Gia Cambell
D.F MéxicoCuando sabes en qué mundo estás, que peligros te rodean y hasta donde llega el actuar de los demás, nada te atemoriza.
De camino a no sé dónde, solo percibo el acento mexicano. La bolsa la detesto, pero cómo sé que esto solo me pondrá delante del narco que empezará a abrirme camino aquí, debo aguantarla.
El auto se detiene y yo no espero que me obliguen a bajar, lo hago por mi cuenta. Me jalan por el brazo y me lanzan sin cuidado mientras termino acariciando al piso. Malditos imbéciles.
Me retiran la bolsa y aún en el piso me dispongo a observarlo todo. Un señor, de pelo negro y bigote que me hace preguntarme si está respirando bien, aparece delante de mí, cómodamente sentado.
También me acomodo. Sentada en el suelo cruzo las piernas y apoyo el peso de mi cuerpo en las palmas de las manos, que las dejo en el suelo un poco más atrás de mi cuerpo.
Él me observa serio.
—Me imagino que no quiere reverencia ¿Verdad? Ya me ha lanzado al suelo —digo en inglés. La chica que tiene a su lado traduce—. Soy Briar, tu socia —concluyo en español.
Él no dice nada, solo me observa. Mueve la pistola que tiene en su mano hacia mí y cuando creo que es para intimidar dispara.
— ¿Qué tienes para mí? —pregunta.
—Combinación entre cocaína y la metanfetamina. Hice la prueba con tu gente, tú me dirás si es buena la sustancia.
—Tres adictos y un muerto —contesta. Al escuchar la palabra muerto, automáticamente pienso «acabé»—. Te pondré mi laboratorio para mañana quiero una tonelada.
Mierda.
—Perfecto —contesto. Cómo si fuese jodidamente fácil.
Me levanto del suelo y espero que me indique. No lo hace él, llama a un hombre y este me muestra el camino.
Bajamos unas escaleras y después de instalar códigos de acceso entro al laboratorio. El mafioso tiene un laboratorio más pequeño que el de Masserati pero mierda, va bien.
Tiene muchísimas mujeres desnudas trabajando y hombres con armas alrededor velando el trabajo.
—Bolígrafo —pido y el hombre me mira con cara de que me hubiese salido otra cabeza. Espero ahí los segundos en los que el tarda en procesar la palabra y en buscar uno.
Anoto, frescamente, en su mano todos los ingredientes necesarios.—Úbicalos todos. Recuerda, debo hacer una tonelada.
La noche que más trabajé en mi vida, sin dudas las horas sin sueño me estaban pasando factura. Necesitaba descansar o cuando me tocara presentarme delante de mi hombre no tendría fuerzas para sacarlo de dónde estuviera.
Tenía que descartar México. Tenía que saber que Masserati no estaba aquí.
A las nueve de la mañana el gordo con bigotes bajó al laboratorio. Aún me faltaba un poco para la tonelada, pero si seguía concentrada y no me inmutaba por su presencia, lograría terminarla.
Y así fue.
Toda la tarde, toda la noche, toda la madrugada, las primeras horas de la mañana y logré entregarle la sustancia.
Camino hasta él y lo único que hace es asentir.
—Lo lograste.
—Eso parece.
—Te invito un tequila.
El mexicano me lleva hasta dónde mismo me recibió y me indica una silla a su lado. Una chica en bañador sirve dos vasos. El mexicano toma uno y me lo extiende.
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Mato por Ella [Duología Oscuridad I]
Storie d'amoreQuerer escribir sobre mafia y no caer en repetición de lo que ya hemos leído tantas veces es un reto y estoy dispuesta a cumplirlo. Simone Masserati, Don de la mafia italiana, conocido como el Dios de la Oscuridad pretende colocar a la reina en su...