Sentado en su cama, en aquel dormitorio vacío, Ernie dejó de jugar con las las dos monedas y las extendió en su palma para contemplarlas: Eran dos galeones falsos encantados por Hermione Granger para comunicar a los miembros del Ejército de Dumbledore, alias ED, las fechas de la próxima reunión clandestina durante la tiranía de Dolores Umbridge en su quinto curso, y que ahora, en su séptimo año, habían recuperado su utilidad como medio de comunicación secreta.
Algunos de los miembros del ED se habían graduado ya; otros, como el trío fantástico, permanecían a la fuga; y otros, como Luna Lovegood y Dean Thomas, habían sido hechos prisioneros (aunque por suerte ya habían sido liberados y permanecían refugiados con miembros de la Orden del Fénix).
En ausencia de Harry y Hermione Granger (los cabecillas originales del ED), y después de que Luna desapareciera en el tren de vuelta a casa por Navidad, y Ginny Weasley no regresara tras las vacaciones de Pascua, Neville Longbottom se había erigido como líder absoluto de la resistencia en Hogwarts. Era increíble lo mucho que había cambiado ese chico. Al principio todos le habían considerado un Hufflepuff renegado, pero en el momento de la verdad estaba demostrando que el sombrero seleccionador no se equivocó al colocarle en Gryffindor.
Neville y Seamus Finnigan parecían haber estado concursando por ver quién respondía con más descaro y quedaba más desfigurado por los golpes de los tiranos mortífagos que se hacían pasar por profesores. A Neville habían intentado someterlo yendo a por su abuela en el exterior, pero la anciana Longbottom era una bruja demasiado hábil para esa panda de magos de tercera que engrosaban las filas de los mortífagos.
Finalmente, temiendo por su vida, Neville se había visto obligado a esconderse.
Antes de desaparecer, poco más de una semana atrás, Neville le había confiado a Ernie y a Hannah su escondite: la Sala de los Menesteres, la misma donde el ED se reunía para entrenar. Los había invitado a ellos y a otros de confianza a acompañarle cuando quisieran. Y les había prometido que el día que pasara algo grande, como que Harry volviera, utilizaría los galeones para pedir refuerzos a todo el ED, a los que quedaban en Hogwarts, a los que se habían graduado y a los que permanecían a la fuga esperando el momento de volver.
El único que no podría unirse a la rebelión ahora era Justin, porque Ernie tenía su moneda. Se la había quitado sin que se diera cuenta poco antes de que se marchara, para evitar que sintiera deseos de acudir a la llamada si alguna vez volvían a activarlas. Justin la estuvo buscando como loco, pero Ernie le aconsejó que la olvidara, bromeando con si tenía intención de aparecerse desde Canadá hasta las Islas Británicas, habiendo como había aprobado por los pelos el examen de aparición ese verano. Justin le miró raro, como oliendo a chamusquina, pero desistió en su empeño.
Ernie contemplaba las dos monedas ahora con un ligero poso de vergüenza, pero no por habérsela quitado a Justin, sino por lo que había ocurrido semanas antes, en junio del curso pasado: la noche del ataque a Hogwarts en la que Dumbledore fue asesinado, sólo Neville y Luna respondieron. Ernie también sintió el aviso, pero no quiso responder, y tampoco avisó a sus compañeros (Justin, Susan y Zach). Su prioridad como prefecto había sido mantenerlos a salvo a toda costa y, dado como terminó aquello, seguía pensando que tomó la mejor decisión.
Este curso había sido diferente. Inspirado por el coraje de Neville, Ernie no había dudado en anteponer la rebelión a sus labores de prefecto. Hannah, Susan y otros compañeros lo apoyaron desde el primer momento. La excepción más notable había sido la del cobarde de Zacharías Smith, quien el curso pasado se marchó de Hogwarts antes de tiempo y éste sólo había acudido porque era obligatorio, y su familia era de un linaje tan puro que se jactaban de remontarse a la fundadora de Hufflepuff. Zach era el único miembro del antiguo ED que no había querido tener nada que ver con la resistencia.
Hacía una hora las monedas habían mostrado un nuevo mensaje: Anthony Goldstein y Terry Boot comunicaban su intención de exiliarse junto a Neville y Seamus. Ernie llevaba todo ese tiempo debatiéndose consigo mismo. Hannah y Susan llevaban días discutiendo las ventajas y desventajas de irse, pero parecían estar esperando a Ernie para tomar una decisión. Con un suspiro de resignación, Ernie se guardó las monedas en el bolsillo, cerró las cortinas de su cama y de la de Justin, agarró la mochila que tenía ya siempre preparada, y salió del dormitorio.
Como imaginaba, Hannah y Susan le estaban esperando en la sala común cargando sus respectivas mochilas. Se miraron, asintieron en silencio y se marcharon los tres juntos.
Zacharías los observó con desdén al pasar junto a su sofá, pero no dijo nada.
Ernie se olía que el enfrentamiento definitivo estaba cerca. En la Sala de los Menesteres, la radio mágica iba dando nuevas e inquietantes noticias a través de la Pottervigilancia. Neville estaba convencido de que Harry no tardaría en volver, y Seamus afirmaba que entonces el polvorín del descontento estallaría, se proclamaría la guerra, y Hogwarts ardería.
Si Hogwarts debía arder, Ernie no se rendiría sin lucha. Y, con Ernie a la cabeza, Hufflepuff resistiría.
Jamás había estado más convencido de su objetivo. Aunque pudiera costarle la vida, se quedaría hasta el final y lucharía por el futuro del mundo mágico.
Un futuro en el que Justin pudiera regresar a casa.
Con Ernie.
ESTÁS LEYENDO
¡Hufflepuff resiste!
FanfictionEn 1998, algunos de los mejores soldados del ejército de Dumbledore fueron separados por un delito de sangre que no habían cometido. Unos pocos no tardarían en rebelarse de la prisión en la que estudiaban recluidos; otros, buscados todavía por el go...