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—Su Majestad, le ruego que coma, por favor.

Johan giró el rostro hacía su mejor amigo. Tenía un cuarto de hora mirando por la ventana pasando por alto los constantes ruegos.

—Ya te dije que cuando estemos solos me llames Johan. Y no tengo hambre. ¿Cuántas veces debo repetirlo?

—Su Majestad, yo seguiré insistiendo todo el tiempo que sea necesario hasta que se acabe lo que le he traído.

Johan suspiró. Dejó la ventana atrás y tomó asiento, desganado. Probó comer una pequeña cereza, la más pequeña. Su inapetencia era evidente, tenía la mirada perdida. El sabor le llevó recuerdos a los labios, un millón de besos en la oscuridad. Sentía el cuerpo separado de su razón, funcionaba como un autómata.
Necesitaba de Enrhon a su lado para que recordar sus obligaciones, la hora de vestirse y de comer. A veces necesitaba que le tocara el brazo para indicarle que pusiera atención cuando otras personas estaban presentes, en ocasiones lo necesitaba para volver al presente.

Los días o las noches que estuvo al lado de quien amó, fueron tan plenos que estaban tocados de irrealidad, porque al ocurrir todo en la más impenetrable oscuridad de esas noches sin luna; en la penumbra de los amaneceres o bajo la ambarina y tenue caricia luminosa de la pequeña lámpara, lo sucedido perdía poco a poco los bordes finos que tienen los recuerdos. El halo borroso y desenfocado le añadía el toque de irrealidad de todos los hechos que ocurren en los sueños.
Sí, todo fue un sueño, fácil era persuadir a su razón de ello.
Al despertar de los sueños vívidos, el soñante aturdido tardaría algún tiempo en volver a su normalidad, pero en algún momento lo lograría y Johan esperaba ser capaz de despertar.
Sería más sencillo decir :"He despertado" , que decir: "Le he perdido" .
Un nudo en la garganta le robaba el aire y la convicción de ser capaz de seguir existiendo, si se atrevía a pensar en no voler a verlo nunca más

Quizás al final se convencería. Cosas reales e inmediatas en el reino exigían su atención que terca se aferraba a los recuerdos en la oscuridad de una caverna. La guerra llegó y su padre, en inmejorable estado de salud, se encontraba combatiendo en la frontera norte, manteniendo al ejército de Heger atrás de la línea.
Y su compromiso se rompió. 
"Una sola cosa que hace sentir gratitud es mejor ,que no tener nada que agradecer".
Trataban de pensar en ello con sorna, pero la realidad es que si el conflicto no se resolvía, la nación estaría comprometida.

Nunca antes la guerra llegó hasta sus fronteras porque su padre, heredero de la sanguinaria tradición de conquista de su linaje, acumuló tierras y coronas para heredar a su único hijo. Fue un ángel de sangre y muerte que azoló comarcas enteras.
Con su pueblo gozando de una paz muy rígida, que sin embargo aceptaba bien porque ni el hambre ni la peste traspasaban los bordes del reino. 

Apenas hubo algún brote rebelde que se sofocó con presteza en las últimas décadas.

Johan sabía que su padre esperaba de él una demostración, una prueba de que sería capaz de seguir la tradición y engrandecer lo que había pasando toda su ida formando: un imperio.

Y por supuesto, el príncipe haría lo que fuera necesario. Pero en su fuero interno bien sabía que en su alma la huella del dios Marte no hizo mella. Suspiró y se levantó, renunciando a comer por ser un acto demasiado apegado a la vida para alguien que, como él, no estaba del todo convencido de querer estar vivo.

—Johan, sé lo que sientes por ese demonio.

Johan miró a Enrhon. Ellos tenían justo la misma edad. Ambos nacieron en la primavera, el príncipe apenas un par de semanas antes. Era su mejor amigo, su guardia personal, el cómplice perfecto en cualquier aventura.
Pero el príncipe tenía ciertas cosas que le resultaban sagradas, que eran demasiado íntimas como para compartirlas.
—Enrhon, si valoras mi amistad, no vuelvas a hablar del tema—. Salió de la habitación con la espalda recta y el mentón en alto.
Enrhon se quedó inmóvil un momento y luego salió corriendo tras el heredero. Por experiencia, sabía lo que significa amar a un imposible, pero al menos, él podía tenerle como un amigo y verle a diario. Recompuso su expresión al detenerse dos pasos detrás del príncipe, presto a escoltarlo a donde quiera que fuera.
"Su Majestad tan testarudo" pensó.
La boda de Johan con la princesa, cancelada al parecer de un modo irreversible, provocó en el joven Enrhon una rara mezcolanza de sentimientos.
Por un lado, esa unión representaba la gran solución a cien años de conflictos, velados y declarados. Johan engrandecería su reino en paz, no como el rey Johannes, que con la espada en la primera línea y presta para teñirse de sangre, aplastó toda oposición y disidencia.

La edad minó la salud del rey, pero los mensajeros informaban que estaba tal y como era su costumbre en cada batalla, al frente de sus tropas, guiándolas con más fuerza y valor que nunca, al contrario del rey Heger, observando, a salvo, desde el lomo de su caballo muy lejos del peligro.

Johan no era un cobarde, solo carecía de aquella sed por la sangre del enemigo que caracterizaba a su padre. Era firme y apegado a la ley, pero compasivo.
No era cruel.

Enrhon, el pobre hijo de rastreador, favorecido por su amistad a la que correspondió con su más profunda lealtad y devoción, vio que en pocos esa fraternidad creció hasta convertirse en el más puro y sincero amor, prohibido amor, imposible amor.

Johan no se dio cuenta y eso era bueno, pues su destino era ser el consorte de una princesa.
El futuro rey era inalcanzable.
Pero después del accidente y de saber que el príncipe tenía amplias preferencias en las cuestiones del amor, el corazón le dolía demasiado. ¿Por qué no le escogió a él?

Era apuesto y hábil en la caza, joven gallardo sin buena cuna, pero con valor, excelente educación por haberse criado en el palacio y sabía mantener la boca cerrada. Lo que antes fue risas y juegos, bromas y planes para más juegos y pullas de las cuales reírse, se transformaron en silencios tristes.

Johan perdió algo vital; la inocencia. Tenía la mirada dura y dolida. Sonreía poco, solo por compromiso.

Pero Enrhon sabía que para él nada cambiaría. Seguiría a su lado pasara lo que pasara, amándole sin tocarle y viéndole sufrir incapaz de hacer nada.

¡Qué cruel destino!

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⏰ Última actualización: Apr 21, 2024 ⏰

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