Peonias

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Sergio nunca en toda su vida había pasado por algo tan vergonzoso. ¡Estuvo a punto de besar a Max! Dios, ¿en qué estaba pensando? Quería morir, quería morir ahí mismo. Sergio se frenó en seco cuando estaba caminando por el pasillo.

-¡Pero si fue él el que me intentó besar!- habló solo, se quedó parado en el pasillo con el cactus en las manos durante un buen rato, analizando lo sucedido.- ¿Él intentó besarme...? ¡Él intentó besarme!- Sergio se calló instantáneamente, ya que estaba haciendo mucho ruido, no quería que Max lo escuchara.

De pronto Sergio se paralizó por completo, ¿y si todo ese tiempo Max había gustado de él? Una fuerza inexplicable surgió desde su pecho, que se trasladó a todo su cuerpo, dejando que Sergio terminará con una sonrisa en su cara. Checo no quería admitirlo en voz alta, pero él, muy en el fondo deseaba que Max le correspondiera, a pesar de que las señales que le daba a su jefe eran muy discretas.

Después de esa realización, Checo camino hacia el jardín otra vez para tomar unas orquídeas y dejárselas a Max. Ese día regresó a su casa más feliz que nunca, llevaba consigo una pequeña maceta con un cactus moribundo, pero que estaba dispuesto a hacer lo que fuera para darle vida de nuevo. Sergio a diferenciá de Max, él vivía en uno de los barrios más pobres de Mónaco, en un pequeño departamento que se lo rentaba a una viejecita que vivía en el piso de arriba, su hogar era tan pequeño que apenas y tenía espacio para su cama, una pequeña cocina y un baño individual. Ni siquiera tenía una sala o algo por el estilo, pero aun así, Sergio era bastante feliz en su hogar, era muy acogedor, y para vivir solo, no le recordaba lo solitario que era.

Acomodo la pequeña planta en la ventana, la regó con la cantidad de agua moderada para un cactus y luego fuera por sus tijeras para cortar las partes que ya eran insalvables.  Cuando terminó de regar el cactus se fue a dormir, pero esta vez, a diferencia de otros días, Sergio se fue a dormir plenamente feliz.

Los días siguientes, la relación de Sergio y Max cambió, pero no para mal. Max cada que podía se salía del trabajo para ir a ver a Checo, sorprendentemente para muchos, Max decidió ayudar a Sergio en algunas cosas del jardín. Le pidió a Checo que si le prestaba unos guantes para ayudarle, pero sinceramente no hacía mucho, solo seguía a Sergio a todos lados.

-Sergio, ¿Me puedes ayudar?- Checo, que estaba cortando la forma de unos arbustos, se dio la vuelta para ver a Max, que tenía la mano atorada en unas espinas, se podía ver a kilómetros que Max estaba sufriendo, pero estaba tratando demasiado de no entrar en pánico.

-¡Max!- Sergio soltó las tijeras y salió corriendo a ayudar al rubio, fue quitando espina por espina con sus propios dedos, para que Max pudiera liberar su mano.- ¿Estás bien? ¿Te lastimaste?- Checo estaba genuinamente preocupado, pero a Max no podía importarle menos si se había lastimado, él solo amaba ver a Sergio procurado por él.

-Me duele aquí, me corto una espina.- a pesar de que si tenía una cortada, realmente no le dolía nada.- Ayúdame.- le pido con una voz suplicante, como si fuera un hechizo, ya que cuando Sergio lo escuchó, sus ojos brillaron como si le estuvieran pidiendo algo los ángeles.

-Tal vez tengamos algo en la sala de empleados, ven conmigo.- sin previo aviso, Max tomó la mano de Sergio, Checo salto sorprendido, pero no dijo nada, sonrió en su lugar.

-Lo siento, quería cortar una rosa, pero no vi que tenía tantas espinas.- Sergio soltó una risita.- Quería darte esa rosa.- Max no lo vio, pero el jardinero se sonrojó por completo.

Los empleados cuando los vieron entrar se quedaron impactados por la imagen, instantáneamente empezaron a murmurar y cotillear, Max noto que Sergio se había tensado, y decidió acariciar su mano. Checo estaba nervioso por la presencia de los otros empleados, pero se dio cuenta de que ya no tenía caso, Max estaba con él, él fue el que le había tomado de las manos, además, según él, bueno, él creía que Max gustaba de él.

Entre Flores y FortunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora