1º a 5º curso

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Ernie se había fijado en Justin en el andén 9 y ¾ el primer día de colegio cuando tenían 11 años. Había sentido una atracción instantánea e inexplicable, y desde entonces había sido incapaz de despegarse de él, como si Justin tuviera un imán que atrajera todos los polos sensibles de Ernie.

Primero se había fijado en su mata de rizos, su incombustible alegría e ingenuidad, y su expectación ante las maravillas del mundo mágico que empezaba a descubrir. Aquella primera impresión tan buena sólo se había visto reforzada al conocer su brillante expediente académico y el talento que le había hecho obtener una plaza en Eton, según le contó el propio Justin en el tren (Ernie no supo la magnitud del logro de haber sido aceptado en ese colegio muggle de élite, donde estudiaban los príncipes y aristócratas de Inglaterra, hasta que lo investigó después). Que fuera buen estudiante le hizo ganar muchos puntos de golpe en la estima de Ernie, a lo cual se sumó el hecho de que procedía de una familia muggle de nivel superior, como lo era su familia en el mundo mágico (Ernie no se consideraba clasista, pero había comprobado que el nivel de vida de cada familia tiene su reflejo y encuentra fricción en las mayores tonterías con los miembros de otras).

Que lo escuchara llorar una de las primeras noches, cuando el propio Ernie estaba pasándolo fatal por su añoranza del hogar materno, y lo aceptara en su cama para consuelo mutuo (so pretexto de consolarle Ernie a él), fue lo que terminó de unirles. Al menos, eso es lo que sintió Ernie.

No importaba lo mucho que Ernie pudiera aburrirle con su conversación o exasperarle con lo que otros consideraban pedanterías: Justin nunca se apartaba de su lado.

Hannah Abbott había sido siempre su indiscutible  mejor amiga; pero Ernie nunca pudo ver de igual modo a Justin, sobre  todo desde que descubrió la masturbación pensando en él

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Hannah Abbott había sido siempre su indiscutible mejor amiga; pero Ernie nunca pudo ver de igual modo a Justin, sobre todo desde que descubrió la masturbación pensando en él.

El descubrimiento tuvo lugar en segundo curso, cuando Justin se encontraba petrificado por el basilisco.

Ernie lo visitaba a diario, pero no se quedaba mucho rato porque no podía soportar verlo en aquel estado, y porque no quería ser como Cedric, a quien una vez lo había pillado contándole sus penas al cuerpo tieso de Justin en la enfermería. Sin embargo, no dejaba de pensar en él constantemente. Lo echaba tanto de menos, allí donde su compañía se había hecho habitual (lo cual venía a ser en todas partes), que poco a poco se le fue apareciendo hasta en sueños: normales, al principio; nuevos, después.

Ernie era todavía demasiado joven para entender por qué se sentía tan extraño al pensar en Justin de esa forma; por qué tenía el impulso de tocarse en la intimidad de su cama o en el baño; y por qué, infaliblemente, el mero recuerdo de su amigo era suficiente para ayudarle a descargar aquella creciente tensión. Pero, incluso a esa tierna edad, Ernie era lo suficientemente avispado como para entender que así no es como piensa uno de un simple amigo.

 Pero, incluso a esa tierna edad, Ernie era  lo suficientemente avispado como para entender que así no es como piensa  uno de un simple amigo

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¡Hufflepuff resiste!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora