Gia Cambell
Horas antes de sacar a Masserati de manos colombianas...
No era buena idea y lo sentía. Esto de alejarnos era una putada. Teníamos que luchar juntos. Nicolle le huía al FBI pero estaba segura que ahora mismo corriendo por este puto pasillo seguíamos en peligro.
El hombre que dio el anuncio antes era el que dirigía a todas las mujeres. Éramos las últimas.
Llegamos al final del pasillo, no había por donde salir. Esto era una puta trampa seguro.
Da tres toques a la pared izquierda y está se abre de golpe.
—Él las llevará hasta la salida de aquí. Ellos las alcanzarán —informa este.
—No dejaré a mi marido —dejo claro.
—Esto no es seguro, ni siquiera en ese túnel. Ve que tu marido sabrá encontrarte. Yo les avisaré a ellos de su paradero —susurra.
—Gia si nos ponemos en riesgo, ellos estarán contra la espada y la pared —asegura Nicolle y tiene razón.
Recorrimos Londres y yo, aunque observo el camino no tengo idea hacia donde nos dirigimos.
Llegamos a un hotel y somos recibidas por un hombre canoso, bajo y gordo que nos entrega una llave a cada una.
Nicolle y yo caminamos hasta el número de habitación. Estábamos una al lado de la otra.—Me quedaré en esa habitación por si Adriano va a buscarme ahí —comenta y asiento.
Dentro de la maldita habitación lo único que hago es dar vueltas una y otra vez, de un punto a otro. El tiempo corre cruel y yo sigo sin ver a Masserati entrando por esa puerta.
No voy a seguir esperando aquí, iré a buscarlo.
Abro la puerta y al cruzar el umbral me encuentro con Nicolle.
—Regreso —informo.
—Yo también —contesta.
Cruzamos las habitaciones, recepción y salimos al exterior. Tomamos un taxi y le explico el camino de vuelta a la gran fortaleza. El conductor se negó a pasar cuando quedaba al menos un kilómetro. No iba a perder tiempo discutiendo con él. Me quito los tacones y emprendo camino hacia la fortaleza.
Las grandes rejas estaban abiertas de par en par. Esto ya empezaba a ponerme nerviosa. Entramos y mientras divagamos, no nos encontramos con nadie. Dentro, había una gran masacre. Debería ponerme histérica ya pero no veo el cuerpo de Masserati en los caídos. Sigo buscando y me encuentro por la misma ala dónde caminamos antes a él hombre que nos guió. Estaba muerto.
— ¿Dónde están Gia? Se los han llevado joder. Sus cuerpos no están aquí... —Nicolle empieza a alterarse.
—Escúchame mierda. Tienes que calmarte, sino no lograremos nada —digo fuerte agarrando su rostro.
Estaba nerviosa, estaba preocupada, estaba intranquila. Sabía que lo de separarnos era una putada, lo sabía. Pero Masserati cree que tiene que protegerme todo el puto tiempo, él a mí, que debe hacerlo y que aunque yo pueda, él debe.
Tomo la mano de Nicolle y la dirijo de vuelta. Estoy pensando como actuar, que hacer. Necesito aclarar mis pensamientos. Si nos lanzamos al suelo a llorar y patalear no le seremos útiles y perderemos tiempo en encontrarlos y en impedir que le hagan algo.
No volvemos al hotel, nos sentamos en un parque cerca.
—No eres la chica indefensa y miedosa que espera a su marido tranquila, rezando a todos los Dioses que vuelva bien. Eres la guerrera, la valiente, la imparable; la que acabaría con el mundo por él; la que sale a pelear con uñas y dientes porque no lo toquen. Eso eres, eso soy. No vas a llorar, no vas a quejarte, no vas pensar en nada más que no sea encontrarlo. En este jodido mundo todos piensan que la fortaleza y capacidad para acabar con el enemigo la tienen los hombres; pues le daremos una patada a esa puta teoría. Nosotras, mujeres, acabaremos con el enemigo, nos adueñaremos de su territorio y sacaremos a nuestros hombres.
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Mato por Ella [Duología Oscuridad I]
RomansaQuerer escribir sobre mafia y no caer en repetición de lo que ya hemos leído tantas veces es un reto y estoy dispuesta a cumplirlo. Simone Masserati, Don de la mafia italiana, conocido como el Dios de la Oscuridad pretende colocar a la reina en su...