Tenía sobre mis hombros el peso de la incertidumbre, hundiendo mis pies sobre la madera del barco hasta perforarla y atravesarla, cayendo en un remolino hasta el fondo del mar. Tenía en mi memoria, un recuerdo feliz que, amargo esta vez, se repite incesante en mi cabeza, quitándome el sueño, apoderándose de todo lo que hago en el día, haciéndome desear desde lo más profundo de mi ahora abatido espíritu que me marques de nuevo; que entierres tus dientes en mi con la delicadeza de la que sólo tú eres capaz y que mi alma se enlace con la tuya por la eternidad de esta y todas nuestras vidas.
Solo me siento, enroscado entre las mantas que me resultan frías porque no se parecen a tus brazos, con el escozor en la espalda rebelando mi malestar general, con los ojos hinchados de tanto llorarte. Con el vientre callado y la feliz deshecha.
Cada segundo en el que te veo reposando a mi lado; quieto como una estatua, con el rostro, pálido y frágil como los pétalos de una rosa mojada por la desidia, aplastado de costado contra una almohada que religiosamente acolchono para tu comodidad cada hora, con la respiración tan lenta e inaudible que me tortura el ser y con las feromonas tan ausentes que me congelan el alma, siento que no merezco estar vivo, que no soy digno de ser yo quien respira y quien yace consciente. Que quien yaciera ahora mismo, con la herida en la espalda vendada y la razón nublada por el dolor tan insoportable que no te permite volver, debería ser yo; imperfecto de raíz, un bueno para nada, enclenque y desgraciado, y no tú; grácil, de alma noble, altos valores, habilidoso y buen hombre.
Paso las horas del día recostado a tu lado. A veces me pongo de pie, me cuesta y me duele, siento que puedo caer y romperme en mil pedazos, pero aún así lo hago, para poder acobijarte, limpiarte, traerte una manta más, bajarte la fiebre con paños húmedos. A veces, simplemente, te observo y pienso. Pienso mil cosas que querría decirte si me estuvieras viendo.
No quiero comer nada que no hayas preparado tú con el calor de tus manos, pero igualmente lo hago, porque, aunque Chopper afirma que lo he perdido, yo sé que no es así. Lo siento creciendo en mi vientre triste porque nota tu ausencia. Sé que está vivo esperando por ti, ambos estamos vivos sólo esperando por ti, así que, por favor, Sanji, necesito que despiertes.
Ruego en mi mente a cada minuto que despiertes. Lo pienso tanto que a veces lo digo en voz alta sin darme cuenta. Te imploro que despiertes y vuelvas a abrazarme y verme con esos ojos infinitos. Sé que estas mal, que existe la chance de que nunca vuelvas a decirme "precioso" pero me niego a aceptarlo. Me niego por completo siquiera a pensar que podrías no regresar a mí, que tanto te lloro porque tanto te amo.
Y, Sanji, no sabes lo mucho que me duele no poder fundirme en el agradable sentido de tu presencia. Mi gamma llora y yo lloro con él.
Por las noches, lo único que hago es envolver tu cuerpo y apretarlo contra mi pecho, deseando transmitirte un poco de mi calor y traerte a la vida. Odio verte tan quieto, odio verte tan lejano, odio que no me veas.
Quiero que toques mi vientre con aquellas manos que todo lo convierten en arte. Estoy seguro que si lo hicieras, el corazón de nuestro bebé latiría más fuerte y entonces Chopper podría escucharlo.
¿Qué pensarías de la cicatriz que me quedó en el estómago? Es un poco fea, pero tú nunca me dirías que te desagrada, ¿No es así? Porque yo te recuerdo amable y comprensivo, como un caballeroso príncipe de buenos modales.
Últimamente no hablo con nadie. No deseo hablar con nadie porque el sonido de las voces de los demás podría opacar el recuerdo que tengo de tu voz susurrando, caliente, en mi oído. Y, ni aunque solo fuera por un segundo, querría dejar de oírte nunca. Las pocas palabras que yo murmuro son para pedirte que regreses a mi, o para pedirle a mi bebé que se mueva ante la revisión diaria de Chopper. Quiero que por fin note su presencia como yo la noto, porque escucharlo afirmar que ya no estoy gestando a tu hijo, me destruye por completo.
Yo sí estoy gestando a tu hijo, Sanji, porque soy tu gamma. Así que, por favor, despierta de una vez.
Un recuerdo que me persigue demasiado es el de nuestro lazo. Cada minuto que pasa siento mi cuello más independiente de tu marca y eso me aterra porque significa que me estás rechazando, que te estás alejando, y yo no lo puedo permitir. Cubro mi cuerpo con tus cosas, tu ropa, los objetos que a diario tocabas, la almohada donde reposabas tu cabeza por las noches, para envolverme en tu aroma y ayudarme a recordar cómo me reclamaste como tuyo y como me diste la mejor noche de pasión que alguna vez haya podido experimentar.
Mi marca se siente desdibujada y por eso quiero que me muerdas de nuevo. Necesito que claves tus dientes tan profundo en mi cuello que, ni la distancia, ni la muerte, podrían separarnos nunca. No me importa si destruyes mi piel y el dolor nunca desaparece porque, una vez que experimenté el dolor del alma, ya no hay cuestión física que se le compare. Podría aplastarme todos los huesos del cuerpo hasta convertirlos en polvo finísimo y aún así, no dolería lo mismo que saberme sin la bendición de vivir el resto de mi vida junto a ti.
¿Por qué la vida se empeña en destruir todo lo bueno que consigo? Si has de morir... Si tu destino es perecer ahora, ¿Por qué el mundo no quiso que muriese yo contigo? No puedo entender el motivo detrás de ser tan cruel, de tratarnos tan injustamente a nosotros, dos personas que nacieron perseguidas por la tragedia y que supieron rearmarse para salir a buscar un motivo para vivir; y que en el camino se encontraron.
"Sanji, mi amor, muérdeme de nuevo, te lo suplico..."
Quiero sentirme vivo cuando tus colmillos desgarren el músculo y me reclamen suyo. Quiero que seas el dueño de mis sonrisas, mas no el de mis lágrimas, nunca más. Quiero sentirme humano de nuevo y, sólo cuando mi existencia se enreda con la tuya, es que puedo.
Quizá fue lo fuerte de mi llanto o lo vacío de mi alma, pero algo alertó a los otros alfas a los que también les debo el corazón. Así que golpearon a mi puerta, interrumpiendo mi momento, y me sentí receloso. No quería sentir en el cuarto la presencia de otro alfa, porque sus feromonas preocupadas podrían eliminar el dulce rastro que dejaron las de Sanji en las pocas prendas que aún huelen a él y me permiten conciliar el sueño, aunque sea solo por un par de horas.
Todo el Sunny se preocupaba por nosotros, yo lo sabía, y con mi actitud quizá egoísta pero a mi parecer también entendible, solo estoy acrecentando la tristeza en el grupo. Y yo no quería eso. Pero no tengo las fuerzas para alejarme de mi alfa ni medio segundo sin sentir que lo pierdo.
Aquella noche, ya la quinta sin escucharte darme las buenas noches, sentí un pequeño movimiento y enseguida me levanté pegando un salto. El tirón en mi vientre me había dolido, pues mi herida aún no había sanado, pero no me importó, en ese momento yo lo había sentido.
— ¡Chopper! ¡Chopper, ven ya! — Corrí como pude, con pasos cortos y tambaleantes, sosteniendo mi vientre entre mis manos como si se fuera a desarmar. Mi amigo, adormilado, se sentó en su cama y me miró con esperanza en los ojos. — Lo sentí moverse... Mi bebé se mueve, Chopper... — Su esperanza se esfumó. Tal vez él esperaba noticias sobre Sanji. Me dolió ver en su rostro reflejada la decepción, pero enseguida recobró la compostura y se ofreció a atenderme una vez más, escoltándome con cuidado de vuelta a la enfermería.
Yo sé lo que piensa. Él cree que todo esto es psicológico, una mera forma que tiene mi gamma de sobrellevar el dolor de la pérdida. Pero no es así. No es así.
Chopper me recostó en la camilla a un lado de mi inconsciente Sanji y llevó su estetoscopio a mi vientre y, en el medio de una noche extrañamente calmada en altamar, donde no se oía ni un ruido, el doctor oyó un latido.
Sus ojos se abrieron con sorpresa y me envolvió en un abrazo cálido. Yo lloraba porque por fin pude demostrar que no enloquecí producto de la depresión. Porque por fin algo me confirma lo que mi instinto ya me decía; yo aún tengo al hijo de Sanji en mi vientre.
— Usopp... Pude oírlo, su corazón late con normalidad... ¡Tu bebé está vivo! — La voz de Chopper reflejaba felicidad genuina, pero fue interrumpida por el sonido débil de unas mantas moviéndose y una garganta ronca siendo aclarada con un leve y adolorido tosido.
— Nuestro bebé...
En ese momento, me volvió el alma al cuerpo y sentí que, finalmente, podría comenzar a ser feliz de verdad.
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El gran guerrero del mar. (Usopp x All)
FanfictionLa mañana en la que Usopp cumple los 18 años, florece su segundo género, sorprendiendo a todos por la demora en su presentación y aún más, por su naturaleza única. Sin embargo, Usopp no está contento de ser uno en un millón y teme que su sueño pelig...