|capítulo 4|

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Princesa Yevierly.
"La vida en el castillo"

Cada uno de mis hermanos crecen de manera diferente y desarrollan sentimientos diferentes aún cuando recibimos la misma educación, aún cuando vivimos en la misma casa, llevamos la misma sangre y compartimos el mismo apellido. presiento que aveces nos desconocemos.

Cuando nelizor se marchó fue muy díficil para mí. Él ha sido el único que me a escuchado, él se preocupa por mi y también me cuida desafiando incluso a nuestra madre. Las cosas han cambiado desde que ya no está en casa, bueno ya no tengo ha alguien que me defienda de las manos de mi madre. No es mentira he salido cada día a cabalgar por los campos para sentirlo junto a mi, para seguir intentando respirar cuando mi deseo es dejar de hacerlo.

No entiendo porque y buscar una respuesta jamás ayuda, pero es así, soy la oveja negra de la familia mientras el lobo malo no está en casa.
Aveces pienso que no hay nada más terrible que nacer y ser mujer, a los hombres se le facilita todo absolutamente todo desde sentarse en un trono, llevar una corona en sus cabezas, asegurar el linaje de su familia. hacer todo lo que les plazca. Ya sean hombres de casas poderosas, nobles o pobres, todos ellos mientras sean hombres lo tienen todo. Me gustaría tenerlo todo.

Camino directo al infierno, es así como me gusta llamarlo. Me dirijo a los aposentos de mi madre, la reina de paradys. Ella es una mujer muy
díficil de describir, mi madre es hermosa su nivel de hermosura
llega a la perfección. Su temperamento es amable o irritante depende de quién sea, de que hijo seas.
Yo precisamente no soy la favorita.

Las puertas se abren permitiéndome entrar a la habitación de la reina.

— llegas tarde — dice la reina sentada en una silla con su mirada puesta en la princesa.

— estaba con mi padre, disculpe. — respondió la princesa con su mirada
en el piso.

—¿como te sientes después de triunfar y dejar en ridículo a tu hermano?— pregunto la reina levantándose de
la cama, vestía un vestido de color dorado y su cabello castaño recogido
en una trenza en forma de moño.

La princesa yevierly pensó
—todavía sigue en lo mismo—cansada de los tratos de su madre.

— no es mi culpa, no fue mi intención. — decía la princesa escuchando los pasos de su madre acercarse cada vez más a su persona.

—¡porque eres tan mala!— levantó la voz estando de pie al frente de su hija.
—¡responde yevierly! —dijo enfurecida.

— yo ... lo siento ... perdón. — decía temblando su voz.

La reina la miraba fijamente—mírame. —ordenó a su hija—¡mírame!—agarró con fuerza del mentón de su hija haciéndola que la mirara—nunca entiendes, te gusta que sea así, yo la villana y tú la víctima indefensa pero sabes que no es así. tú robas los triunfos, la vida a las personas
y recibes aplausos por elló —soltó bruscamente la cara de su hija, la princesa guardaba silencio.

— puedo retirarme.

— no, no puedes hasta recibir tú castigo.

—¿se da cuenta del dañó que nos causa? porque no solo soy yo madre, esto también le afecta a usted. no tengo la culpa de no ser un varón para reconfortar la muerte de mi hermano. —dijo la princesa a su madre, la reina.

—¿Quién crees que eres para hablarme de esa forma?— dijo, sosteniendo en sus manos un objeto muy peculiar—¡de rodillas!— soltó con odio.

La princesa la miró empezando a sentir su piel  fría. Pero no temía más bien se había acostumbrado al menos las cicatrices cierran después de algunas semanas, se decía a sí misma cada que caminaba a está habitación, cada que empezaba a inclinarse quedando de rodillas en el piso, con su vestimenta a su cintura y su cabello recogido para delante, casi cubriendo su cara, dejando al descubierto su espalda.

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