Prologo

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Max llevaba toda la tarde en la misma junta, estaba terriblemente agotado, desde que había empezado la discusión no había parado a tomar un descanso. Max se encontraba en la ajetreada situación donde tenía que luchar por la compañía o literalmente se iría todo el esfuerzo de su familia a la basura. Y eso es algo que Max Emilian Verstappen no iba a permitir.

Max se ajustó el nudo de la corbata, un gesto casi automático en momentos de tensión, mientras escuchaba las últimas réplicas de los ejecutivos al otro lado de la mesa. La sala, impregnada de la luz mortecina del atardecer, se había convertido en un ring donde cada palabra pesaba y cada silencio retumbaba con la fuerza de un gong.

-Señores, creo que estamos perdiendo de vista el verdadero valor de lo que estamos discutiendo aquí.- comenzó Max, intentando una vez más acercar posiciones.- No se trata solo de números en un papel, se trata de la herencia y el futuro de una empresa que ha estado en mi familia durante generaciones.- Sin embargo, las respuestas que recibió fueron frías y calculadoras.

-Max, comprendemos tu posición, pero debes entender que el mercado ha cambiado. Lo que propones simplemente no es viable desde el punto de vista financiero.-  replicó uno de los ejecutivos, mirándolo por encima de sus gafas.

Max sintió cómo la frustración se acumulaba dentro de él como una tormenta lista para estallar. Había preparado argumentos basados en estudios de mercado, proyecciones financieras y hasta había propuesto planes de reestructuración innovadores. Pero cada idea, cada propuesta, se estrellaba contra un muro de escepticismo y reticencia al cambio.

-¿Entonces, qué sugieren ustedes? ¿Liquidar? ¿Vender todo por partes? ¿Es eso lo que quieren?"- la voz de Max se elevó, vibrante de pasión y desesperación.- Porque eso no va a pasar. No bajo mi supervisión. No estamos hablando de activos obsoletos; estamos hablando de una empresa con un legado, con empleados que son casi familia.

Los ejecutivos intercambiaron miradas, incómodos ante la intensidad de Max. Uno de ellos, tratando de apaciguar la situación.

-No estamos diciendo que no haya esperanza, Max, pero necesitamos ser realistas y considerar todas las opciones...- Max se levantó bruscamente, interrumpiendo la réplica.

-Realistas.- repitió con un tono cargado de ironía.- Me han mostrado realismo, caballeros, pero falta visión. Falta voluntad para luchar por algo más grande que el próximo trimestre fiscal.- sin más que decir, Max recogió sus papeles, su mirada recorriendo la sala una última vez.- Seguiremos adelante, con o sin su apoyo. Y les aseguro que cuando lo logremos, recordaremos esta reunión como el momento en que estuvieron a punto de abandonar uno de los mayores giros de la historia de esta empresa.

Con esas palabras, Max salió de la sala, dejando tras de sí un silencio que resonaba con las reverberaciones de una batalla lejos de terminar. La frustración de no haber encontrado un terreno común era palpable, pero también lo era la determinación de Max de luchar hasta el final por su legado.

Al salir de la sala de reuniones, el peso del mundo parecía descansar sobre los hombros de Max. La frustración y la tensión de la discusión con los ejecutivos aún vibraban en su mente mientras se dirigía hacia su oficina, buscando un refugio en el que poder recobrar algo de paz.

Al entrar, encontró a Kelly, su asistente, quien de inmediato percibió el tumulto interno que Max intentaba ocultar. Con una mezcla de preocupación y afecto, le ofreció una taza de su té favorito, esperando brindarle un momento de calma en medio de la tormenta.

-Max, pensé que esto podría ayudarte a relajarte.- dijo con una voz suave y reconfortante.

-Gracias, Kelly, hoy no ha sido un buen día.- se masajeó la sien.- Terrible, terrible día.

Entre Flores y FortunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora