CAPÍTULO 1

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“Tu corazón se enalteció por tu belleza; corrompiste tu sabiduría por tu esplendor”

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La idea de que el mundo está dividido por una dualidad entre el bien y el mal es muy antigua. El primer nombre que a cualquiera se le vendrá a la cabeza al pensar en la encarnación del mal soy yo, Lucifer. El príncipe de las tinieblas o el señor del infierno. Según la humanidad, soy la personificación de todos los males y pecados que pueden existir, responsable de extender la oscuridad por el corazón de los hombres y la eterna mancha de haber intentado usurpar el lugar del propio Dios.

Incluso antes de abrir los ojos supe que estaba en un lugar que no conocía. No estaba en el infierno ni tampoco en el cielo. Oí un extraño crujido a lo lejos, parecía el sonido que hacía la madera al romperse. Aunque estaba somnoliento me mantuve alerta. Cada parte de mi cuerpo me dolía como si hubiera sido pisado por una tonelada de piedras. Lo cual, no debía sentir.

Giré la cabeza a un lado para examinar el lugar. Estaba dentro de una habitación, dónde extrañamente emanaba una ola de calor muy fuerte. Mi cuerpo desprendía gotas gruesas de sudor. Levanté ambos brazos lentamente notando que estaban cubiertos por vendas que yacían enrojecidas por la sangre. ¿Qué demonios me había sucedido?

Mi vista seguía nublada por un extraño humo que inundaba el cuarto, el cuál provenía de la puerta donde colgaba una gran cruz de madera. Arrugue el entrecejo con molestia. ¿Qué hacía eso ahí?, En definitiva no era mi habitación.

Solté un suspiro de resignación y procuré levantarme con cuidado. Aunque me esforcé fue en vano, mi cuerpo seguía débil. Confundido, intenté nuevamente, pero caí a un costado de la cama de un solo golpe. Ahogué un quejido de dolor mordiendo mi labio con fuerza.

Podía oír a lo lejos el crujido de unas pisadas que se acercaban. Me apresuré a levantarme pese al ardor que sentía por toda mi piel. El cuarto se hacía más oscuro a medida que me arrastraba hacia la entrada, mi respiración se dificultaba cada vez más por la inhalación del humo. De pronto, vi como la puerta se abrió de un golpe soltando una ráfaga de aire caliente hacia mi. Cerré los ojos con fuerza y comencé a toser.

Sentí como unas manos cálidas me tocaron los hombros. El contacto me hizo gruñir de molestia, pero en cuanto logré abrir los ojos para ver quién era, no pude evitar quedarme quieto por la sorpresa. Delante de mi había una mujer, una humana. Pese a que intenté verla con claridad no pude, solo veía como intentaba alarme hacia afuera del cuarto, sin mucho éxito.

—¡Tenemos que salir de aquí! —exclamó, con un tono tembloroso. Me tomo de los brazos y con fuerza siguió jalando—,  ¡Intenta levantarte o si no moriremos aquí!

—¿Q-quién eres? —logre decir mientras tosía-suéltame.

—¡No hay tiempo de eso! ¡Hay que salir!

Aunque quería alejarla a la fuerza, me límite a intentar levantarme. Con ambas manos me sostuve de una mesa que estaba cerca y me impulse hacia arriba. Ella se colocó mi brazo por encima de sus hombros y se pegó a mí para ayudarme a caminar. Intenté abrir y cerrar los ojos desesperadamente para intentar aclarar mi vista pero era inútil. Cuando llegamos a lo que parecía la sala me percaté de un gran detalle. Era cierto, la casa estaba en llamas. Había fuego por todas partes que comenzaba a consumir la mesa, las paredes, los adornos. Camine torpemente con la desconocida hasta llegar a la puerta, pero justo cuando íbamos a salir, un gran trozo de madera cayó del techo, obstaculizando el paso y haciéndonos retroceder. Las llamas comenzaron a expandirse, y cada vez se acercaban más rápido a nuestros pies.

EL DIABLO TAMBIÉN PECADonde viven las historias. Descúbrelo ahora