Lavandas

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Max se estaba arreglando para ir al trabajo, había elegido uno de sus múltiples trajes de diseñador que usaba todos los días para ir a la oficina.

¿Pero a quién engañaba? Toda su ropa la elegía Carlos, él se encargaba de todo, y no es porque Max no supiera cómo, era solo porque a Carlos le encantaba la moda. Por eso siempre que se despertaba, su ropa elegida ya estaba lista en su clóset colosal para ser utilizada. Pero a diferencia de otros días, Max quiso agregarle un pequeño detalle a su atuendo de hoy.

Bajo a su recibidor, justo donde Sergio había dejado las flores el día anterior. Estuvo un gran rato viéndolas, era un increíble ramo de lavandas, estaban acomodadas tan delicadamente que a Max le daba miedo arruinarlas tan solo verlas. Ni siquiera sabía que tenía Lavanda en su jardín. Tomó delicadamente un ramito de las flores y se la puso en el bolsillo delantero del saco, dándole un toque más primaveral a su atuendo.

Agarro el ramo de flores y las llevó a su cuarto, quería guardarlas y cuidarlas con su vida, no sabía porque se sentía tan protector con ellas, simplemente tenía la gran necesidad de cuidarlas y conservarlas.

Antes de salir se despidió de Carlos el cual estaba hablando con unas empleadas de la cocina, le pareció raro que justo cuando llego todos sé callaron, le molesto un poco, pero se quiso autoconvencerse a sí mismo de que era porque le tenían respeto y no es que estuvieran hablando mal de él. Se subió a su Mercedes un tanto molesto por la experiencia previa con sus empleados, gracias a Dios vivía bastante cerca de las oficinas y no tenía que soportar el molesto tráfico de Montecarlo. Pero su malhumor se desvaneció cuando recordó las flores que estaban en su pecho.

Entró a la oficina con una sonrisa radiante, como si la empresa no estuviera al borde de la bancarrota. Era raro que Max Verstappen entrará de buen humor a la oficina y eso la gente lo noto, la gente empezó a hablar del repentino cambio de humor de Max. El jefe estaba de buenas y eso significaba buenas noticias para todos.

-¡Max!- una voz masculina resonó por todo el pasillo, haciendo que el rubio se girara drásticamente.- ¡Maxie!

-Oh, Charles, ¿Cómo estás?- Max le ofreció una sonrisa, haciendo que el monegasco alzara las cejas sorprendido.

-Me contó un pajarito que estás de buen humor.- Charles río ante la reacción de su jefe.

-¿Qué? No, estoy como siempre, siempre estoy de buen humor.- bufo incrédulo.

-Max, por favor, todos los días llegas a la oficina con una cara, pareciera que quieres matar a todos los ejecutivos, hoy incluso me preguntaste cómo estaba.- Charles tarareo acertado al ver la reacción de Max.- Además, traes unas lindas flores en el traje.- señalando la lavanda.- ¿Será que nuestro duro jefe por fin aceptó una cita de Daniel?- Max se frenó bruscamente.

-Jamás, no es eso, Charles, solo déjalo.- el castaño se empezó a carcajear.

-Como sea, Max, me iré a trabajar, los ejecutivos te esperan pacientemente en la sala de juntas.- los dientes de Max rechinaron entre ellos al hacer presión al recordar a los estúpidos ejecutivos, de verdad que no entendía cómo es que su papá anteriormente había elegido a tales payasos como socios.

Max se dirigió hacia la sala de juntas, intentando mantener el ánimo positivo que había conseguido gracias a las lavandas en su saco. Sin embargo, la sola idea de enfrentarse de nuevo a los ejecutivos, quienes parecían más interesados en discutir y obstaculizar que en buscar soluciones, le hacía sentir como si estuviera entrando a una arena más que a una reunión.

Al entrar, notó las miradas curiosas de los ejecutivos hacia el ramillete de lavandas en su traje. Ese pequeño detalle parecía fuera de lugar en el ambiente cargado de tensión y formalidad de la sala. Max decidió ignorar las miradas y centrarse en el objetivo principal de la reunión: encontrar una solución viable para salvar a la empresa de la inminente bancarrota.

Entre Flores y FortunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora