Ya era muy tarde en la noche.
Pero ni siquiera habían traspasado el horario de medianoche cuando una cansada Elena y una satisfecha Lucy se retiraron a la cama.
Elena entreabrió los ojos. Tratando de vislumbrar entra las sombras. Una sombra emergió sobre la ventana, recostada.
Cuando la reconoció y se calmó, Katherine volteó a verla. Era muy difícil esconder su desbocado corazón a un vampiro.
–Siento asustarte.– Se disculpó la vampira. Su voz en un murmullo.
Sus pasos la aproximaron a la cama y estiró su mano para retirar los cabellos de la frente de Elena. Un movimiento suave y distraído.
Lo que antes pudo ser una burla a los gesto simbólicos de cariño, hoy, no es más que una caricia cálida, el roce de un recordatorio constante de que la humana aún sigue aquí. Y viva.
Elena bajó los ojos. Lo que más temía se materializó ante ella.
Lo que inicialmente comenzó como una garantía de control sobre Klaus Mikaelson y su bien más anhelado; hoy, era algo más.
Elena supo desde que leyó aquel diario de Gilbert, el verano pasado, que estaba muy jodida.
Su cabeza, la intriga, la confusión y la desbordante tristeza post-luto la cubrieron como una manta raída, pesada y agobiante.
Con un destino incierto, pero aún así grabado con la sangre de su antepasado. Acechandola.
Futuro incierto pero con matices de su sangre en los bordes. Una premisa siniestra y agonizante, susurrando sobre su oído.
Hasta que la encontró...
Una respuesta poco probable y con el posible resultado de un desmenbramiento de sus brazos o la promesa de un derramamiento de sangre.
La presencia de Katherine Pierce, detallada como Katerina Petrova en las deterioradas hojas del diario amarillento: acechando su pueblo como un heraldo viviente de la promesa de violencia y tragedia sobre el mismo.
Sobre ella. Sobre su familia.
El ciclo comenzó, se notó en el aire, en la forma escalofriante, segura y malvada de su posible alter-ego. En la apreciación inmortal de su apariencia. Katherine, la promesa echa carne y hueso de grandesa, de poder y opulencia.
De dolor, de soledad y melancolía.
El ciclo se repitió de nuevo. Nuevas posibilidades. Nuevas penurias. Nuevas desgracias.
El tiempo corrió de acuerdo al orden natural: el gran mal se unió a la cacería, acechando su presa. Su lado animal pujando en su mente. El anhelo y la codicia nublando su razón. Haciendo su reclamo, olisqueando el aire y saboreando la sangre en sus fauces.
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Miss Simpathy
FanfictionSimpatía Manera de ser y actuar de una persona que la hacen atractiva y agradable a las demás. "Su mejor virtud es su simpatía" O eso es lo que describían quién me conociera. La niña educada, ojos de cierva, corazón bondadoso, apacible y afectuosa. ...