24.

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Gia Cambell
Bogotá, Colombia

Abro los ojos completamente desorientada. Miro el reloj de mi muñeca y noto que pasa media noche. Me levanto de la cama y camino hacia la ventana. Un guardia se movía fuera como un maldito perro.

Tengo que descartar que Masserati no esté aquí.

Un ruido por el armario me hace dar un vergonzoso brinco en mi sitio. Me acerco a él y tras abrir la puerta me encuentro con el brillo de un cabello rubio y unos ojos azules relucientes. Ella da un largo suspiro y sale.

Me dice algo pero no entiendo nada. Creo que es rusa.

— ¿Hablas español? —pregunta.

—Sé algunas cosas —comento.

— ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? —cuestiona.

—He venido a hacer negocios. Produzco armas. Soy Biar —contesto—. ¿Tú por qué te escondes?

—Soy Amelia Volkov, mujer de Iam Hernández —dice—. Me han dicho que mi hermano Abraham ha mandado un infiltrado a asesinar a mi bebé.

— ¿Por qué tú hermano haría eso? —indago.

—Porque los dejé para venir a Colombia —asegura.

—Disculpa que cree la duda Amelie, pero, piensa en cómo ha sido tu hermano. Fuera de lo que digan, ¿Crees que tu hermano crearía mal para ti?

Ella se queda pensando por largos segundos y finalmente responde:

—No, era su pequeña. La hermana menor; pero tal vez, le dolio que lo dejara.

— ¿No crees que allá afuera está pasando algo más que no quieren que sepas? —apunto—. Y por eso te tienen mejor escondida.

—No creo...

— ¿Hay algo con lo que no estés de acuerdo? —pregunto.

—Le dije a Iam que no me gusta que nuestro hogar y futuro de nuestros hijos sea una prisión. Le aseguré que me iría si traía a sus enemigos aquí.

Espera, ella me está esclareciendo muchas cosas. La mentira que le ha dicho el colombiano va de la mano con la llegada de presas.

Masserati está aquí.

Joder.

Tiene que ser así, de lo contrario él no permitiría que su mujer estuviese encerrada.

— ¿Por qué no miras un poco y te aseguras que no haya nadie preso aquí? —incito—. Lamento decirte que todo da a entender eso.

Ella me mira y baja la cabeza.

—Él no me haría eso...

—Puedes verificarlo con tus propios ojos —digo.

Veo la duda en su rostro por casi un minuto y cuando le diría algo más, ella contesta:

—Iré a verificar.

Yo no puedo ver con mis propios ojos porque no conozco la fortaleza y si me descubren me encarcelarán y todo lo que he avanzado, lo tiraré por la borda en un solo acto. Sin embargo, ella puede servirme de mucho.

—Puedes volver aquí si descubres algo y te ayudo en lo que necesites —aseguro mientras le tomo las manos.

Ella asiente y tras mirar por la ventana sale.

Pasó alrededor de una hora, en todo ese tiempo yo caminé de un sitio a otro. La rusa no aparecía y yo temía que la descubrieran. Ella puede servirme de ayuda aquí y mucho.

Mato por Ella [Duología Oscuridad I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora