-39- //Estación de Fontine//

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—¿Eh? ¿Y eso, hermano? —

—¿El qué?—

—Ella es el producto de la otra decisión, ¿no?—

—Sí Pero hay algo raro. Puede ver todas las puertas Bueno—

—¿Bueno qué?—

—Casi todas—

—¿Cómo que casi todas? Se supone que ya tiene acceso a ver todas las ventanas.—

—Exacto, aunque es curioso que sea la única que no pueda ver bien sea la de él.

—La del sujeto variable.—

—Sí, la del tipo.—

—Pero ha podido recordar un poco.—

—Más que eso, son vaivenes, por así decirlo.—

—Hmmm—

【-】【-】【-】【-】【-】【-】

Ambos estaban ahí, aturdidos debido a la potente descarga que habían recibido por parte de Cohen. Por algún motivo, algo dejó de gustarle, pero lo importante era que tanto Booker como Elizabeth yacían noqueados en el suelo.

Mientras recibían silbidos y aplausos por parte de los presentes en el club, Cohen se acercó a sus cuerpos inconscientes.

—Veo sufrimiento en vosotros... Sé cómo encender una luz en vuestro dolor... y la polilla se convertirá en mariposa... Sí —decía Cohen para sí mismo, mirando a ambos tendidos en el suelo.

Aunque luego su vista se centraría en Elizabeth.

—Y tú... sufres demasiado por muchas personas... aunque hay algo que niega... hay algo que no quiere ver... deberá luchar contra ella misma... ¡Fitzpatrick! —gritó Cohen al cielo.

Horas pasaron desde aquel incidente en el club de Cohen, aunque se notaba movimiento, como si se estuvieran moviendo hacia algún sitio, por así decirlo.

Todo era borroso, como si estuviera en otro mundo, pero lo que estaba pasando era en la cabeza de Booker, quien estaba prácticamente en otro mundo mientras solo soñaba, soñaba con lo que había pasado aquel día, el día en que comenzó su caída como investigador, el día que salió culpable del crimen de Sally.

POM POM POM

No dejaba de escucharse a alguien llamando a la puerta repetidamente.

—¡Policía de Nueva York! ¡Abre la puerta ahora mismo! —se escuchaban los gritos distorsionados desde fuera.

Por otro lado, Booker se encontraba en el suelo, y se notaba mucho más joven.

Pantalones de rayas azules, botas marrones, camisa marrón oscura, chaleco azul marino oscuro y una cinta roja desgastada en su cuello, lo que le confiere un aspecto elegante. No pasa desapercibida su cabellera rubia apagada ni sus ojos azules eran azules porque eran azules.

—¿Eh?... —decía él mientras se levantaba del suelo con dificultad. Parecía que estaba en su antiguo despacho, sí, estaba en su antiguo despacho de Nueva York.

—¡Abre la puerta ahora mismo! —gritaban los policías desde fuera, aún llamando a la puerta.

—¿Qué?... No... yo no hice nada —reclamaba Booker desde ahí, escuchándolo todo distorsionado.

Al levantarse y mirar su escritorio, lo notó. Notó que había demasiadas cosas relacionadas con Sally, como fotos, documentos y su muñeca, ahora intactos. Pero lo malo sangre estaba todo su despacho lleno de sangre.

BioShock Infinite: "The Perfect Dimension"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora