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Simone Masserati

Por primera vez esto, lo que soy, lo que tengo, mi vida misma pesaba. Desde crío me he preparado y he trabajado para convertirme en lo que soy hoy, pero ahora, ahora en un contra.

Si fuese normal, con una vida normal, ya la hubiese tomado de la mano y la llevaría de vacaciones indefinidas recorriendo el mundo. Estuviera los días pensando que puedo comprarle, que regalarle mientras la llevo a comer cada noche. La esperaría en casa con impaciencia después de un día de trabajo ardúo porque ella sin dudas cerraría el día de maravilla. Haríamos lo que hacen las parejas comúnmente. Incluso me hubiese presentado delante de ella de otra manera, no en la que lo hice.

Sin embargo, puedo regalarle el mundo pero no puedo tomar su mano y vacacionar como si no existiese nada más. La forma de conocerla implicó un disparo. Tendrá muchas veces que cenar sola o no hacerlo, esperando por mí a ver si regreso bien. Estará en constante peligro y tendrá muchas personas sobre ella.
Por eso, todo lo bueno que pueda darle, se lo daré. Todo lo que pida se lo concederé.

Soy consiente de que es una guerrera, una mujer jodidamente fuerte y el pavimento de su carácter lo forjó el sufrimiento; por ello he decidido que sí, le enseñaré todo. Porque si en algún momento yo no estoy, ella hará que todo esto por lo que trabajó Michelangelo y por lo que sigo trabajando yo, esté bien alto.

—Todo lo que quiera mi reina —comento. Otro beso cargado de todo lo que la deseo ahora mismo—. Podemos ir con Fany luego, empecemos por ello.

Voy hasta el subterráneo y me encuentro a Alessandro sentado en una de las sillas fumando mientras un hombre probablemente de mi edad está amarrado al centro.

Alessandro se levanta cuando entro y se separa. Me mantengo solo frente a él. El tipo me observa y yo lo sigo. Veamos quién se cansa de esta mierda.

No hablará. Si es de los hombres importantes no lo hará fácil.

— ¿Ha probado la carne humana? —le pregunto tomando dos cuchillos y afilándolos.

Él no dice absolutamente nada.

—Si a ti no te gusta hablar, a mi menos. Entonces, vamos a hacer lo siguiente: yo trabajo y tú, el momento en que lo requieras, me dices qué mafia peruana está ansiosa por trabajar conmigo.

Sigo afilando los cuchillos acercándome a él.

Vamos a consentirle. Pego el cuchillo a su piel intentando librarle de la dermis de su brazo. Es simple, es fácil y no le provocará estragos aún.

Aguanta.

Hago lo mismo en el otro brazo.

—Alessandro alcánzame un plato. Vamos a elaborarle la cena —ordeno.

Corto una de las orejas y las acomodo en el plato junto con lo que he cortado antes. No grita, solo emite un quejido de dolor. Es resistente. Los ojos me sobran los dos, pero solo saco uno y lo acomodo en el plato, el otro seguirá siendo testigo. La mano izquierda la quito. Una vez fuera doy un poco de candela para cerrar. Corto en trozos los dedos, será más fácil a la hora de digerir. Repito acción con los dedos del pie derecho.

—Un plato exclusivo, italiano con toques chinos. Comida cruda y de alta calidad —comento—. Vamos a probarla. ¿Por qué quieres empezar?

Él no dice nada pero gira la cara. Tomo uno de sus dedos y se lo pongo delante de los ojos. Una arcada que no logra disimular cambia la expresión de su rostro.

Le obligo a comerlo, haciendo fuerza.

Otra arcada. Muerde más. Más arcadas. No puede tragarlo.

—Tengo una paciencia increíble para esto. Debes haber escuchado las historias. No vas morir. Puedes resistirte, pasaremos meses en esto.

Mato por Ella [Duología Oscuridad I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora