El demonio tomó forma en la gruta, encendió la lámpara que solía dejar oculta. Avanzó hasta el lugar donde el príncipe se recuperaba bien gracias a sus cuidados, pero al llegar no lo encontró y por un terrible segundo, su corazón se detuvo.
El sonido de chapoteo le desconcertó y al asomar por el borde, vio al muchacho diez metros abajo, bañándose en las aguas más heladas de todo el país.
¿Cómo llegó ahí?
Se veía feliz como un niño; saltaba y reía, gritaba cuando el agua lo salpicaba, tratando de atrapar una rana.
Se desvaneció y apareció detrás del joven que a la mitad de la cacería se percató de su presencia. Desnudo y tan bello en su desnudez como las ninfas del bosque se giró, enfrentándolo en toda la plenitud de su juventud húmeda y viril.
El demonio se quedó quieto, ningun movimiento interrumpió la contemplación de aquella belleza, invadido de sentimientos desconocidos y una lujuria que no recordaba haber sentido antes y con todo su plan de venganza desapareciendo.
Quieto, porque si se movía, lo haría en dirección del muchacho, que no era ningún niño, sino un hombre joven, pleno en sus deseos y potencialidades, con el vigor hinchando su hombría.
Johan avanzó poco a poco hasta tener al demonio a un palmo.
Levantó una mano y apartó el cabello del rostro rozando su piel.
Estaba frío.
El demonio abrió los ojos, cerrados sin intención, buscando la fuerza para soportar el impacto de todas esas emociones nuevas.
Por primera vez se miraron tal y cual se miran los amantes antes de llegar al lecho.
•••
Las pieles que cubrían la roca sirvieron como tálamo.
Yacieron uno junto al otro y uno sobre el otro. Unieron sus cuerpos durante horas. El demonio se apartó de la brillante desnudez, joven y humana, solamente para salir a cazar y dar alimento a quien, tenía que reconocerlo, amaba casi desde el día que lo encontró en la entrada de su cueva.
Todos esos días y noches de silenciosa compañía, con el joven bajo su cuidado, le dejaron tan expuesto el corazón a la ternura del muchacho que ahora el principe era su dueño. Se sentía tan atraído por su indefensión y dulzura ¿Y cómo no amar esa inocencia cuando le miraba a los ojos? ¿Cómo no dejarse llevar por el irresistible deseo, cuando le abría los brazos ofreciéndole su cuerpo?
Para su raza no era importante si era hembra o varón, mientras existiera un verdadero deseo y unión. Era la cosa más natural del mundo.
Mientras asaba la gran liebre atrapada poco antes, el príncipe dormía cansado de besar y de ser amado, seducido y de entregarse por entero.
El fuego acariciaba la carne que serviría para alimentarlo.
Tan despacio, que largo era el tiempo disponible para pensar cuan ridículo era lo que estaba ocurriendo.
No sus planes de venganza, sino el fuerte sentimiento que dejó nacer en su corazón.
¡Jamás podría ser! ¡El rey no se dejaría amedrentar y buscaría hasta el fin del mundo!
Perdería su tiempo, por supuesto, la gruta descendía muy profundo y tenía salidas que él conocía muy bien.
En el peor de los casos, si tenía que escapar, tomaría una de las más lejanas y sería imposible para los humanos alcanzarla, menos usarla, ya que estaba del otro lado de una profunda y negra barranca, en la oscuridad impenetrable de esas cuevas.
Un ejército con antorchas se perdería.
Podría desaparecer. Ellos recuperarían a su príncipe y con ello estarían satisfechos. ¡Y faltaba ver que haría el muchacho que al dormir era dos veces más bello que cuando estaba despierto! Casi dejó quemar la liebre, perdido en la contemplación de su belleza.
El príncipe estaba igualmente enamorado.
Lo vio cambiar en las semanas que llevaba en las cuevas.
El pobre vampiro estaba perdido.
Al principio alimentó sus propios odios y deseos de venganza con el terror inocente del doncel, asustado primero, por ser prisionero de un demonio y confuso después, cuando el demonio salvó su vida, cuidó de él y consintió sus antojos.Aquél maldito ser sin alma se encontró alimentando al muchacho con la carne más suave, con los frutos que descubrió pronto que más apreciaba.
Y aquella lujuria infinita que le devoraba en cada ocasión que bebía su sangre.
Muy pronto, en la mirada que el príncipe no apartaba de él encontró un sentimiento limpio de confusión y de culpas.
Comenzó a sonreír más, a rozar su mano, buscando desesperado su mirada.
Darian estuvo irremediablemente atrapado en los ojos de ese ángel.
Por último, el príncipe entregó su cuerpo por primera vez y con ello, el demonio supo que nunca olvidaría a ese muchacho.
Se entregaron uno a otro, se dieron en cuerpo y alma y ambos aceptaron el regalo como lo más valioso.
Los enamorados se volvieron amantes.
"Que historia más bonita" pensaba con cierto pesar, mientras ofrecía comida en un plato que consiguió de pasada por las cocinas del palacio, lo mismo que una gran porción de queso, un par de hogazas de pan y una botella de vino para honrar a su príncipe. "La contaré a mis nietos"
El sarcasmo era puro dolor, del que pudo sacudirse al ver a su amado aun durmiendo.
Le despertó con un besó.
El joven sonrió y ofreció de nuevo su cuerpo.Ese pobre demonio sin alma estaba tan enamorado, que dadas las circunstancias, nada terminaría bien para él.
"Que así sea" pensó, apartando la piel de oso del cuerpo del joven para consumar otra vez la sublime la unión. El príncipe incluso le ofreció su cuello.
—Lo necesitas—le dijo.
Sorprendido, se quedó quieto tanto tiempo, que el muchacho temió haber dicho algo malo, pero no era el caso. El joven todavía no sabía que eso es ocurre cuando el amor golpea a los amantes con toda su fuerza; el cuerpo no responde más y la respiración se detiene por unos cuantos segundos.
Así, de esa forma, es que nacen los suspiros.
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Anhelos
VampirePrometido en matrimonio con una conveniente princesa, el príncipe Johan cumplirá su obligación como heredero al trono de Mineasia y se casará con ella sin amarla en lo absoluto. Un anhelo sin nombre le hace desdichado, pero siendo el deseo de su pa...