Capítulo 11

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Soltó un suspiró de alivio al sentirse de vuelta en su lugar seguro, su finca. Finalmente había salido de aquel lugar, finalmente  podía dejar de ver a Shinobu eso le relajó esa mujer era insufrible y sus palabras muy hirientes.

Su rehabilitación fue bastante rápida a decir verdad y ya se encontraba en forma nuevamente listo para cumplir su misión como cazador de demonios. Finalmente podría cortar cuellos de criaturas inmundas con su katana nuevamente y apaciguar su autodesprecio.

Suspiró por segunda vez para dirigirse a su habitación, acomodandose en esta y dejando su katana en el mostrador mientras se quitaba su singular haori para doblarlo con cuidado y dejarlo a un lado de su futón. Se dio su tiempo, mirando el techo como si fuese lo más interesante del mundo permitiendose una vez más divagar sobre aquél momento con aquel pilar.

Después de aquella charla y confesión no tenía otra palabra para describir aquel momento de sinceridad entre ambos dejando a flote sus sentimientos ¿Eso era amor? Sus labios eran hermosos como el al igual que su cicatriz. Le hacía ver...sexy según su lúgubre cabeza. No habían vuelto a dirigirse la palabra y el salió de ahí, huyendo dejando a un Iguro con el ceño notablemente fruncido al notar la falta de calor y presencia de su contrario. Notó a Kocho y Shinazugawa en el corredor pero simplemente los ignoró aunque sintió la penetrante mirada que podría ahuecar su nuca.

El peligris le miraba, aunque en ningún momento le regresó a mirar simolemente prefirió evitarse más problemas de los que ya tenía con él y empeorar probablemente su relación con el heterocromático.

Pasaron dos días y no volvió a saber más de aquel chico que lo traía inquieto y con su corazón latiendo a mil. Y cree que es lo mejor ya que no sabría como hablarle después de aquello.

"¿Debo actuar como siempre o no?"

"En estos momentos prefiero no encontrarmelo, no aclaramos nada aquel día más que nuestro sentir com aquellos días."

"Esto podría ser pasajero, si"

-¡Caww!- Un reconocido graznido le sacó de su burbuja, su viejo cuervo y compañero se pozo en su cabeza, lo sintió acomodarse.

-Kanzaburo ¿Donde has estado todo este tiempo?- Le preguntó.

  Pues la verdad durante su estancia en aquella finca jamás volvió a tener contacto con el cuervo. Aunque no le preocupaba ya que este sabía cuidarse, por nada era viejo. Pero si le llamó la atención el que no le visitase siquiera aunque los más probable es que ni siquiera supiese donde se encontraba.

-...- No respondió simplemente se acomodó aún más si eso era posible sn la cabeza del joven ojiazul.

-Tu mismo- Bufó para tomarlo y dejarlo junto a la ventana en una pequeña manta que ahí había doblada- Descansa...

-Vaya sorpesa...- Las manos tomaron las suyas para darle la vuelta y estar cara a cara- Hola Tomioka.

-Obanai...¿Como entraste aquí?- Preguntó, mirando por sobre su hombro para evitar esa mirada penetrante heterocromática.

-Por la puerta- Respondió vagamente para acariciar con uno de sus dedos la muñeca del pelinegro más alto.

El cuerpo de Giyuu se tensó al sentir esa mano fría y callosa tocarle con extrema delicadeza. Relajadose a los minutos del toque. Sintió un escalofrío agradable recorrerle, y sus labios le empezaron a picar, suplicando por un toque de aquel hombre de baja estatura quién con su otra mano rodeó la cintura del chico para apegarlo a su cuerpo.

Ninguno de los dos decía nada y eso al ojiazul en cierto punto le gustaba. No quería hablar en estos momentos. Sentía esa mirada turquesa y amarilla en sus labios y sabía lo que el otro quería. Pero en verdad le apenaba dar el primer paso, no sabía si el otro aceptaría aquello y tampoco quería mirarle a la cara.

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