Capítulo 18

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Las últimas semanas de noviembre pasaron de forma frenética para Neil, entre trabajos, estudios para los exámenes finales del trimestre, y los duros entrenamientos para empezar la liga en enero, no tenía tiempo de aburrirse ni de penar en nada fuera de su rutina, las clases y el baloncesto. Le gustaba mucho la carrera que había elegido y ya se comunicaba con los zorros en la pista como si siempre hubiese jugado con ellos. Era agradable la sensación de dejarse llevar por la corriente en vez de sentir que vives luchando en su contra porque quiere arrastrarte y ahogarte.

Neil se machacaba en el gimnasio, se machacaba en la cancha de baloncesto, se machacaba estudiando para ser el mejor de la clase, y por las noches caía rendido en la cama con una sonrisa en la cara y un amigo cerca que estaría a su lado para consolarle si volvía a romperse.

Al día siguiente de esa fatídica noche, Nicky le mandó un nude en el espejo del baño de espaldas, ensenándole el culo, y Neil soltó maldiciones, dijo que iba a arrancarse los ojos, pero también se rio y eso era lo que Nicky había buscarlo, hacerle sonreír.

Neil borró la foto y luego vació la papelera, por supuesto, y Nicky se estuvo cachondeando de él toda la mañana. Luego, en un momento que le pilló a solas en el vestuario, Andrew le dijo muy serio que no le había dado un teléfono para intercambiar fotos desnudo con nadie y Neil se quedó blanco y después rojo farfullando que había sido una broma, que él no hacía eso, que le devolvía el teléfono si quería. Andrew se fue negando con la cabeza y Neil maldijo a Nicky por ponerle en evidencia.

Cuando se enteró de que tenía teléfono, Matt hizo un grupo con él y con Nicky, así se organizaban para verse en la biblioteca y estudiar ahora que todos estaban tan ocupados, o para quedar en la cafetería para tomar un café en alguna hora libre en la que coincidiesen.

Hacia allí estaba yendo Neil con Nicky y Dean, que se había unido esa mañana, también les costaba pasar más tiempos juntos a la pareja. Diciembre era un mes estresante. Matt los esperaba pidiendo ya los cafés de todos, para ahorrar tiempo.

De camino se cruzaron con un tablón de anuncios del campus y Neil lo miró sin prestar atención, girando la cabeza cuando Nicky y Dean estaban besándose sin perder el paso, pero su subconsciente vio algo que lo detuvo y volvió a mirar con más interés hasta que encontró lo que había llamado su atención.

—¿Qué pasa? —preguntó Nicky al detenerse a dos pasos de distancia.

Neil estaba paralizado.

Justo en el centro había un cartel de un perro perdido con una fotografía suya que ocupaba medio folio. Y ese perro... Neil juraría que era él. La forma que tomaba cuando se transformaba para las peleas. Uno de los muchos aspectos animales que tenía. Se acercó con un brazo estirado hasta rozar la fotografía con los dedos. Tenía la respiración atascada en la garganta.

—¿Lo has visto? —preguntó Dean.

Neil negó con la cabeza. No, era imposible. Ni siquiera había posado nunca para una foto así, ni para ninguna, no como animal. No podía ser él, solo era una coincidencia espeluznante porque estaba paranoico. No era nada. No podía serlo.

—No —contestó—. Pensaba que sí, pero no.

Aun así, cogió un papel con el número de teléfono y se lo guardó en el bolsillo de los pantalones.

—Por si acaso —dijo.

Y siguió caminando tenso, sin escuchar del todo la conversación de Nicky y Dean sobre las clases y cotilleos de no sé qué alumna que se rumoreaba que estaba liada con un profesor.

Dejó la mano sobre el bolsillo donde había guardado el papel y el pulso se le descontroló errático. Que no, joder, era imposible, se dijo. Intentó ignorarlo mientras tomaban el café y durante el resto de las clases y en el entrenamiento y durante la ducha y la vuelta a casa y mientras subía las escaleras hacia su habitación y se sentaba en la cama y sacaba el papel del bolillo y marcaba el número con dedos temblorosos.

Se llevó el teléfono a la oreja y escuchó el primer tono con el corazón en un puño. El segundo tono. El tercero... no saltó el buzón de voz, simplemente se cortó la llamada cuando nadie contestó al otro lado. Se quedó mirando el teléfono como si fuese a sonar en cualquier momento. Pasó así diez minutos, hasta que salió del trance y tiró el papel a la basura y dejó el teléfono en la mesilla, no quería tenerlo cerca.

Bajó y salió a tomar el aire.

Hacía mucho frío, el aliento le salía como volutas de humo, pero se quedó sentado en el banco del porche, moviendo las piernas y de brazos cruzados para entrar en calor.

Si le hubiesen encontrado ya le habrían atacado, lo habrían matado sin miramientos, no jugarían con él de esa forma estúpida, no tenían tanta paciencia, Neil estaba seguro. Querrían hacerle daño, vengarse rápido y brutalmente. Si lo hubiesen encontrado, Neil los olería antes de que lo alcanzasen, pero no estaba seguro de poder volver a huir de ellos, ni mucho menos de ganar en un enfrentamiento. Sería consciente de que eran sus últimos instantes de vida sin poder hacer nada por evitarlo.

Tembló y no de frío.

No quería volver a tocar el teléfono. ¿Qué sería peor? ¿Qué sonase o que no? Si no sonaba, ¿qué significará? Porque si alguien había perdido a su perro de verdad, devolvería todas las llamadas que recibiese, y si no lo hacía... tal vez fuese porque ya lo había encontrado y no iba a perder tiempo en descolgar los carteles, simplemente ignoraría las llamadas desconocidas. Ese era un buen razonamiento y tranquilizó a Neil lo suficiente.

Andrew apareció acompañado de una nube de humo y se sentó a su lado. Se terminó el cigarro en silencio, mirando al frente. Apagó el cigarro aplastándolo contra el suelo, sin preocuparse por dejar ahí la colilla ensuciando el porche, y dejó caer una mano con pesadez sobre la pierna de Neil. Este detuvo su movimiento nervioso y Andrew le apretó el muslo un instante antes de soltarlo.

—¿Frío o nervios?

—Frío —mintió.

—Pues entra dentro.

—Estoy bien, no me molesta.

Andrew se recostó en el banco, acomodándose, tampoco parecía molestarle el frío, y al abrir un poco las piernas su rodilla chocó suavemente con la Neil y ahí se quedó, ninguno se apartó ni volvió a moverse. Era agradable tener un punto de calor pegado al cuerpo en esa noche fría. Sus rodillas quedaron pegadas.

—¿Qué vas a pedir para navidad? —preguntó Andrew.

Neil lo miró extrañado.

—¿Os... hacéis regalos?

Andrew negó con la cabeza y la giró para mirarle también.

—Yo ya sé lo que van a dejarme en el árbol: respuestas. ¿Estás preparado para darme mi regalo?

Neil lo sopesó y llegó a la conclusión de que todavía no, pero se le acababa el tiempo y Andrew ya no iba a jugar al ratón y al gato más tiempo. Aceptó que ya no tenía escapatoria de él.

—¿Yo también puedo pedir un regalo?

—Pero el mío me lo debes.

—Vale.

Andrew lo escrutó con sus ojos negros, era lógico que no se fiase de él, pero esperaba con paciencia, sabiendo que tarde o temprano conseguiría lo que buscaba.

—¿Qué quieres pedir?

—Todavía no lo sé, solo preguntaba si puedo pedirlo.

Andrew sonrió con los labios apretados, casi en contra de su voluntad. En realidad no se atrevería a pedirle nada, ya le había dado demasiado, incluso con sus reticencias y hostilidad al principio. Le había dado un hogar, protección y motivación para seguir adelante. Hasta un teléfono, joder. Neil no había tenido que pedir nada para recibirlo todo, y si lo hacía estaba seguro de que se lo daría.

—Pues cuando sepas lo que quieres, Neil, ven a pedirlo.

Andrew volvió dentro de casa, pero él se quedó pensando en sus palabras. No lo haría, pero pensó en qué podría pedirle que estuviera dispuesto a dar. Parecía que Andrew tenía algo en mente al decirlo y Neil no podía imaginar hasta dónde estaba dispuesto a llegar. ¿Si le pedía un regalo se lo daría? ¿Si le pedía más tiempo se lo concedería? ¿Si le pedía que lo aceptase le contaría toda la verdad?

FANFIC ANDREIL garras bajo la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora