Capítulo 3

410 34 4
                                    

Artyom:

Matar, torturar, temor, respeto y poder.

Las letras de cada una de esas palabras me caracterizaban a la perfección, y como esas había una en específico.

Sádico.

No me importaba matar para conseguir lo que deseaba, torturar, solo era un medio para un fin deseado, el temor me brindaba el respeto que necesitaba y todo junto me propinaba poder.

Mi nombre era temido y sabido por todos, nadie se atrevía a desafiarme, y aquellos que lo intentaban conocían el destino que les esperaba, había sido entrenado para llevar el peso del apellido Volkov sobre mis hombros, ser un Volkov significaba tener todo el poder en tus manos, pero también el punto de mira de cada uno de los enemigos de mi apellido.

Toda Rusia estaba bajo mi orden, bajo mi mandato, cada clan, cada pandilla, cada mafioso que lideraba una provincia me rendía cuentas a mi, me había convertido en el BOSS de la Mafia Rusa, para eso fui entrenado, soportando el más inhumano de los entrenamientos y convertirme en el ser despiadado que soy ahora, dejando de lado cualquier intento de haber tenido una infancia normal para un niño a partir de los seis años.

No me costaba admitirlo, de hecho, me causaba placer el terror que difundía en todos, me agradaba el olor metálico que desprendía el líquido carmesí que brotaba por las venas del que tuviera la desgracia de sentir el filo de mi navaja deslizarse por su garganta, los traidores eran castigados severamente, el único fin que les esperaba después del escarmiento era la muerte, pero esta era prolongada hasta que su captor lo creyera necesario, solía ser muy creativo a la hora de torturar, mis métodos de castigo y entrenamiento eran crueles, sanguinarios y perversos. Los traidores que castigaba sin compasión ni remordimiento eran un ejemplo de lo que sucedería si llegaban a desobedecer o revelarse en mi contra. Aplicando mis métodos más sádicos, mortales y letales, no perdonaba a quien tenía la osadía de traicionarme, jamás olvidarían quien era y porque me debían respeto.

Ahora debía andar con cuidado, no estaba en Rusia, no estaba en mis territorios, estaba aquí por una única razón, negocios, mis negocios se expanden por toda Europa y una gran parte de América, donde me encontraba justo ahora, la ciudad de Nueva York, los clubes nocturnos suministraban una gran cifra de dinero, estaban repartidos por toda la ciudad y otros estados, estos eran la mejor fachada, se lavaba dinero, el envío de armas se hacía a través de ellos y el tema principal, subasta de personas, el narcotráfico de personas en su mayoría mujeres, es uno de los negocios ilegales que más dinero aportan, pero a mi parecer es excesivamente repulsivo.

No me confundan, no sentía ni la más mínima lastima por nadie, desde pequeño me enseñaron que las emociones te hacen débil, que sentir te hace débil, que ser benevolente te hace un cobarde que no tiene lo que se requiere para infundir respeto e impartir el orden; sin embargo no me gustaba ver como esas chicas eran vendidas a el mejor postor.

Pero no era algo que verdaderamente me importara, eran un medio para un fin.

Mi estadía aquí se suponía sería breve, no tenía pensado quedarme más tiempo de lo necesario, no hasta que la ví, a ella, a la candente mujer de cabello negro como la noche más oscura y los ojos del mismo color intenso, la ví moverse provocativamente frente a mí y solo para mí, su cuerpo desplazándose con confianza y experiencia sobre el tubo mientras se balanceaba al ritmo de la canción, hizo que mi polla se endureciera fuertemente dentro de mis pantalones solo con una de sus miradas ardientes y descaradas, demostrando la fiera que tenía dentro y ser indomable que se apoderaba de ella cada que se subía a esa tarima, despertó en mí el más puro y primitivo de los deseos carnales.

Había controlado mis ansias por tocar cada curva de su cuerpo, pasear mis manos por sus pechos abultados, sus labios carnosos llamaron los míos, y ansiaba dejar una ronda de fuertes azotes sobre la perfecta piel de culo, dejando mis manos marcadas en él, así cada vez que se mirara al espejo sabría quien se las dejó, su cabello largo llamó mi atención desde el primer momento, haciéndome fantasear en como se vería con mis dedos enredados en este mientras tiro de ella para embestirla con brutalidad desde atrás, haciéndola llorar del inmenso placer que puedo darle.

PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora