En Contra Del Destino - |Duxino| [AU]

Amigos

– ¡Aquino! ¡Aquino espera!

Un joven de cabello negro, con una capucha gris con plumas, alas grises en su espalda y una armadura sencilla en su cuerpo, corría detrás de una persona. Al estar lo suficientemente cerca, el chico sujetó el brazo de la persona para detenerla, agitado por tanto correr.

– ¡Pendejo! ¡Te dije que yo no puedo hacer magia para ir igual de rápido que tú!

– No es mi culpa que seas tan lento. – Una suave risa se escuchó de aquel extraño. – Estoy trabajando en un hechizo para poder teletransportarnos los dos. Solo necesito encontrar algunos objetos.

Aquel giró su cabeza con lentitud hacia el chico de alas; era Aquino, el "verdadero". Utilizando una elegante capa morada y un gran sombrero de brujo color morado con detalles anaranjados, aquel mostró una sonrisa, bajando su mascarilla negra para hablar con claridad. Sujetaba en una de sus manos un libro de hechizos de cuero color violeta y con runas doradas como portada. Duxo, el chico de las alas, se quedó paralizado al ver la sonrisa de su amigo. Él veía la luz que el castaño desprendía, una luz cálida y brillante que hacía sentir su corazón envuelto en calor. Esa sensación lo hacía sentir tan feliz, era como atrapar un trozo de sol en sus manos y esconderla en su "oscuridad", darle brillo a ese vacío que le rodeaba.

– Te ayudaré, así acabas rápido y volvemos a casa antes de la cena. – El pelinegro rodeó a Aquino, colocando sus manos detrás y dando pequeños saltos a su alrededor. –

– Bien, pero intenta no morir, no podré ir a salvarte si te atacan. – Colocándose su mascarilla negra de nuevo, Aquino siguió su camino. –

– ¡Yo no necesito tu ayuda! Además, he estado practicando con mi espada, definitivamente nadie puede derrotarme como antes. No es por presumir, pero ahora puedo vencerte en un duelo. ¡JA! – Duxo presumió con una radiante sonrisa, caminando al lado de su compañero. – Es más, yo te protegeré a ti y verás mi increíble fuerza.

– Eso lo veremos más tarde, aún tienes mucho que pulir. – Aquino guardó silencio, deteniéndose de golpe. Bajando su libro, aquel se quedó quieto mirando el horizonte. –

El ambiente se tensó de un segundo a otro, acompañados únicamente del canto de los pájaros que les rodeaban.

– ¿Aquino? – La repentina actitud de su amigo preocupó a Duxo.

– Oye, Duxo...

– ¿Qué?

– ¿No te arrepientes de matar a tantos inocentes? – La cabeza de Aquino se giró de manera espeluznante hacia Duxo, girando su cuello de manera anormal. No había un rostro en Aquino, solo un horrible vacío negro que desprendía un líquido viscoso. –

– ¿A-Aquino...?

– ¿Qué clase de monstruo eres? ¡NO ERES MI DUXO! – Un ensordecedor grito provocó que Duxo cubriera sus oídos, retrocediendo de golpe. –

Por inercia, Duxo cerró sus ojos, y al abrirlos se encontró cara a cara con una tumba cubierta de flores rojas, violetas y anaranjadas. En la inscripción de la tumba yacía un nombre y una breve descripción: «Aquino – El gran Hechicero.» Ver la tumba hizo que los ojos de Duxo se abrieran como platos. Desesperado quitó sus manos de sus oídos, buscando a su alrededor la presencia de su compañero.

– ¿Aquino...? ¡Aquino, por favor, vuelve! ¡Voy a mejorar! ¡Seré diferente! ¡Puedo revivirlos! ¡A todos! ¡Puedo crearlos de nuevo! ¡PUEDO HACER UN MEJOR MUNDO!. . . AQUINO, ESCÚCHAME.

Aquellos gritos de desesperación cubrieron todo el ambiente, sumergiendo a Duxo en un vacío sofocante, sin nada ni nadie a su alrededor, solo aquella tumba que parecía caerse a pedazos. El pelinegro llevó sus manos a su cabeza, cayendo de rodillas, sujetando con fuerza su cabello. Lágrimas y gritos de dolor salieron de él, soltando su cabeza y golpeando con toda su fuerza el suelo hasta que sus nudillos sangraron; aquella sangre no era de color rojizo, sino que del interior de Duxo brotaba un líquido negro que se extendío por todo el suelo hasta llegar a la tumba, cubriéndola por completo hasta hacerla desaparecer, dejando a Duxo en un vacío total.