HOY ESTOY ENFERMA

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-Jade, levántate, ya son las nueve y media.- Dice Gabi susurrando.

-Uff, hoy mejor ya no voy a clase. – Digo medio dormida, me giró e intento volverme a quedar dormida.

-¿¡Cómo que hoy no vas a clase!?

-Si, no sé, llama y dí que me he puesto enferma.

-Tienes que ir a clase.

-No, llegaré tarde y además no tengo ganas de aguantar el sermón de los profesores.

-Pero no puedes faltar a clase.

-Si que puedo, tú solo tienes que decir que me he puesto enferma.

-No sé porque siempre acabo accediendo.

-Ya te lo dije, tienes una debilidad por mí.- Gabi pone los ojo en blanco.

-Bueno, lo que tu quieras, y ahora vuelve a tu habitación, ¡Ya tenemos luz!- Dice alegre.

-Pues no sé porque te alegras, al volver la luz ya no volverás a dormir conmigo.- Dice con voz de cachorrito abandonado.

-Esa es justamente la razón.- Sonríe.

-¿Ahora me vas a decir que te disgustó dormir conmigo?- Dije con una sonrisa, sabía que esto sería un punto para mí.

-No Jade, no me disgustó dormir contigo, me horrorizó.- Dice con una sonrisa ganadora. No lo entiendo, tenía toda la situación en mi poder y en una frase pasó a su poder. Por mucho que me costara admitirlo este era un punto para él.

-Bueno, pues ya que tanto te horrorizó no volverás a dormir conmigo en tu vida.- De alguna forma tenía que hacer para que la situación volviera a mi poder.

-Perfecto, me sacas un gran peso de encima.- Dijo, y otra vez, no sé como el dominaba la situación. No sabía como ganar esa batalla y me fui dando un portazo.

Escuché que alguien petaba en la puerta.

-Pasa.- Dije.

-Hola, seguro que tienes hambre, te traje algo para comer.- Un sonriente Gabi se acercaba a mí con un zumo de naranja y dos tostadas.

-Gracias, la verdad es que si tengo mucha hambre.- Mi estómago rugió.

-Vale, te creo.- Los dos nos reímos.

-Sabes, a veces me aburro aquí dentro. ¿Podría salir algún día?

-Puedes salir, pero ya sabes que tiene que ser conmigo, esas son las normas.

-No inventen normas donde no las hay, sé que puedo salir sola de aquí.- Suspira rendido.

-Vale, sí, puedes hacerlo, pero si te pasara algo sería mi culpa.

-Vale, pero al menos cuando quiera salir me acompañarás ¿No?- Pregunté esperanzada.

-Claro, tú solo dime.- Sonrió.

-Gracias.

-De nada, y ahora come.

Peté suavemente en la puerta, y a los pocos segundos obtuve respuesta.

-Pasa Jade.

-Hola.

-Hola; ¿Pasa algo?

-Yo solo quería salir a dar un paseo y comer un helado.

-Vale, ¿Y a dónde tienes pensado ir?

-En el centro hay una heladería que me encanta.

-Pero eso queda muy lejos.

-Para eso tienes coche.

-Que sepas que pronto te diré que no a alguna cosa.

-Lo dudo, tu debilidad por mi, ¿Recuerdas?- Digo sonriendo.

JadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora