Capítulo 1

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-¡Anna, ven a jugar con nosotros! -me grita mi hermana pequeña-

-Si, ven, ayúdanos a hacer castillos de arena -mi otro hermano me mira con ojos suplicantes-

-Chicos les prometo que para la próxima, ahora estoy disfrutando de la brisa.

La experiencia del mar es magnífica, sus olas, la fina arena, sus brisas, es un lugar perfecto para relajar tu mente y cuerpo, un lugar dónde se esfuman todas sus preocupaciones por nuevas emociones.

-Chicos vegan, ya está listo el almuerzo, -mamá grita desde el interior de la casa de verano-

Coloco mis gafas de sol encima de mi cabeza y decido levantarme, mis pequeños hermanos corren hacia el lugar. Nos sentamos todos en la mesa enorme rodeada de alimentos, siempre agradecía por estos momentos, donde se encontraba la familia unida, era muy afortunada de tenerlos.

-Ya casi tenemos que regresar a nuestra casa en la ciudad -mamá avisa-, -espero que hayan disfrutado al máximo de estas vacaciones-

-¡Oh por dios!, lo había olvidado, mañana comienzo las clases, eso quiere decir que es mi último día de vivir la vida sin preocupaciones de estudios -joder-

-Mierda, si que la da fuerte -dice mi pequeña hermana-

-Que son esas palabras Beatriz, -Riñe mi madre.

                              ***

Llega la tarde, el sol comienza a ponerse y todo se llena de colores mágicos. El cielo se pinta de tonos suaves como el rosa, el naranja y el morado, ¡parece un cuento de hadas! Las nubes se convierten en algodón de azúcar brillante, y el sol se esconde lentamente detrás del horizonte como si estuviera jugando a las escondidas. El aire se llena de una calma especial, y el sonido de las olas o el viento entre los árboles te hace sentir como si el mundo se estuviera despidiendo del día con un abrazo cálido. Es un momento mágico que siempre me hace sonreír.

Lamentablemente tenía que empacar todas mis cosas, es difícil dejar la playa, ¿verdad? El sol se pone lentamente en el horizonte y las olas susurran melancólicamente, como si no quisieran que nos fuéramos. El aire salado y fresco acaricia la piel, y el sonido de las gaviotas parece decir "no te vayas". Es como si la playa nos abrazara con fuerza, recordándonos lo maravilloso que es estar aquí.

Llega la noche y era hora de marcharse, montamos en el auto ya en dirección a la ciudad mientras yo por la ventanilla miro aquel lugar especial, aquel que levantaba mi ánimo.

Dejar este paraíso y regresar a la ciudad se siente como abandonar un pedacito de tranquilidad y belleza. La brisa marina se mezcla con un sentimiento de nostalgia, y cada paso lejos de la playa parece alejarnos de la paz que encontramos aquí. Es como despedirse de un amigo querido, con la promesa de volver pronto pero con el dolor de la separación en el corazón.

Una hora después llegamos a nuestra cálida casa, subo a mi cuarto y tiro las maletas a un lado, mañana desempacare todo, estoy algo agotada así qué me voy a dormir, mañana otra vez se repite la misma tortura de levantarme temprano y ir a ese estúpido colegio.

Al día siguiente...

-Cariño despierta, se te hace tarde -mamá grita pasando por delante de mi cuarto logrando que me despierte ya que nunca escucho la alarma-

-En unos minutos estoy lista.

Efectivamente, 20 minutos después ya me encontraba bajando las escaleras para tomar rápido mi desayuno e irme al cole.

-Mami, ya me voy.

-Esta bien Annie, ve con cuidado -dice mientras me da un leve beso en la mejilla-

Llegar al colegio es como entrar a un mundo lleno de aventuras y amigos. Al principio, siento un cosquilleo en el estómago, como mariposas revoloteando, ¡es emoción pura! Ver a mis amigos, saludar a los profesores y compartir las historias de lo que hicimos el fin de semana es tan divertido.

Bajo Su EncantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora