Capítulo 4 𝄞 Proyecto

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No era ninguna broma; al llegar al salón me sorprendí mucho. Al levantarme y decir mi nombre noté a ese chico que no podía dejar de mirar. ¿Y si me ponía de un rojo tomate? O incluso si me pasaba algo vergonzoso, no podría aceptar eso. Era una coincidencia muy increíble. Estaba a dos lugares de él, pero podía notar como la chica que estaba frente a él se le acercaba muy íntimamente... Me obligué a mí misma a dejar de mirarlo; era claro que no había ninguna posibilidad para mí entrar a su círculo. Y evitar ganarme una enemiga el primer día. 
 
La chica de por sí era hermosa. Pero de alguna manera, no parecía que él la viera como ella lo miraba. Era algo curioso. Si ambos estaban juntos era porque algo había ahí. Ambos eran sociables, guapos y muy abiertos. 
 
Todo cambió; ahora era una niña que de alguna manera no me caía del todo bien. No podía creer que fuera tan egocéntrica. Y cómo fue que no pude darme cuenta si se notaba a leguas. Intenté concentrarme en la clase, pero todo era extraño. La clase tomó un entorno muy divertido. 
 
No podía creer que me haya tocado actuar como amante de él. Estaba nerviosa. No podía soportar actuar frente a este grupo. Aunque tampoco debía negar que era realmente emocionante tratar de intentar interpretar. 
 
Todo era muy increíble. Más cuando la reina interrumpió. No es increíble la forma en la que lo miro. Pero él la miró de una manera que no me esperaba. 
 
No podía más; al escuchar el timbre decidí caminar fuera del salón hasta el casillero y lo abrí para tomar mis cosas.
 
—Ey, Adina, cierto... —era indudablemente un chico con un acento gringo. Miré de quién se trataba.
 
-Tyrone ¿Cierto? —mencioné mientras dejaba unas cosas y cerraba el casillero.
 
—Sí, me preguntaba si me podías ayudar en buscar el salón... —lo había pedido muy tiernamente, como me iba a negar. 
 
—Te ayudaría con mucho gusto, pero recuerda que también soy nueva. O nos perdemos o encontramos solo el salón de uno de los dos.
 
—Me arriesgo. Todos a los que me les he acercado me han dicho que están ocupados y que no los moleste. Jamás, pese a que los de este país fueran tan pasivos agresivos. 
 
—Te juro que no todos somos así... Así que vamos. Él me enseñó el horario en su teléfono y buscamos el salón de la clase que tocaba.
 
"A 206" de alguna manera ya sabía donde quedaba, y me alegraba porque ese también era mi salón. Caminamos por el pasillo y subimos unas escaleras para dar con el salón. Solté un suspiro de alivio cuándo observé que no había ningún profesor dentro. Al entrar abrí los ojos.
 
¿Era acaso una broma del destino? ¿O simplemente coincidencia? El chico que no solo había visto en el centro comercial, que no solo estaba en la escuela que asistía. Iba en mi misma área. Y mi horario.
 
Él notó que lo miraba; rápidamente señalé un lugar y le dije a Tyrone que nos sentáramos junto a él. Sonrió y asintió. Era claro que ya no seríamos desconocidos.
 
Me senté en el pupitre cercano a la ventana y al fondo del salón. Aunque me hubiera gustado sentarme más al frente, los demás asientos ya estaban ocupados. Miraba a mis costados esperando que su novia llegara, pero la chicharra sonó y no había llegado. Sonreí; era muy suertuda al tener una clase sin ella. Esperaba con ansias que el resto de la semana fuera así, sin ella y con él. Lo miré de reojo, ¿me estaba mirando? ¡Sí lo hacía! Fije mi vista al pupilo. El corazón me iba a mil y trataba de calmarme. 
 
—Espero que hayan repasado en sus vacaciones. —Un profesor ya de edad mayor entró al salón. Dejo su portafolio sobre el escritorio y escribo su nombre en el pizarrón. Lic. Hortensio. 
 
