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Simone Masserati
Sicilia, Palermo.

Conduzco hacia mi casa. Gia se encuentra en el asiento de copiloto con el rostro cubierto. Protestando por la lentitud con la que conduzco.

—En serio Masserati, ¿lo haces a posta? -se queja por novena vez-. Me molesta la maldita bolsa. ¿No tenías al menos una sudadera?

Estiro mi mano hacia su muslo y acaricio desde encima de su rodilla hasta la mitad de su muslo. Aprieto fuerte justo en ese sitio. Ella suspira y no dice absolutamente nada.

-Llegó la hora de callarse, Piccola bestia.

Dejo la mano en el sitio y sigo conduciendo. Falta poco para llegar. No la he traído a mi casa, sino a otra propiedad a las afueras de Palermo.

-No recuerdo que hayas conocido tanto la última vez -dice al cabo de uno minutos.

Puedo entender cuál es su estrategia. Intenta ver hasta dónde soy capaz de llegar con tal de callarla. Y sí, tengo tantas formas...formas que estoy deseoso de llevar a cabo, pero las cosas no suceden siempre como quiera Gia Cambell, lo aprenderá ahora.

Subo la mano mucho más, hasta su sexo. Sobre el vestido y la braga, aún así no permitiré que ambas prendas me impidan cumplir mi propósito.

Acaricio más, bajando la mano. Al separar ligeramente las piernas puedo tener contacto directo con su piel.

No lleva bragas.

Toco más, sin barrera, sin contención. Aprovecho su atrevimiento de ir a la puta fiesta sin bragas para recorrer su sexo con mi mano. Ella tras segundo, no pone resistencia y abre más sus piernas.

Comienzo a sentir su respiración y llevo veloz mi mirada a ella. La observo colocar sus manos a los lados del asiento y ejercer fuerza. Concentro mi movimiento en su clítoris, logrando que fuera imposible controlar los gemidos. Le doy un azote justo ahí y tocó con intensidad otra vez. Con el gemido más alto que pronunció quité mi mano.

-Joder, Masserati -grita.

-Te dije que hicieras silencio, Piccola bestia -ordeno.

Al estacionarme frente a la casa le retiro la bolsa. Suspira con pesadez y está dispuesta a armar una bronca, pero su vista se concentra en el lugar.

-Masserati pocas cosas me sorprenden o me quitan el aliento en la vida y tú has logrado ahora eso -dice

-No será la primera vez que pase abogada Cambell, tenlo por seguro.

-Me gusta más esta que aquella mansión. Aunque no te combine tiene la calidez de un hogar, puedo sentirlo -comenta.

La tiene, sin dudas, porque este será nuestro. Y no, no es mi estilo, pero quiero que vuelva a tener aquello que una vez perdió, que vuelva a conocer sobre la palabra familia, una hecha por ella.

Entiendo mi posición, a partir del momento en que tenga una familia, el punto de debilidad crece. Sin embargo, ya aumentaré el cuidado.

Gia camina hacia el interior de la casa. Mirando cada detalle detenidamente. Si le ha gustado el exterior conociendo el interior no sé querrá marchar.

La casa por dentro no es como mi mansión, ninguna de las que tengo. No es tan oscura o cargada de lujos. Está elaborada al detalle, pero cada parte se irradia de mucha luz. Los muebles son iguales de caro, sin embargo, no hay tonalidades oscura o de cuero, son blanco y parecen los más simples del mundo. Cada cosa puesta aquí fue por y para ella. Desde hace mucho tiempo. Quién trabajo en su edificación no vive para contarlo. Incluso los muebles fueron creados exclusivamente para este espacio. Me he encargado de mantener la casa cuidada por mucho tiempo, pero ya es hora que asuma su dueña.

Mato por Ella [Duología Oscuridad I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora