Han escuchado el dicho que dice "con el cebo de una mentira se escapa la carpa de verdad ".
Vaya que a Kyle si que le quedaba esa frase, "voy a estar tranquilo, ya que hoy no vino el gordo", eso pensaba el.
Pues... No, fue un día pesado, pero pesado me refiero a con un aura de estrés y pensamiento y palabras perdidas.
Un Kyle amargado, un Stan triste, y un Kenny, siendo Kenny.
Kyle normalmente siempre está atento a las clases, regañando al gordo apoyando a su mejor amigo, escuchando a los insultos del gordo y viendo de reojo a sus compañeros, normalmente está hablando y participando siempre, pero hoy...fue diferente, hoy, había un aura en el, la cual no te podías acercar por que si lo hacías seguramente habría un homicidio en esa escuela.
La razón por la cual Kyle estaba así, no era acertada aún, algunos decían que era por que se enteró de que los exámenes estaban cerca o algo así, pero en realidad... no tenía nada que ver la escuela con ello.
Al finalizar la escuela, en realidad, Kyle se olvidó de todo, y solo camino, hacia donde?, no sabía, pero estaba a solo unos pasos de llegar a su destino.
Llegó a una casa de dos pisos con un garaje ambos de un color verde viejo y oxidado, a solo unos milímetros de tocar la puerta despertó.
¿Qué rayos hacia ahí?
¿Dónde carajo estaba?
Alzó su cabeza mirando por fin el color de la casa los dos pisos, las cortinas azul claro de un cuarto de arriba, una puerta la cual estaba con espinas ya y un timbre al lado de ella, con un color amarillo sucio. Era... La casa de Cartman.
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Estaba decidido a irse, bajo un escalón de los que se encontraban en frente de la puerta espinoza, decidido a irse comenzó a caminar hacia la salida, pero... algo lo detuvo.
Su corazón estaba palpitando demasiado rápido, sentía que podría salirse en cualquier momento, por dentro el quería tocar ese timbre color amarillo, y verlo... Pero por otro lado no quería verlo, se le hacía muy... Imbecil.
Discutiendo consigo mismo, le ganó la curiosidad, la necesidad de verlo, tocó el timbre con desesperación, una mujer ya grande le abrió la puerta.
Liane Cartman, aún mantenía una belleza en su cuerpo la cual cualquier hombre caería, y aún mantenía su grandiosa y deliciosa comida, aquella mujer bella dejo entrar a su casa al judío, quien nervioso la volteo a ver.
- disculpe señora Cartman, ¿se encuentra, Eric?
- Por Dios Kyle, eres el mejor amigo de mi hijo, y aún me llamás "Señora Cartman"?
Dijo con una gran sonrisa la mujer quien, con ese comentario rompió la formalidad y la incomodidad del momento.
Aunque "mejor amigo"?
Kyle... era el mejor amigo de Cartman?
Vaya que lo agarro por sorpresa.
- lo lamento, Liane, está Cartman?
- así se dice, cariño, ahora... Uhm si, me dijo hoy en la mañana que se sentía mal o algo por el estilo, el se encuentra en su habitación, si quieres puedes ir a verlo, yo preparare algunas galletas para que compartan.- le guiño el ojo después de decir eso, Kyle no entendió exactamente lo que quiera decir con el guiñado de ojo, al final, decidió pensarlo después.
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Cada paso, cada escalón lo ponían cada vez más nervioso que antes de que entrara, las escaleras parecían demasiado cortas, parecía que el destino lo estaba presionando para ir a aquel cuarto del chico robusto.
Al llegar a la puerta de la habitación, no le dio el suficiente tiempo para arrepentirse de su decisión.
Cartman salía de ella, vistiendo una pijama de osos y su pelo castaño suave revuelto. A los ojos de Kyle este se veía ridículamente tierno, se veía... tiernamente triste.
Sus ojos azules hinchados miraron a los esmeralda, los cuales se les dilataba su pupila, y los azules, comenzaban a soltar líquido.
Cartman de manera rápida al sentir las lágrimas cerca, se tapó la cara con su brazo y con voz temblorosa le pregunto al pelirrojo.
- ¿ Que diablos haces aquí, judío?
Al preguntarle eso, Kyle salió de sus pensamientos, volteandolo a ver, su estomago y cadera tenían un cosquilleo extraño, podría decir que le dolía pero, no era así, era como si su mente le dijera que lo insultara, pero su corazón pedía que lo abrazara y le dijera que no llorará.
- ¿Por qué lloras, Cartman?
- no respondiste mi pregunta, judío
- ¿Por qué lloras?
- ¿Qué hacés aquí?- le dijo el gordo, dando su palabra contra la suya.
- Pues...- no sabía que contestar, y no era como si le fuera a decir que "oh vine por que me preocupo por ti", era Cartman, a el nunca le diría eso, decidió decir una que otra mentira. - Kenny quería venir, pero... Ya no pudo.
Cartman lo miro entre cerrando sus ojos hinchados. - Bien. No estoy llorando, se me metió aire al ojo.
- Claro - Kyle le contesto con un tono sarcástico, sin creerle.
- Quieres pasar, judío?
- ya que.
Los segundos pasaban y los minutos también. No había un tema exacto de conversación Haste que Kyle decidió romper aquel incómodo momento de silencio. - ¿Por qué no fuiste a la escuela?
- tenía pereza de soportar a un judío, sabes?
Kyle sabia que eso no era cierto, si, Cartman "odiaba" a los judíos, pero no faltaría a la escuela para no molestar a uno. Aparte de que Cartman volteaba a ver a todos lados, sin verlo a los ojos. Ahí fue cuando se dio cuenta, ojos hinchados, sin contacto visual...Cartman había estado llorando?
- Cartman, yo... lo lamento, no sabia que aun te gustaba Heidi.
Cartman, quien volteo a ver confundido a Kyle, decidió que la mejor opción que tenia en ese momento, era decir que le gustaba Heidi, no le convenia decir en ese momento que le gustaba el judío, ya que, al fin y al cabo, al judío no le gustaba Cartman, o eso creía.
- AHM, SI!, me gusta Heidi nunca la pude superar, ahm... ahora si solo viniste por eso, no ensucies más mi casa y lárgate judío.
Sin poder responder, Kyle ya estaba fuera de la habitación de Cartman, pero ahora más tranquilo, sin el peso de preocuparse por el... espera... preocuparse?, sip, pronto ira al doctor, o mejor dicho, esta noche ira al doctor, más que ahora sentia un extraño enojo hacia alguien por alguna razón.
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1068 palabras!, vaya rompí mi récord de 700, jaja.
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You Are The Reason
RomanceUn romance prohibido, pero no por la sociedad, si no por ellos mismos que no quieren aceptar sus sentimientos, y aprender a amarse el uno al otro Kyle Brofloski y Eric Theodore Cartman