Claveles

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Días después de lo sucedido en el armario, Max le había pedido a Sergio que llegara temprano, pues ese día irían juntos a la oficina. Checho tenía que admitir que estaba bastante nervioso, incluso se había puesto un overol que estaba bastante nuevo y no estaba sucio a comparación de los viejos y típicos que usaba todos los días, quería dar una buena impresión a los compañeros de trabajo de Max. A pesar de que el rubio le había pedido llegar más temprano, este quiso llegar aun más temprano de lo acordado, y todo porque quería darle un regalo a Max por todo lo que estaba haciendo por él.

Fue directo al jardín, sabía que esta vez tenía que buscar un regalo digno para su jefe, no podían ser simples flores, o sea si iban a ser flores, pero esta vez iban a ser mucho más especiales. Escogió el par de lirios más bonitos que pudo encontrar para luego ir en busca de unas peonias rosas que recién acaban de florecer por completo. Con la habilidad que tenía en las manos para hacer ramos de flores, se puso en acción para terminar antes de que Max pasara a buscarlo para irse a trabajar.

Rápidamente se apresuró a dejar el ramo de flores en el recibidor, y posteriormente se fue a sentar a esperar a Max para irse juntos. No tuvo que esperar tanto, estaba sentado mínimo como dos minutos antes de que llegara su jefe. Ese día se veía especialmente distrito, bueno, no sabía si era su imaginación, pero ante sus ojos se veía diferente, no podía dejar de verlo.

-Checo.- el nombre del jardinero salió de la boca de Max casi como si fuera un suspiro.- Te vas tan...- no podía encontrar las palabras.- Guapo, ¿Te peinaste distinto hoy? Y tu overol es nuevo, se te ve tan bien.

Checo al no saber cómo responder a la repentina bomba de halagos simplemente se sonrojó y se encogió de hombros, dándole una sonrisa muy tímida que le encanto a Max.

-G-Gracias, tú también te ves bien hoy.- Max le sonrío de oreja a oreja, quería darle un beso, pero pensó que era poco apropiado, pues era muy temprano por la mañana.

-Ya nos tenemos que ir, sígueme.- de nuevo tuvo que suprimir sus ganas de tomarlo de la mano, pues otra vez, todavía no tenían esa relación.

Salieron al inmenso garaje donde Max presumía tener una increíble colección de coches, normalmente se iría en su mercedes, pero hoy quiso pasear a Sergio en un coche mejor, un McLaren Senna, cuando le abrió la puerta a Checo, sonrió de satisfacción al ver su reacción de asombro.

-Wow, parece un coche de carreras.- Max soltó una pequeña risita.

-Lo sé, pero no lo es, aunque es uno de los coches más ligeros que hay, es el segundo más ligero después de un fórmula uno.- el rubio amaba la sonrisa que tenía Checo.

-Me encanta cuando llega la fórmula uno a Mónaco, nunca que ido oficialmente, pero los veo de lejos.- se rascó la cabeza penoso, sabiendo que seguramente Max asistía todos los años.- De chiquito soñaba con ser piloto, pero ese sueño fue remplazado por mi amor a las plantas.

-Yo te llevaré a ver la carrera la próxima vez que estén en Mónaco.- los ojos de Sergio se agrandaron con un resplandeciente brillo dentro de ellos.

-¡¿De verdad?!

-Lo prometo.- lo tomó de las manos y lo acarició. Dios, si Carlos supiera de qué su relación con Sergio había cambiado tan drásticamente en los últimos días, probablemente ahora se estaría riendo de él.

Max manejó hasta la oficina, dejando boquiabierto a Checo, el cual nunca en toda su vida se había subido a un coche tan lujoso como ese. Veía como Max conducía con tanta felicidad y velocidad, como rebasaba los otros coches a pesar de que las calles en Mónaco fueran tan estrechas. Sergio siempre tomaba el transporte público para ir a trabajar, nunca había tenido la oportunidad de aprender a manejar, pero le encantaría hacerlo algún día.

Entre Flores y FortunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora