá y las manos de mi tío quedan en mis hombros pujando como un animal mientras entra en mí diciendo que me ama.
—¡No quiero! —forcejeo llorando— ¡Quiero que venga mi papá!
Me obliga a jugar el juego que no me gusta, me obliga a que reciba su cariño y el dolor es tanto que me orino recordando las veces que me han obligado, ya que la tía Sasha no me muestra su amor así, ni los familiares de papá. Con ellos no me siento sucio, a ellos no les tengo miedo.
Las sombras me invaden y recuerdo las manos de mi madre paseando por mi torso mientras me baña tocándome donde no me gusta, besándome como besa a papá y entrando en la noche a pedirme que juguemos.
Mi tío no me suelta, está sudando sobre mí y todo me duele cada que me sacude estando dentro de mí. Aprieto los párpados sintiéndome asqueroso, untando, vacío, a la vez que me veo vestido como una niña que besan a la fuerza arrancándole el brillo que tenía antes de que su papá se fuera para ser un hombre de negocios.
—¡Madre, no quiero! —digo cuando la sueltan y se acerca a mí acariciándome el rostro.
— Me matarán si no dejas de llorar —advierte—. No llores Vlad, que luego te cuidaré.
No puedo dejar de hacerlo cuando uno de los desconocidos me levanta y mete sus partes en mi boca mientras mamá pasa la mano por mi espalda y  quiero morir, dejar de sentir a los espectros que me obligan a quererlos en la oscuridad.
Grito que no más, pero los espectros me roban el alma, se llevan mi luz, se llevan mi alegría, mientras mi tío entra y sale de mi interior sujetando mis hombros.
Ya no lo siento, sólo capto la presencia de mi padre acechando en silencio antes de que la madera reviente y mi tío se aleje.
Caigo al suelo y varios disparos emergen mientras toman a mi madre del cabello alejándola de mí.
Me grita que la ayude y no hallo cómo, ya qué estoy orinado, sangrando y débil, pero sus gritos me piden auxilio y lo único que identifico es el arma que tengo cerca. Viene por mí, la persiguen y alzo el arma, pero la sangre me salpica la cara mientras ella cae con un tiro en el pecho.
— No le tenias que decir nuestro juego —coloca la mano en la herida—.
Eso me ha matado, Vlad.
Se derrumba mientras me paso las manos por la cara llena de sangre a la vez que veo el reflejo de mi padre que va por mi tío, mientras la tía Sasha sujeta mi rostro.
— No fue tu culpa —me abraza y su hermoso cabello dorado merma el olor de mi tío —. No fue tu culpa, cariño.
«Lo fue, he matado a mamá y no puedo vivir con eso».
La tía Sasha me saca y veo la sangre de madre en la madera. No quiero que me toquen, no quiero que me hablen, porque los recuerdos no me abandonan; el sonido del disparo, las manos sobre mis hombros, ellos jugando conmigo y no sé qué es real, no sé qué fue jugando y qué fue obligado.
Todos se lamentan lo que pasó y papá se mantiene serio recibiendo las condolencias y me siento culpable por haberle matado a mamá , «No debí decir nada».
Un sujeto dice que puede ayudarme, pero yo solo quiero a mi madre con su olor a bebida feliz como así también olvidar a los Noch Prizrak que me visitaban. No me gustan los que quieren ayudarme, no me gustan las personas.
Lo único que quiero es no perder a papá, así como perdí a mamá.
No sé porque corro de un momento a otro, no sé porque me hago en los pantalones a cada nada, siempre tengo frío, siempre lloro y todos los días extraño a mamá. Lo de ella me duele, a veces la veo dándome amor y en ocasiones como un espectro de la noche.
Papá se desespera conmigo, busca maneras, repite que no fue mi culpa, pero no sabe que ya no quiero vivir…
— No me lo contaste, Vlad —me abraza con fuerza—. Solo me hablaste de tu pesadilla…
«Pesadilla», esa palabra se va quedando en mi cerebro cada que la repite,
“Me contaste tu pesadilla”. Mi mente recalcula cuando insiste e insiste en que eran pesadillas y si, fue una pesadilla porque era feliz en la granja y quien quiere no lastima.
— Vlad quiso ayudarla y el arma se disparó —dice papá cuando preguntan
—. Fue un error.
Abrazo la pierna de mi padre apretando los ojos y si, quiero estar a su lado, quiero protegerlo para que no le pase nada como a madre y por eso le demuestro que soy tan letal como él aún teniendo pesadillas.
Me regala mi primera arma «Un Haladie», el cual me enseña a manejar y me gustaría que también matara las pesadillas que no me dejan descansar y los espectro que no me dejan dormir, pero no y cuando cierro los ojos vuelvo a la cabaña.
Veo a mi tío sobre mí, su cuerpo, su sudor cayendo, sus labios en mi boca y la sangre que recorre mis muslos en ese maldito sitio bañado por el aguacero.
Veo a mi madre siendo un espectro más y a mi abuelo robándose el brillo de mi túnica. Veo a Tonya con su novio y esos juegos que me obligaron a jugar por meses en los que mi tórax se llenó de cucarachas. Meses donde se fue mi luz, mi esperanza, mi calor, mis colores…
«No pasó», me repito, pero el mal sueño no me deja en paz y siempre imagino lo mismo… La cabaña, los espectros, mi madre, el arma, el disparo, la sangre y…

Abro los ojos y mi padre está sentado en la orilla de la cama mientras sudo con una manguera de suero en el brazo. Posa la mano en mi hombro y veo su luz, la cual emana dominio, poder, braveza. Solo conozco dos luces y son las de él y la de pequeña puta.
—¿Qué pasa? —pregunta y me siento a abrazarlo al sentirme como el niño que dejó cuando se fue a su doctorado.
—Tuve una pesadilla.

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