CAPÍTULO 6

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“Contrato de sangre”

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En el muelle a la afueras de Kallistar, zarpó el barco ‘89’ rumbo a su destino, el territorio de Acrocia. Era difícil pensar como se vería ese especial lugar del que tanto Meg me había hablado. Mencionó que era considerada tierra santa, pero yo no recordaba que mi padre hubiese mencionado a Acrocia alguna vez.

Estaba consciente de que los humanos daban por hecho cosas del mundo celestial como si supieran la verdad absoluta. Cosa que no podía estar más alejada de la realidad. Los humanos no tenían idea de lo colosal que era el mundo de los dioses.

Yo no era el amo sabelotodo, no era Dios. Pero sí que tenía muchísimo conocimiento del pasado y de antes de que fueran creados los primeros humanos, o el mundo.

Salí con Meg a la cubierta del barco, casi arrastras. Me negaba a convivir con los humanos, era suficiente con ella. Iniciada la tarde, el sol ardiente iluminaba las aguas azuladas que nos rodeaban. Era un paisaje hermoso, que me costaba admitir, hecho por la mente maestra. Estaba ansioso por llegar, necesitaba que Meg apresurara las cosas para poder conseguir lo que ella había mencionado como “El umbral del infierno”.

—¿Entonces qué es eso? —pregunté con sumo interés, pues ni yo sabía que los humanos tenían algo denominado de esa forma hacia mi reino—, ¿Cuál es tu plan al llegar?

Me pare frente a la baranda del barco, mirando el mar con un bostezo. Estaba cansado, Meg y yo no habíamos dormido casi nada en los últimos días, sentíamos que íbamos a palidecer hasta caer en las profundidades del mar. Y si bien yo soy un ángel, por mis heridas me debilitaba considerablemente. 

Gracias al encanto de la humana, logramos conseguir comida para saciar nuestra hambre, y reponer las energías que necesitaríamos.

Meg se paró junto a mí, abrazando una manta delgada y blanca que se mantenía sobre sus hombros para calentarla.

—Pensé que antes de dormir deberíamos saber lo que haremos. Te explicaré mi plan—bostezó. Vi como tomó una pequeña cinta roja y se amarró el cabello en una coleta baja y algo desarreglada—. Para llevarte al infierno debo conseguir un libro.

—¿Un libro?

—Sí. De hecho, es la razón por el cual el reino me quiere de su lado. Soy la única que sabe recitar correctamente dicho libro. Acrocia es conocido porque tiene bajo su poder varias cosas antiguas que según se dice, pertenecieron a un ángel. Ese libro tiene mucha información que no deberíamos saber, pero los únicos que conocen su existencia son la corona y yo.

—¿Y se llama El umbral del infierno? —solté con burla, sonriendo cuando Meg puso mala cara—, ya, sigue. No diré nada.

—No se llama así, solo que tiene justamente un canto que abre las puertas del infierno. Como soy la única que se preparó para recitarlo cuando el rey me lo ordenará, soy quien puede ayudarte a abrir esas puertas para que regreses.

—Los humanos no tienen dicha información, probablemente el libro no sea verdad —la mire seriamente, encogiéndome de hombros—, no quiero sonar pesimista, pero es muy difícil creer que si un ángel lo tenía en su poder, lo dejará por casualidad aquí en la tierra. Ustedes no conocen los castigos de los ángeles, así que ese ángel no se iba a arriesgar a ser castigado, a menos que estuviera totalmente fuera de sí mismo y sin miedo de las consecuencias.

EL DIABLO TAMBIÉN PECADonde viven las historias. Descúbrelo ahora