Ver a Dean y Luna salir agarraditos de la mano fue como un jarro de agua fría para Seamus. El alivio y la alegría que había sentido al reencontrarse con su mejor amigo habían sido reemplazados por un nuevo y absurdo temor que no tenía cabida en aquel momento. Estaban a punto de jugarse la vida, ¡y a él se lo estaban comiendo los celos!
Pero es que verlos tan frescos y lozanos, al lado de su cara desfigurada, y sus ropas raídas y malolientes, le estaba produciendo una angustia, una sensación de soledad y un complejo de inferioridad insoportables. Era un pensamiento estúpido, pero, ¿de qué le servían sus pecas si Dean no podía verlas bajo tantos moratones?
Durante todos estos meses de separación, Seamus había temido seriamente por Dean, tanto por su vida, como por el efecto que las vivencias en el exterior pudieran tener sobre sus sentimientos, que nunca había tenido claros. Luna y él habían pasado meses juntos en el exilio. ¿Hasta qué punto aquella experiencia había inclinado la balanza en su contra?
Una palmada en su hombro izquierdo le sacó de su ensimismamiento.
"Yo no pienso rendirme," dijo Neville, y le guiñó un ojo antes de dirigirse hacia la salida.
Seamus sabía que Neville estaba colgado por Luna. El pobre lo había pasado fatal tras saber que había sido capturada, y aunque las noticias de su rescate y el de Dean habían llegado a Hogwarts (como tantas otras anécdotas del trío maravillas) el alivio que había sentido al verla era patente. Si alguien comprendía los sentimientos de Seamus, ése era Neville.
Además, era el único que conocía de primera mano la historia de su relación con Dean.
En cierto momento de confraternización profunda tras refugiarse de forma permanente en la Sala de los Menesteres, Neville le había aconsejado a Seamus que practicara más el hechizo para colocar tapones en los oídos, pues lo único que consiguió aquella noche de borrachera en la que Dean y Seamus por fin se liaron fue amordazarle, y hasta que Dean no insonorizó la cama entera para entregarse a su calentón, Neville se vio obligado a escuchar hasta el último detalle de su escatológico-romántica conversación.
Otra palmada en su hombro derecho volvió a sacarle de su reminiscencia de aquella maravillosa noche.
"Vamos, Finnigan, es hora de reagruparse y plantar batalla," dijo Ernie Macmillan con una sonrisa comprensiva y una mirada llena de ganas de cargarse a algún mortífago por el camino.
Hasta el ED, Macmillan siempre le había parecido un pedante. Este curso se había ganado su respeto a pulso. Además, Ernie era otro que lo comprendía mejor que nadie, pues su novio, Justin Finch-Fletchley, también se encontraba exiliado por sus orígenes muggles, aunque nadie parecía saber dónde. ¡Y qué envidia le daba que lo pudiera llamar su novio, con pleno convencimiento y sin tapujos!
Seamus le devolvió un afectuoso apretón en su robusto antebrazo, como si se estuviera aferrando a un salvavidas, y se unió a los Hufflepuff escaleras arriba. La sensación de abandono y soledad que lo habían atenazado unos minutos antes se disipó tan rápido como había llegado.
No dejó de observar cómo Ernie se preocupaba por tender la mano a Hannah al subir la empinada escalera y, casi sin pensarlo, Seamus se vio haciendo lo propio con Susan Bones. Al hacerlo, recordó que Dean era un caballero empedernido, hasta cuando le perjudicaba, y un pequeño peso se le quitó de encima.
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¡Hufflepuff resiste!
FanfictionEn 1998, algunos de los mejores soldados del ejército de Dumbledore fueron separados por un delito de sangre que no habían cometido. Unos pocos no tardarían en rebelarse de la prisión en la que estudiaban recluidos; otros, buscados todavía por el go...