8.

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Simone Masserati
Sicilia, Palermo.

Tomo la pistola con una mano y le extiendo otra a Gia. Sé que sabe cómo utilizarla. Mi padre le otorgó clases de defensa. No fue un entrenamiento básico, fue uno bastante bueno. Utilizó la excusa para ella de que si profesión en algún momento lo requería, pero la verdad detrás de todo ello era que un día necesitaría esa enseñanza, justo aquí.

Ya estaban aquí dentro. En otro momento me importaba una mierda, pero Gia está aquí y me pone tenso el hecho de no tenerla a salvo ya.

—Debemos llegar a la cocina —le digo—. Ahí encontraremos una forma de salir de aquí.

Vigilo hacia todos los lados, intentando avanzar hasta la maldita cocina.

—Señor —me llama Michel—. Debemos irnos ya. Vivian y Claudio han salido. De los hombres hemos tenido perdidas. Los demás luchan...

Estaba tan concentrado atendiendo a Michel que no vi la intromisión de alguien más en la sala. Es el disparo de Gia hacia el hombre el que me hace reaccionar.

Mierda.

Cómo cojones me descuido.

—Será mejor que nos marchemos ya —expone.

Toma su mano y la dirijo de prisa hasta la cocina. Un ruido se escucha detrás, pero no atiendo. Falta poco para lograr que Gia se marche. Michel empieza a disparar.

Por fin alcanzo la pequeña puerta que permite el paso al exterior por debajo de la meseta. Los que me hicieron este túnel murieron después de cumplir con su trabajo.

—Vamos entra —ordeno—. No te detengas y no mires atrás. Sigue hasta que llegues a la salida.

No tengo ni puta idea de que suceda aquí. Tal vez venga, siempre lo hago, tal vez no corra con la misma suerte. Tengo más de una causa para salir ileso, pero, la vida misma puede pasar factura. Así que, sin dar pie a pensamientos correctos o a teorías absurdas agarro su mano y la empujo contra mi cuerpo. Su mirada no es de asombro, sabe lo que quiero y lo que haré. No tenemos tiempo. Acerco mi boca a la de ella y la beso. No fue un beso como el que hubiese dado en otro momento, no como el que hubiese querido darle, pero sí el único que puedo. Es rápido y corto. Un beso que me dio la seguridad de que yo tengo que volver con ella.

—Sal —ordeno. Ella me observa unos segundos y entra al túnel. Cierro la puerta y me enfrento con Michel a los policías que ya llegaron aquí.

Se desata el caos, los malditos disparos no cesan. No hay opciones de resguardarse. Solo queda disparar, sin detenerse. O mueren ellos o lo hago yo.

No puede quedar ninguno vivo, nadie conoce el rostro del Dios de la Oscuridad y no lo conocerán hoy.

—Don, me informa Mattias que ha encontrado a Maxi muerto —comenta Michel.

Mierda. Maxi estaría esperando fuera. Van a coger a Gia.

Abro la puerta que da acceso al túnel.

—Ha entrado otro —dice Michel.

—Me importa una mierda, iré a buscarla —demando.

Michel sigue disparando hasta que se deshace del que acaba de entrar.

—Debemos salir ya. Van a entrar más —alega.

Entro al maldito túnel y lo paso como nunca lo había hecho en los putos años que ha estado aquí. Si le han hecho algo le prenderé fuego a la puta policía y al maldito que esté detrás de esto.

Cuando llego al final el imbécil ya le había colocado un puto pañuelo en la nariz. Gia caía al suelo y yo disparo a los pies y a las manos de él.

—Michel, mansión trece —ordeno—. Después me encargaré de él.

Mato por Ella [Duología Oscuridad I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora