Orquídeas

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Max apareció en la oficina con unos pétalos de tulipanes de ramillete en el saco, apareció después de haber faltado un día. Charles cuando lo vio, corrió para hacerle el interrogatorio obligatorio, pues a su novio, Carlos, se le había olvidado contarle por qué Max había faltado el día anterior.

-Ya te dije que falte porque me dio un resfriado. Charles entrecerraba los ojos al escuchar los pobres excusas de Max.- No hay nada que entender.

-¿Y te dio un resfriado solo un día y hoy no tienes ni un solo moco?- el rubio rodó los ojos.- Vaya, pues dime quién es tu doctor, ¡hace milagros!- comentó con sarcasmo.

-Charles, vete ya a trabajar.- el castaño hizo un puchero al no conseguir respuestas, tendría que preguntarle a Carlos para saber.

-Espera.- Charles se frenó antes de salir por la puerta.- Cuidado con Daniel, está insoportable.- susurró lo último, con miedo a que lo escucharan.- Ayer no paro de preguntar por ti, casi me tiraba por la ventana de la desesperación, ¡pensaba que yo sabía y que no quería decirle!- Max suspiro, sabiendo que iba a tener que lidiar con él también.

-Gracias por avisar, ya sabré qué decirle.- se levantó para empujarlo de su oficina.- Regresa a trabajar, que el dinero no sale de los árboles.

Pudo trabajar a gusto durante un rato más antes de que fuera interrumpido otra vez, pero esta vez fue una vista un poco menos agradable. Daniel Ricciardo tocaba la puerta de la oficina de Max. Soltó un suspiro pesado al ver su silueta.

-¿Tienes tiempo?- Max murmuró algo indescifrable, pero aun así Daniel entró a la oficina.- Quería saber cómo estabas.- se acercó demasiado a él.

-Me enfermé, me dio un resfriado.- Max contestó lo más frío posible.

-Oh, Maxie, me hubieras dicho y hubiera ido a tu casa a cuidarte.- contestó Daniel con un tono sumiso. Unas náuseas llegaron a Max justo después de escuchar a Ricciardo.- ¿Te sigues sintiendo mal? Tal vez podría ayudarte.

-¡No! No, ya estoy bien.- Daniel retrocedió a un lado por la reacción de Max.- Fue una cosa de un día.- Daniel lo miró insatisfecho.

-Otra vez traes flores distintas.- dijo casi para sí mismo.- tomó el rostro de Max por la mandíbula, débilmente por unos segundos y luego retrocedió.- Tengo que seguir trabajando, te veré luego.- Max tuvo un escalofrío cuando Ricciardo salió de la oficina.

Lo odiaba, odiaba que fuera así, pues el mismo Daniel sabía que no le interesaba a Max, y aun así él siguió intentando después de tantos años. Max ya ni siquiera sabía qué inventar para que se alejara, Daniel era un caso perdido.

Ese mismo día cuando Checo llegó a trabajar, le fue inevitablemente pasar por desapercibido todos los murmullos que había en la mansión. Lugar a donde fuera, lugar donde encontraba mucamas hablando entre ellas entre murmullos y viéndolo despiadadamente. Checo quería convencerse a sí mismo que no estaban hablando de él, o que si lo estaban haciendo, que no estaban hablando nada malo.

La inquietud persistió todo el día, haciendo que Sergio se sintiera cada vez más consciente de cada mirada dirigida hacia él, cada vez que pasaba por los corredores o trabajaba en el jardín. Finalmente, no pudo soportarlo más y decidió buscar a alguien que pudiera darle respuestas. Necesitaba saber qué estaba pasando, qué era lo que se decía a sus espaldas.

Carola, una de las mucamas con la que Sergio había desarrollado una amistad desde su llegada a la mansión, siempre había sido alguien en quien confiaba. Ella tenía esa habilidad de estar al tanto de todo lo que sucedía dentro de la mansión, gracias a su naturaleza sociable y su cercanía con el resto del personal. Buscándola por los pasillos, finalmente la encontró en la lavandería, donde aprovechó para acercarse.

Entre Flores y FortunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora