•°•°•°•°•°capitulo 2°•°•°•°•°•

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Leo caminó la mayoría del camino, era cansado pero no le importaba pues tenía presente su objetivo. Para su buena suerte pasaron junto a el unos hombres en carreta que le ofrecieron llevarlo pues la capital les quedaba de paso.

Paso un rato y Leo por fin avía llegado a su destino, los amables hombres lo dejaron en la entrada de la ciudad, ahora Leo solo tendría que caminar hasta el panteón pero eso no le molestaba además, podría ir turisteando en el camino.

Después de un rato calló la noche y Leo por fin llegó al panteón. Leo estaba apunto de entrar cuando sintió algo, era una sensación rara, una que no habia tenido hace muchos años, no lo podia creer pero parece que era así, en efecto, por primera vez en mucho tiempo Leo tenía miedo.

Talvez era el echo de que ahora estaba solo pero simplemente no lo entendía, ¿En verdad después de tantas aventuras tenía miedo?

Dudoso de lo que estaba a punto de pasar Leo decidió pensarlo otra vez y comenzó a caminar cerca de ahí.

Caminó un tiempo y se encontró con una mujer vendiendo gran variedad flores pero su atención se centró en las rosas rosas ¿A qué le recordaba ese hermoso tono rosa claro? Pues claro le recordaba a los labios de Teodora esos hermosos y suaves labios rosas que gracias a su amigo don Andrés nunca pudo tocar.

Sin saber que hacía y pensando solo en reencontrarse con Teodora Leo compró la rosa y se apuró a ir al panteón.

Una vez llegó se percató de que abia unos guardias en la entrada, -¿Cómo pude olvidarlo?- dijo Leo tratando de esconderse, -De seguro como mucha gente a querido entrar ahora tienen que cuidar el lugar-.

Leo trató de concentrarse y pensó en un plan para burlar a los guardias, después de un rato se le ocurrió una idea, el único problema era que su plan incluía dos personas.

Leo no quería molestar a sus amigos, pero sin otra alternativa Leo comenzó a llamar a don Andrés, -Don Andres!!- dijo esperando una respuesta, -necesito su ayuda- dicho esto don Andrés apareció enfrente de Leo.

-¿Qué necesitas muchacho?- dijo don Andrés.
-¿Cree que pueda echarme una manita,?- respondió Leo señalando a los guardias.
-¿Qué quieres que haga exactamente?-
-Solo necesito que usted valla con los guardias y les diga que hay un problema en el mercado que está a la orilla de la ciudad y cuando lleguen ahí usted solo desaparece-
-Me parece bien y ¿después que?-
-Puede regresar a hacer lo que sea que haya estado haciendo-
-ok pues vamos haya?

Don Andrés se acercó a los guardias y empezó con su actuación.
-Disculpen buenos hombres, ¿Creen que me puedan ayudar?-
-¿Qué necesita anciano?- preguntó con des interés uno de los guardias.
-Es que hay un problema en el mercado de las afueras de la ciudad- contestó don Andrés tratando de ser lo más creíble posible.
-Esta bien señor, ya vamos- dijo el guardia para después despertar a su compañero quien se encontraba durmiendo en el suelo y ambos se fueron.

Después de ver que los guardias estaban lo suficientemente lejos Leo se apuró a entrar al cementerio.

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