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No me separo de Shevon ni un segundo durante el resto de la fiesta. La mujer es la encargada de presentarme a los patrocinadores que realmente han apostado por mí o que al menos fingen haberlo hecho. Picoteo algo de las bandejas que van pasando a mi alrededor y me aseguro de quedar fuera de la visión de Seth Dagger.

Shevon da instrucciones claras a mi equipo de preparación de que cada vez que quieran presentarme a alguien, primero esa petición tiene que pasar por ella. Su orden no es bien recibida, ya que hasta hace un par de semanas, Shevon no era más que otra preparadora, Ramsey pone los ojos en blanco y responde que no tiene que pedir permiso a nadie para presentarme, pero yo contesto que no hablaré con nadie que Shevon no haya conocido primero. Así que no tienen otra que obedecer durante el tiempo que nos quedamos en la mansión de Snow.

Por suerte, tal como ha prometido Shevon en el coche de camino a la mansión, en tres horas ya estamos de vuelta en la séptima planta del centro de entrenamientos.

Mi equipo de preparación está todavía muy alterado cuando volvemos, los únicos que mantienen la compostura son Shevon y Blight, que después de despedirse del resto, se van a sus respectivas habitaciones para descansar algo. Solo falta un día de locura antes de poder volver de una vez por todas a casa.

Me retiro a mi habitación para evitar conversaciones de quién estaba o dejaba de estar en la fiesta, la ropa que llevaban o quién había hablado con quién, pero el retirarme pronto no me garantiza una noche de sueño reparador. Cada vez que cierro los ojos tengo que enfrentarme a una imagen cada vez más horripilante. Rhea siendo devorada por plantas, el cuerpo de Onyx de pie intentando volver a ponerse la cabeza sobre los hombros, las uñas de Chéster aferrándose a cualquier cosa que evite una caída mortal. Y Tyrin, una y otra vez, Tyrin escapándose de mis manos sin que pueda hacer nada por evitarlo.

No sé qué hora es cuando decido dar carpetazo a la idea de descansar y salgo de mi habitación para poder coger algo de aire. Atravieso el salón para poder coger algo de comer, un vaso de leche, tal vez y me sorprendo al encontrarme a Shevon en uno de los sofás, ella sola.

— ¿Tampoco puedes dormir? — Pregunto haciendo que se sobresalte.

— Johanna. — Me saluda. — Estaba repasando tu discurso de mañana. Los vencedores suelen volver a sus distritos en cuanto acaban los juegos, así que he tenido que arañar todos los minutos que he tenido con Haymitch y Finnick para darle forma.

Rodeo el sofá del salón y me siento a su lado, Shevon levanta un brazo dándome la opción de acurrucarme contra ella, pero sin forzarme a nada, acabo bajando la cabeza sobre su pecho.

— No me fío de ellos. — Contesto. — No me fío de nadie, pero menos del primo de mi mayor enemiga en la arena y de un borracho que era también... El mentor de Tyrin.

— Haymitch será todo lo que quieras, pero es muy listo y Finnick es el mejor manejando a las masas. Nos ayudarán a acabar de limpiar tu imagen mañana. ¿Quieres echarle un vistazo? — Shevon me ofrece el papel que había estado mirando antes de que llegara, levanto la cabeza pasando mis ojos por encima, podría ser un buen entretenimiento, pero sacudo la cabeza negándome ante la proposición. — ¿Quieres hablar de algo?

— No estoy segura.

Shevon suspira y acaricia mi espalda intentando consolarme.

— A ver si lo adivino... Estás triste por Tyrin y te sientes culpable de estar triste por ella cuando en casa te está esperando Ruby.

Me separo de golpe de ella como si su simple contacto hubiera conseguido que me leyera la mente, Shevon suelta una risa y vuelve a pasar su mano a mi alrededor para que me apoye de nuevo contra ella.

Los Juegos de Johanna - The 71stDonde viven las historias. Descúbrelo ahora