—Profe, son vacaciones, ¿cómo cree que vamos a repasar? —un alumno habló. El profesor lo miró y asintió. 
 
—Quien desista de la sabiduría desistirá de sus sueños; nada es fácil en la vida. Si quieres demostrar que puedes, debes esforzarte. Mientras tú disfrutes un mes, habrá alguien que repasará y no solo aprenderá, sino que comprenderá todo. Y eso se volverá parte del talento. 
 
El profesor sacó unos papeles de su portafolio: —Así que les pasaré una hoja y escribirán sus nombres en ella; de título le ponen lista de asistencia. La entregó a una chica que estaba sentada en la primera fila del salón. 
 
—¿Va a haber presentaciones? —preguntó la chica frente a mí. 
 
—No antes de presentar la materia. Estamos en la materia de ciencias sociales y bioética. Soy el profesor Hortensio, tengo treinta y ocho años, soy padre de cuates, me encantan las ciencias sociales y las leyes penales —se acercó a un joven cabizbajo, parecía somnoliento; le dio un manotazo al pupitre, asustando al joven quien lo vio alertado—. Odio que mis alumnos estén distraídos.
 
La lista de asistencia llegó a mí y escribí mi nombre. Sentía que esta clase iba a ser una de mis favoritas. Sonreí y pasé la lista a Tyrone. Mire hacia el profesor. Ahora los alumnos se presentaban uno por uno mencionando cosas que les gustaban y las que no. Cuando llegó al chico de los licuados, miré detenidamente hacia él. 
 
—Bueno, soy Zayran para quien no me conozca, tengo dieciocho años, me encanta tocar la guitarra y odio las mentiras. 
 
«Zayran», repetí su nombre en mi mente. Era una presentación muy bonita. Pero ahora tenía un problema, ¿qué iba a decir yo? De un momento a otro me perdí, y al otro ya era mi turno. 
 
—Soy Adina, tengo dieciocho años, amo el violín y no me gustan las hamburguesas —puede oír como algunos se sorprendían. Ahora los que restaban se presentaban; era claro que iban a quedar más boquiabiertas con Tyrone, el chico gringo de la escuela. 
 
—¡Qué lindas presentaciones! —mencionó el profesor cuando el último alumno se presentó—. Ahora con la lista que me acaban de dar, haré parejas. Les daré un tema y tendrán el resto de la clase para ponerse de acuerdo. El proyecto se va a presentar en cuatro meses, antes de su famoso baile de invierno. 
 
—¿Un proyecto? Mejor dejen una presentación y ya. 
 
—¡Qué buena idea! Ahora aparte del proyecto, será una presentación. Les subiré la rúbrica en unos momentos. 
 
Todos abuchearon al estudiante que dio la idea. 
 
—Las parejas son: Luisa y Alonso, Anne y Philip, Adina y Zayran. —Me quedé pasmada. Zayran y yo. Eso no estaba pasando, era simplemente imposible. Era eso o realmente mi suerte se acabó con este suceso—. Bien, ya saben, el proyecto para el 10 de diciembre. Tienen mucho tiempo hasta entonces. Les dejaré la clase para que se pongan de acuerdo. 
 
Todos se levantaron y empezaron a mover los pupitres en pares por todo el salón. 
 
—Parece que el destino nos quiere juntos.
 
—¿Eh? —dije sin saber, miré como acercaba un pupitre a mí y se dentaba a mi lado, no en frente o ladeado, a mi lado...
 
El profesor se acercó y nos entregó un papel. Había un título enorme, marcado de plumón negro: La importancia del diálogo en la comunicación. 
 
—Bueno, el tema no es tan malo como el de Importancia de la ortografía. —Me reí. 
 
—Tienes razón; nos hemos salvado de este tema. ¿Alguna idea? 
 
—Podemos juntarnos los fines de semana cada dos semanas para terminarlo antes. Yo puedo diseñar la portada y una introducción. Y lo que me digas que se necesita. 
 
—¡Eres muy organizado! —mencioné—, me agradas, y no necesariamente puede ser en una casa; podemos salir a un tipo cibercafé. Yo puedo hacer la fragmentación de los temas que podemos decir, te los mando y escogemos. De igual manera, podemos hacer un tipo mezclado de la información. 
 
—Me agrada, te paso mi número. Llama cuando quieras. —Él me miró, inspeccionando cada parte de mi rostro; no era necesario decir lo obvio, lo sentía, sentía su mirada por todo mi rostro. 
 
—¿Te parece salir a mi departamento tras las clases? —dije mientras cerraba mi cuaderno. 
 
Él asintió: —Ya espero con ansias la salida, Adina. —Me derretía la forma en la que decía mi nombre, tenía la necesidad de sacar mi teléfono y grabar su voz diciendo mi nombre, y así escucharla una y otra vez. 
 
No, basta, Adina, tienes que controlarte; él ya tiene novia y no quiere interrumpir en su relación. Solté un suspiro. El sonido del timbre alerta a todos. Rápidamente, acomodaron todo y salieron disparados fuera del salón. Zayran se levantó y acomodó el pupitre en su lugar. 
 
—¿Qué clase tienes? —me preguntó mientras acomodaba su mochila. Me levanté con mis cosas y lo mire, saqué mi celular y busque mi horario. 
 
—Me toca Artes. ¿Y a ti? —pregunté. 
 
—¡Qué coincidencia, me toca la misma! ¿Me dejarías ver tu horario? 
 
—Las siguientes dos clases nos tocan separados, pero es increíble que la mayoría las tengamos juntos; nos vamos a ver por mucho tiempo. Mencionó mientras me codeaba suavemente. Yo sonreí. Y mire a donde estaba Tyrone. Él estaba guardando sus cosas. 
 
—Bueno, te veo allá, voy a esperar a mi amigo —señalé hacia Tyrone. 
 
—Claro, no te preocupes, te veo al rato. —él comenzó a caminar hacia la puerta. Esperé a Tyrone, quien estaba muy contento por haberlo esperado. 
 
Lastimosamente, su próxima clase no era una conmigo. Me despedí y caminamos por diferentes pasillos. Entré al salón y me alegré al ver que Zayran había aguardado un lugar para mí. 
 
Pero esa alegría no iba a durar mucho. Alguien me empujo al pasar y corrió hacia Zayran. Era su novia. Me repetí a mí misma que no debía de alegrarme con sus acciones; él ya estaba en una relación y no habría nada conmigo que pasaría. Tal vez, solo una amistad y solo eso. 
 
Vi como Miranda se acercaba y tomaba el lugar que esperaba fuera para mí. Pero camine hacia un asiento cercano que estaba vacío. Al sentarme lo miré. Él tenía la mirada triste y yo le sonreí. Nuestra conversación era plenamente mental. Él asintió y yo volví la mirada al frente. 
 
La clase fluyó igual que la anterior, solo que pasamos de tener un proyecto a ver el primer tema de la materia. Me gustaba esta clase. El tiempo pasó rápido, y el timbre había vuelto a sonar. Todos agarraron sus pertenencias y corrieron. Estaban desesperados por irse. Me acerqué a él al ver que caminaba hacia la salida. 
 
—Te envío un mensaje al salir. No creo que a tu novia le guste. 
 
—Ella no es mi novia. —Dijo en voz sombría. Me sorprendí de que lo mencionara de esa manera. Era simplemente raro.
 
—Aléjate, piojosa. —Miranda arremetió contra mí. Me quedé mirándola
 
-¡Ey! Miranda, no le hables así.
 
—Tú no tienes el derecho de acercarte a esa...
 
—No es mi culpa que no tengas amor propio. - ¡UPS! Se me escapó; me di cuenta de lo que había dicho cuando ella me miraba con odio.
 
De un abrir y cerrar de ojos pude ver como ella se acercaba y Zayran tomaba de ella para evitar que se moviera. Yo di a la fuga antes de que pasara algo de lo que me arrepintiera. Si ella seguía conmigo, yo no me dejaría. Si algo de lo que sabía, era que no podía dejar que me pisotearan.
 

 

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